Retrato Hablado

'Un reto del feminismo: educar a los hombres desde niños'

Regina Tamés no era una feminista hasta que se graduó en derechos humanos en Washington. Ahí conoció los derechos de las mujeres y los derechos reproductivos.

Regina Tamés, franca, dice no es la misma persona que estudió en el Miraflores, desde el preescolar hasta la preparatoria. La que se divirtió esos años, a pesar de la desaprobación de las monjas. Es otra, que conserva aún a su grupo de amigas de la infancia, todas cortadas con la misma tijera, adoctrinadas por igual, cautivas del guion de lo que debía ser su futuro desde muy niñas. "Mi escuela fue una burbuja que nada tenía que ver con la realidad, y me apena decir que lo descubrí tarde".

En su juventud, Regina Tamés se fue a algunos campamentos y a un internado en Connecticut. Pese a que era otra burbuja, descubrió que había religiones distintas a la católica y niñas que físicamente no se le parecían a ella ni a sus amigas del Miraflores. Se hablaba de sexo y de discriminación racial, temas ajenos a su mundo, en el que sólo las niñas podían estudiar el Teachers, un curso avanzado de inglés, y sólo los niños podían ver el futbol en la escuela durante el Mundial. "Esas cosas, a las que no les había dado importancia, de pronto me enfurecían y empecé a sentirme inconforme".

Tamés es abogada por la Iberoamericana. Eligió esa carrera porque era sensible a la vulnerabilidad de ciertos grupos, discriminados, débiles, indefensos que "me partían en corazón, pero desde una visión católica".

Con la expectativa de que el derecho le daría herramientas para ayudar a las personas, comenzó su pasantía en segundo semestre en Reintegra, con chavos y chavas en conflicto con la ley. Por primera vez se paró en juzgados y centros de reclusión y comprendió cómo funcionaba en la vida real ese coctel de pobreza, injusticia e impunidad. Después asistió en la CNDH a la presidenta Mireille Rocatti y luego fue transferida a quejas. "Fue cuando aprendí a pensar como abogada y en cómo representar a la gente y ayudarla, pero no desde la compasión, sino con las herramientas del Estado porque es su derecho. En ese momento cambió mi chip culposo, religioso, asistencial".

Tamés no era una feminista hasta que se graduó en derechos humanos en Washington. Ahí conoció los derechos de las mujeres y los derechos reproductivos, y fue elegida para defender a una niña bajacaliforniana de trece años que fue violada y obligada a continuar el embarazo hasta su término. En aquel caso paradigmático, Tamés defendió el derecho de Paulina a abortar ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

-Te fuiste quitando recelos y prejuicios de encima…

-Todo. Me lo quité todo.

-¿Sufriste el proceso?

-Nunca lo he sufrido, pero me he cuestionado mucho. Tuve que migrar socialmente porque en mi grupo de amigas todas se casaron, tuvieron hijos, no trabajaron y se escandalizaban con asuntos como el del aborto. Tuve que buscar otras amistades, reencontrarme, hablar con mis papás, que dejaron la religión. Supongo que algo tuve que ver...

En el caso de Paulina, que se ganó en una solución amistosa y negociada con el gobierno, había participado GIRE (Grupo de Información en Reproducción Elegida), que Tamés dirigiría años después. Antes fue enlace entre la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos y la Cancillería, que encabezaba Jorge Castañeda en el sexenio foxista. Más adelante colaboró en la elaboración del primer diagnóstico nacional de derechos humanos, junto a Clara Jusidman, Miguel Sarre, Sergio Aguayo e Isidro Cisneros.

En principio, el índice no contemplaba a las mujeres, pero la insistencia de Tamés y Jusidman logró que el diagnóstico incorporara la perspectiva de género. "Creo que mi papel siempre ha sido vincular los dos movimientos, el feminismo y el de derechos humanos, que son mucho más poderosos juntos".

Planned Parenthood la contrató como oficial del programa para Guatemala y Perú durante un par de años y recién convertida en madre, ocupó la dirección de GIRE.

"Tuve la suerte de que Marta Lamas me diera mano para hacer lo que yo quisiera. Me dejó cambiar los temas; agregar al de aborto muerte materna y violencia obstétrica. GIRE no litigaba y ahora tiene un área importante de litigio que está ganando casos en la Corte".

Han pasado ocho años de eso y Tamés mira al porvenir. Ha considerado irse a la iniciativa privada en busca de espacios de toma de decisiones desde donde podría generar más cambios.

Piensa en la educación de los niños, de los varones. "Recuerdo cómo fue mi educación y cómo transformar la de mis hijos, y me debato a tal grado que quiero poner una escuela. Me preocupa sobre todo mi hijo, que es lo que hoy se llama gender neutral. No distingue entre cosas de niñas y cosas de niños, entre juguetes de niñas y juguetes de niños, pero me preocupa que lo hagan pedazos allá afuera… No me había dado cuenta que si no trabajamos con los niños, el feminismo se va a ir la basura. Por eso ahora tengo la obsesión de qué podemos hacer las mujeres que tenemos hijos hombres para educarlos mejor, sin caer en los lugares comunes de siempre. Siento que la escuela es un espacio que debemos mejorar para que la educación de los niños deje de estar tan masculinizada".

Los padres hacemos daño, afirma la activista. "Les metemos en la cabeza ideas que hacen mucho daño a la larga". Y sostiene que entre los retos del feminismo figura la educación de los hombres, y particularmente de niños y jóvenes. "Con los adultos creo que es un poco tarde. Lo que ha pasado es que las chavas se han ido empoderando pero al lado están los chavos dando vueltas alrededor del mismo modelo y está claro que sigue habiendo una confrontación que se traduce en violencia".

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