Despertador

Contra la crisis y el pánico social

Hasta la lógica más elemental llevaría a concluir que esta es una situación que exige unidad y solidaridad. Ayuda mutua, respaldo a quienes menos tienen, protección de los más vulnerables, difusión de información objetiva y efectiva.

El autor es Senador de la República

Como si no fuera suficiente con la tragedia humana que significa la muerte de miles de personas en el mundo por el Covid-19; como si no fuera ya un gran desastre social la pérdida de ingresos, empleos, empresas, inversiones, cursos educativos, etc.; como si todo eso no fuera mucho, aparecen en el horizonte los criminales que aprovechan la situación con objetivos oportunistas.

La pandemia está lejos de terminar. Ha pasado de un país a otros y llegará a todos los países del mundo. Miles han muerto y decenas de miles han quedado con la salud devastada.

Al tiempo que colapsa vidas, la pandemia va cuestionando a su paso los sistemas de salud y bienestar. Puede haber millones de nuevos pobres, y se corre el riesgo de que el paro de actividades empuje a la quiebra a familias y negocios.

Quienes más riesgo social corren son los trabajadores de empleos precarios, que no tienen seguridad social, contratados por hora, eventuales, por outsourcing, que laboran por cuenta propia. Muchos trabajadores pueden ser despedidos y chantajeados. Pocos pueden abastecerse para estar encerrados con su familia durante un mes manteniendo empleo e ingreso.

Según INEGI, en el 2019, hubo 10.2 millones de mexicanos con empleos precarios, que equivale al 19 por ciento de la población ocupada. Ellos son los más vulnerables socialmente.

Hasta la lógica más elemental llevaría a concluir que esta es una situación que exige unidad y solidaridad. Ayuda mutua, respaldo a quienes menos tienen, protección de los más vulnerables, difusión de información objetiva y efectiva, apoyo a la autoridad sanitaria y al gobierno.

Y en efecto, hemos sido testigos de numerosos actos de responsabilidad, solidaridad y humanismo. Hemos visto a funcionarios y expertos de la salud dar información útil sobre la pandemia; a empresarios, donar mascarillas y gel; a familias, compartir su hogar a personas que realizan el trabajo doméstico; a escuelas privadas, condonar o diferir pagos de colegiaturas; al gobierno, adelantar la pensión a los adultos mayores; a personas en lo individual, ayudar a comprar sus víveres a adultos mayores; a patrones mandar a sus casas a madres trabajadoras con derechos a salvo; y a otros más, subir videos con recomendaciones prácticas para protegerse. También vemos al gobierno de la República haciendo esfuerzos extraordinarios para mantener a flote la economía.

Pero por más increíble que parezca, gente perversa y sin escrúpulos, difunde audios para generar pánico social con noticias falsas. Y hasta dirigentes políticos han promovido campañas con el objeto de engendrar miedo y ruptura con la autoridad.

Esas estrategias políticas criminales pueden incrementar los daños de la pandemia. Algunos de sus efectos podrían ser los siguientes:

- Agotamiento del abasto de alimentos e insumos cotidianos por las compras de pánico.

- Saturación de hospitales y centros de salud por la demanda masiva de exámenes y atención de personas sanas.

- Contagios de personas sanas que acuden a centros de salud, saturados por la atención a enfermos.

- Prolongación de los tiempos de cierres temporales de empresas y servicios. Agudización del desempleo.

- Perjuicio a la estabilidad económica.

- Escasez de medicamentos que requieren los pacientes hospitalizados.

- Parálisis de la necesaria solidaridad institucional y social.

- Estímulo de la confrontación cuando se requiere de la mayor colaboración.

Por todo lo aquí dicho, la respuesta a la pandemia debe aflorar desde los distintos frentes públicos, privados y sociales, hacia los siguientes objetivos prioritarios:

1. Información objetiva, útil y constante de la autoridad sanitaria.

2. Cumplimiento estricto de cada instrucción de autoridades sanitarias y gobiernos por parte de la población.

3. Suspensión de toda actividad económica y social que no sea sustancial o esencial.

4. Cancelación desde gobierno y sociedad de toda reunión masiva.

5. En cuanto sea posible, resguardarse en casa.

6. Llevar a cabo las actividades económicas, sociales o institucionales que son indispensables con estricta protección y sana distancia. Promoviendo también el trabajo y la escuela en casa y por Internet.

7. Priorizar, en todos los terrenos, la protección de adultos mayores y personas inmunodeprimidas.

8. Colaboración horizontal con autoridades para proporcionar información y ayuda.

9. Rechazo tajante a la desinformación, las campañas de pánico y la falsificación de noticias.

10. Ampliación y adaptación acelerada y urgente de la capacidad hospitalaria para atender a las personas contagiadas que lo requieran.

Información veraz, protección efectiva, salvaguarda de derechos y actividad segura para afrontar en las mejores condiciones la crisis que está a la puerta.

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