Mauricio De Maria Y Campos

El T-MEC, aprobado al vapor por México, sigue suscitando interrogantes

Difícil esperar entonces la pronta ratificación del Congreso de los EUA y en cambio, sí que crezcan las demandas de los negociadores americanos.

Hasta el día de hoy México sigue pendiente de la ratificación del T-MEC por parte de los EUA y Canadá. Nuestro Senado lo aprobó a toda velocidad desde junio- sin dar oportunidad a académicos y expertos a expresarse cabalmente- y con ello perdió el poco margen de maniobra que le quedaba, ¿Pero qué necesidad? Ahora México sudando la gota gorda y a punto de hacer nuevas concesiones para no quedarnos "vestidos y alborotados".

Desde que Donald Trump ganó la presidencia de los EUA quedó claro que sus críticas al TLCAN ("el peor tratado de la historia de los EUA") podían llevar a un cambio importante en nuestra relación comercial y de inversiones. En paralelo se refirió de manera similar al TPP y al Acuerdo de Paris sobre Cambio Climático y tan pronto llegó al poder se retiró de ellos.

Muchos observadores juzgamos que Trump estaba blofeando respecto a terminar con el TLCAN dadas las muy estrechas relaciones económicas, flujos interconectados de comercio, inversiones e intereses involucrados en los EUA. El tiempo nos dio pronto la razón.

El lanzamiento de las negociaciones comerciales con México y Canadá y su insistencia en "America First" y en reducir a como diera lugar los déficits bilaterales con ambos países nos mostró que la preocupación latente desde Obama respecto a la amenaza asiática y la menguante capacidad competitiva manufacturera de los EUA conduciría a una negociación dura con México y Canadá de un nuevo acuerdo. Y así fue. A lo largo de 2 años vimos toda clase de marrullerías y amenazas en el horizonte. Algunas solo sirvieron para mayores concesiones de México y Canadá, que no ganaron nada en el proceso.

El T-MEC que los tres países firmaron hace casi un año, bajo fuerte de presión del equipo de Lighheizer, fue indudablemente una victoria política y económica para Trump- aunque Peña Nieto y Trudeau argumentaran beneficiarse -del mal menor, no quedarse huérfanos. El cambio en las reglas de origen privilegió la producción y el contenido salarial sobretodo en el declinante sector automotriz estadounidense, hasta la crisis del 2008 la perla de la corona. Las nuevas reglas favorecen la producción en los EUA de los componentes clave de los automóviles.

Los EUA lograran su cometido cantado en el TPP de proteger sus industrias más allá de la vida de las patentes, particularmente en el sector farmacéutico. Gracias a nuestra resignación y complacencia, el T-MEC fue más allá de los plazos aceptados por los 12 países del TPP. Hasta 8 años después de vencidas las patentes de empresas americanas (en vez de los 5 acordados un año atrás), las farmacéuticas mexicanas podrán introducir anti cancerígenos, retrovirales y otros medicamentos competidores de origen biológico más baratos al mercado- en detrimento de los intereses del Estado, de las empresas y del consumidor mexicano. A su vez, los derechos de autor, muy valiosos en la nueva era digital duplicaron su duración a 50 años.

Aceptamos también seguir abrazados a las faldas de mamá. Una cláusula nos obliga a consultar -pedir permiso- a los EUA y Canadá antes de establecer un acuerdo comercial con un país que no sea reconocido como de economía de mercado -léase la gran potencia emergente China- para diversificar nuestras relaciones, como lo han hecho ya Chile, Perú, Costa Rica y tantos otros países del planeta.

Estas y muchas otras nuevas concesiones en materia de arbitraje comercial, compras del sector público, comercio electrónico y telecomunicaciones - claves en la era digital- se adicionan a las que ya se hicieron desde el TLCAN en materia comercial y de inversiones que se traducen en el no-ejercicio de una moderna política de fomento industrial, como la que ponen en práctica los países asiáticos de exitoso desarrollo reciente.

