Mauricio Jalife

Exponencial crecimiento de patentes de inteligencia artificial

Mauricio Jalife escribe sobre innovación, patentes y el papel del gobierno mexicano para tomar al desarrollo tecnológico como prioridad.

Tomando el año 2013 como punto de partida, pueden completarse números hasta julio de 2018 para redondear en 340 mil las solicitudes de patente que reclaman, como invento propio, algún aspecto de las tecnologías que se definen como "inteligencia artificial". En esa cifra participan empresas privadas con un rotundo 90%, mientras que universidades y centros oficiales de investigación se reparten el 10% residual.

No es inusual que cuando una nueva tecnología emerge, las empresas líderes en innovación busquen inmediatamente tomar posiciones en la apropiación de aspectos relevantes de los nuevos productos, o procesos, presentando solicitudes de patentes en forma intensiva, inclusive, sobre conceptos apenas incipientes o no probados. Lo mismo sucedió en su momento con la biotecnología, el software y la ingeniería genética, y más recientemente con la nanotecnología, los teléfonos inteligentes, los drones, el internet de las cosas, la tecnología blockchain, la medicina genómica, los autos no tripulados y la impresión 3D.

Las empresas que lideran la actividad de patentamiento ubican a IBM en el primer puesto, seguida por Microsoft, y completando la lista de las 5 grandes aparece Samsung, Nec y Toshiba. Un dato relevante es que -aún y cuando menos concentradas en una sola corporación-, son las empresas chinas las que, en su conjunto, reúnen el mayor número de patentes de inteligencia artificial.

Por lo que hace a los sectores de aplicación de la IA que más patentes acumulan, destacan los de traducciones y aprendizaje, así como los sistemas de reconocimiento de voz y de imagen; en una segunda posición aparecen las aplicaciones a sistemas logísticos y de movilidad, por ejemplo, para optimizar los viajes compartidos en las ciudades; finalmente, la robótica en todas sus formas y el control de gestión, son también objeto de gran atención de los esfuerzos de innovación.

En palabras de Francis Gurry, director general de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual, es predecible que los nuevos productos, técnicas y aplicaciones de la IA transformarán nuestro quehacer cotidiano y determinarán la forma en que nos relacionamos con las máquinas que creamos. El primer paso para maximizar los beneficios de la IA y hacer frente a los desafíos éticos y legales de sus múltiples ramificaciones, es construyendo una base común para su comprensión. Como lo reseña el director de OMPI, al presentar esta clase de estudios sobre tendencias tecnológicas, la Organización aporta proyecciones basadas en datos empíricos para contribuir a la formulación de políticas mundiales sobre el futuro de la IA, su gobernanza y el marco de Propiedad Intelectual en que se sustenta.

Lo he dicho en muchas formas desde que el nuevo gobierno fue electo, y particularmente desde que está ocupando las posiciones de dirección en las dependencias vinculadas en nuestro país a la generación de innovación. Si se desestiman los apoyos a producción de tecnologías protegibles jurídicamente, bajo el sesgo partidista de que son modelos neoliberales de apropiación del conocimiento que deben ser combatidos, habremos cometido un error histórico muy difícil de enmendar. Basta recordar que, tanto en la Rusia de la guerra fría como en la China de la actualidad, la innovación ha sido invariablemente considerada una prioridad.

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