He Dicho

'El Piojo', un traje a la medida

No basta la bravuconearía, ya que para ser y trascender en América se requiere que la aptitud esté al nivel que la actitud, escribe Miguel Gurwitz.

Pudo no nacer ni crecer ahí. Pudo incluso ser la antítesis, sin embargo fue el sitio donde se encumbró y cristalizó su sueños.

Hoy los representa a la perfección: ganador, protagónico y antagónico a la vez. Amado y odiado. Se multiplica lo que hace y lo que no hace también. Seguido, aunque no siempre admirado.

Generador de opiniones y provocador involuntario; nunca desapercibido.

Eso es el americanismo, de eso se trata, de estar siempre; de mover de provocar, de jugar y hacer jugar; de ganar y estimular al de enfrente. De desafiar también pero, principalmente, de desafiarse a sí mismo para ser más, parea superarse y trascender.

Y eso es Miguel Herrera, un incitador por naturaleza.

Pero no basta la bravuconearía, ya que para ser y trascender en América se requiere que la aptitud esté al nivel que la actitud.

Jugadores y entrenadores de altísima calidad ha tenido por montones este equipo pero, para ser considerado símbolo hace falta más, hace falta no solo manejar la presión sino entenderla gozarla y provocarla. Algo como lo que solía hacer Cuauhtémoc Blanco, el último ídolo americanista; ese sí, de cuna, y no por haber nacido en barrio bravo sino por las pocas veces vista capacidad de combinar la combatividad con la capacidad técnica.

Hoy es difícil pensar en otro director técnico que no sea Miguel Herrera en América: por su capacidad, por aceptar, entender y trasladar que todo lo que no venga con trofeo de por medio no es bien visto en el club. Por no darle la espalda a la palabra fracaso cuando no se trata de un título. Por la enjundia, por lo que transmite, por cómo se comunica con sus jugadores y por su enorme capacidad como entrenador, Miguel Herrera sigue siendo un traje a la medida para el club América.

¡He dicho!

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