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Diego Ramírez, el nuevo villano

La Sub-20 no solo necesitan ganar sino esperar otros resultados para saber si logran acceder a la siguiente ronda, escribe Miguel Gurwitz.

Es la última llamada para México en el Mundial Sub-20, una que quizá llegue muy tarde ya que no solo necesitan ganar sino esperar otros resultados para saber si logran acceder a la siguiente ronda.

De no hacerlo se estaría confirmando un fracaso más en una esta categoría muy lastimada por entrenadores y directivos que no terminan por entender que esta, es la etapa más importante en el desarrollo de un futbolista profesional.

Está por demás decir que Diego Ramírez es la cabeza del equipo, pero no por ende el máximo responsable ya que hubieron muchas cosas en este proceso que no abonaron para poder tener un equipo competitivo más allá de que algunos nombres nos suenen familiares.

Muy del futbol mexicano que cada equipo vea por sus intereses, y si eso sucede cuando se trata de la Selección Mayor, imagínese lo que pasa cuando se trata de un equipo juvenil.

Ejemplos concretos: En el último juego de preparación ante Colombia, México jugó con apenas 15 jugadores de campo.

Los dos mejores jugadores de este equipo se incorporaron faltando tres o cuatro días antes de iniciar el Mundial y algunos otros que fueron "aconsejados" por sus directivas para no participar en la Copa del Mundo.

A esto hay que sumarle las múltiples ocasiones en que los equipos se negaron soltar a sus jugadores para concentraciones o giras internacionales.

Detalles como una mala planeación en la gira previa con temas de rivales y pésima logística.

Dejemos de encontrar en el director técnico el motor de nuestras ilusiones y el pretexto de nuestros fracasos. Llevamos décadas atorados ahí: desde Estados Unidos 94 hasta Rusia 2018 con Mejía Baron, Lapuente, Aguirre, La Volpe, Herrera y Osorio; seis nombres que resumen 25 años.

Y claro que no suma el excesivo numero de extranjeros y en las pocas oportunidades que reciben los jugadores de fuerzas básicas para encontrar, pero no es el único hecho que produce el tropiezo de cada cuatro años.

Diego Ramírez será el villano perfecto, pero mientras nuestra capacidad de reflexión siga siendo esa, el resultado seguiría siendo el mismo.

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