He Dicho

Sin prevención ni castigo

Seguimos esperando a una tragedia mayor, una masiva, brutal, espeluznante, dramática, escribe Miguel Gurwitz sobre la violencia entre aficionados en clásico 'regio'.

Las imágenes son escalofriantes, pero las reflexiones lo son aún más.

No es nuevo ni será el último capítulo de violencia que presenta la distorsionada rivalidad de un partido de futbol; y no lo será porque no se ha hecho lo necesario tanto en la prevención como en el castigo.

Hablamos de algo más allá del futbol, sí, de la educación que se imparte en casa, del respeto a la autoridad y a las normas; de la falta de buenos ejemplos por parte de quienes precisamente ejecutan los mecanismos de justicia, de quienes gobiernan y de los que somos gobernados.

El problema es de todos, pero no todos entienden la gravedad del problema. Y lo digo porque el partido no debió haberse jugado, más allá que los hechos de violencia se presentaron lejos del estadio y de las áreas de responsabilidad de la propia Liga. Haber hecho rodar la pelota significó una gran falta de sensibilidad, fue correr un riesgo innecesario y se dejó escapar una nueva oportunidad para fijar una postura clara y contundente en rechazo a la violencia. Y no caigamos en eso de que entonces castigaríamos a los buenos por culpa de algunos malos, ya que en ocasiones las medidas deben ser drásticas y extremas, tal y como cabían el domingo pasado.

El rival más importante sigue ahí: suelto, libre y acechando. Se asoma y luego se esconde fácilmente, se disfruta a sí mismo y repite cuando quiere, sabiendo que nunca pasa nada, que las consecuencias son mínimas y, después de un tiempo donde la memoria se vuelve floja y convenenciera y a los responsables se les olvida que la violencia es el máximo enemigo de su negocio, sale libre a la calle dispuesta a horrorizar.

Se necesita mucho más que un comunicado de prensa y lamentos comunitarios.

Tal parece que seguimos esperando a una tragedia mayor, una masiva, brutal, espeluznante, dramática y que convulsione.

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