Mauricio Jalife

Una visión latinoamericana de la Propiedad Intelectual

La marca SANTA TERESA® es una buena lección de compromiso y tenacidad en medio del caos y el nombre RANCHO DE LA LUNA®, representa un gran sueño cruzado entre la música y el mezcal.

Tuvo verificativo en la Ciudad de México, la pasada semana, la reunión anual de la Asociación Interamericana de Propiedad Intelectual (ASIPI). Esta agrupación destaca como la de mayor influencia, ocupada de temas de la región latinoamericana que demandan una visión y una estrategia propias. Desde su fundación en Acapulco en 1964, nuestro país ha mantenido una participación nutrida y constante.

ASIPI es miembro observador de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual y participa en múltiples foros internacionales, entre otros en la OMC y la ICANN, que es el organismo responsable de la administración internacional del sistema de nombres de dominio en Internet. En los últimos años, ASIPI ha pasado a ocupar una posición clave entre las diversas organizaciones dedicadas al estudio, la difusión y la promoción de la Propiedad Intelectual en el mundo, incrementando tanto su membresía como su agenda. De hecho, en su última administración la asociación ha sido dirigida por Enrique Díaz, destacado abogado mexicano que ha trabajado incansablemente a favor de estos objetivos.

En esta última reunión un par de historias peculiares marcaron diferencia. Una que sorprende y conmueve se vincula con la responsabilidad social que las marcas en la actualidad enfrentan en contextos de violencia que, lamentablemente, siguen siendo comunes en nuestros países. Más allá de programas orientados en ese sentido, la historia de la marca SANTA TERESA® es una buena lección de compromiso y tenacidad en medio del caos. La historia, contada por su propio protagonista Alberto Vernell, refiere que después de más de 200 años de producir pacíficamente ron de alta calidad en Venezuela, sus tierras de cultivo se vieron invadidas por grupos delincuenciales y actos de hostigamiento empezaron a amenazar la producción y las operaciones. A partir de ese punto, en lugar de reaccionar con violencia o atrincherarse, la dirección de la compañía decidió negociar con los delincuentes de dos grupos enfrentados hasta lograr firmar la paz, sumando a varios de los integrantes como empleados de la empresa.

Esta historia, acuñada bajo el nombre de Proyecto Alcatraz, es ya ejemplo de cómo una corporación puede ser un factor positivo y decisivo en su entorno, desbordando los tradicionales patrones de la responsabilidad social para transformarse en verdadera justicia restaurativa. Hoy, al lado de la impecable alta calidad del ron Santa Teresa®, esta historia forma parte del ADN de la marca, que hoy se reconoce como la más valiosa de Venezuela.

Otra historia ilustrativa sobre la construcción de una marca desde el polvo del desierto es la contada por sus propios fundadores bajo el nombre RANCHO DE LA LUNA®, la cual representa un gran sueño cruzado entre la música y el mezcal. Si alguien tiene dudas sobre cómo estos dos “productos” se pueden combinar, este proyecto, basado en Joshua Tree, California, lo explica. No parece que se trate de una empresa que pretenda la tradicional maximización de beneficios de los inversionistas, sino que parece privilegiar los vínculos de solidaridad con los músicos a los que producen, los productores de mezcal que les surten y los clientes que les siguen con más devoción personal que expectativas comerciales de simple costo beneficio.

La reunión, movida por las expectativas de la inteligencia artificial y el metaverso, terminó como una celebración de la ancestralidad y el futuro común de países que nos sentimos hermanados.

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