He Dicho

Festejemos sin comparar

No es válido comparar porque no podemos restarle valor a las 136 medallas ni a las historias detrás de las preseas, escribe Miguel Gurwitz.

Somos de hacer leña del árbol caído en los fracasos y de generar nuestras propias fantasías a la luz de los éxitos.

Nos cuesta mucho encontrar matices para darle la justa dimensión a las cosas y, seguramente después de la histórica actuación de la delegación mexicana en los Juegos Panamericanos, tropezaremos con la misma piedra.

La invitación es al análisis más que a la sobredosis de alegría; a la concientización más que a la desmemoria automática que se produce luego de algunas semanas pasado el evento. A la captación de datos útiles que se sirvan hacia futuro más que embriagarnos con el presente.

Y no se trata de amargar el momento, pero son Juegos Panamericanos, eso son; más que Juegos Centroamericanos, pero menos que los campeonatos mundiales y que los Juegos Olímpicos.

No es válido ni real comparar.

No es válido porque no podemos restarle valor a las 136 medallas ni a las historias detrás de las preseas. Hablamos de una actuación histórica que no requiere de sistemas de medición distintos para darles el justo valor. Por lo mismo no caben las comparaciones, porque nada tienen que ver el nivel y los participantes en una competencia que involucra al continente, con aquellas que incluyen en su convocatoria al mundo entero, por lo que proyectar esto hacia Juegos Olímpicos resulta ocioso, ya que el nivel es distinto y el programa no incluye disciplinas que otorgaron a nuestro país gran número de metales. Faltan los alemanes, los rusos, los chinos, los japoneses, los africanos, los australianos, etcétera.

Conste que vale festejar, por supuesto, mucho más con lo politizado que estuvo el asunto, pero cuando bajen las endorfinas tocará volver al estudio, al análisis y a la correcta dimensión del éxito, mismo que, insisto, no merece ser comparado con nada.

¡He dicho!

COLUMNAS ANTERIORES

Reglamentos, no comunicados
La grata sorpresa celeste

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.