La única importante ganancia puede ser la que obtuvieron los trabajadores mexicanos en materia de reforma laboral para que nuestra legislación se ajustara a las normas y derechos convenidos en la OIT, algo que debió de haber sucedido hace muchos años y que Los EUA pusieron como condición importante para que no compitiéramos deslealmente.

La gran cuestión pendiente desde junio ha sido la ratificación del T-MEC por el Congreso de los EUA. Los demócratas buscan atender s tradicionales intereses de empresarios, sindicatos y ambientalistas – y al mismo tiempo usarlo como arma en la guerra que sostienen frente a la supervivencia y la reelección del republicano Trump.

Durante los últimos días la líder demócrata, Nancy Pelosi, ha expresado su deseo de atender las urgencias de ambos lados de la frontera de ratificar el tratado, con dudas de que se apruebe este año. Trudeau recién electo no tiene prisa.

El viernes pasado corrió el rumor de que los negociadores de los EUA estaban reabriendo 5 frentes importantes en materia de reglas de origen, derechos laborales y propiedad industrial, buscando concesiones adicionales de Canadá y México. Agregar, por ejemplo 2 años más de protección de datos en beneficio de sus empresas farmacéuticas para llevar el plazo de espera de los competidores mexicanos o canadienses ¡a un total de 12 tras del vencimiento de las patentes!

Según el periodista de Bloomberg, Joe Sobczyc, el problema reside más bien en que La administración de Trump, se ha vuelto cada vez más intervencionista y quiere dictar cómo y dónde deben fabricarse los automóviles y autopartes para minimizar los impuestos y no encarecer los precios de los vehículos. La Casa Blanca busca con el congreso y las empresas un lenguaje específico que permita unilateralmente al gobierno administrar las reglas de operación de las empresas.

Existe ya el precedente de comercio administrado con Apple, que obtuvo de Trump trato diferenciado para excluir de aranceles adicionales algunos de sus componentes claves en la reciente guerra comercial con China.

El problemas es que si bien la industria automotriz apoya el T-MEC, tal como fueron establecidas las reglas en los textos pendientes de aprobación por el Congreso, se vuelve muy complejo su cumplimiento y en particular la comprobación de que las partes se ajustan a las reglas sin tener que pagar impuestos al cruzar fronteras.

Como se sabe, bajo las nuevas reglas el 75% del contenido de los autos tiene que producirse en uno de los tres países y un 40 % con trabajadores que reciban salarios de mínimo 16 USD la hora (con el fin de reducir la producción y las nuevas inversiones en México). También se establece que el 70% del acero tiene que ser de origen regional. Finalmente hay 8 líneas de componentes claves que tienen que producirse en los EUA, y actualmente en muchos casos provienen de países asiáticos. Trump quiere que las inversiones en nuevas plantas se hagan en los EUA y está dispuesto a utilizar políticas e instrumentos financieros y fiscales similares a los chinos.

En pocas palabras, lo que está sucediendo es que se están discutiendo las nuevas reglas automotrices con las empresas (incluyendo los debates interestatales con California en materia ambiental) en paralelo a las discusiones que Lighthizer está teniendo con los legisladores demócratas.

La situación se complica debido al estancamiento mundial y a que la elevación de los aranceles al acero, al aluminio y a los componentes importados de China, está frenando la manufactura en los EUA y conduciendo a la cancelación de empleos en estados políticamente importantes para la reelección de Trump en 2020. ¡Menudo problema!

Difícil esperar entonces la pronta ratificación del Congreso de los EUA y en cambio, sí que crezcan las demandas de los negociadores americanos frente a un México que cándidamente aprobó -sin mayor discusión- los términos estadounidenses y ahora parece considerar que no le queda otro remedio que hacer más concesiones de las que ya hizo antes y aceptar un T-MEC bastante peor que el que se imaginó.

Todo sea por llevarla bien con los EUA y no tener un proyecto industrial nacional para los próximos 10- 20 años. El único consuelo: si EUA administra su política industrial y comercial, México podría actuar en reciprocidad -si es que se decide a hacerlo y asigna los recursos para tal fin.

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