Retrato Hablado

'Me parece que ya vi esta película y ya sé que acaba mal'

Consultora en comunicación e investigación política, Corduneanu asegura que encuentra paralelismos entre el régimen comunista rumano y algunos sucesos recientes en México.

"Fui el último", decía, satisfecho, el abuelo de Isabela Corduneanu. Fue el último de los pobladores de Botosani, en Rumania –a 60 kilómetros de Ucrania–, que firmó la cesión de sus puercos y vacas a la cooperativa agrícola.

En tiempos de Ceaucescu, la insubordinación del abuelo tuvo consecuencias. Su familia perdió el "origen saludable". "Él luchó en la Segunda Guerra Mundial (contra Rusia, porque hasta 1954 estuvimos del lado de Alemania) y a pesar de ello, estuvo en la cárcel porque se negó a pertenecer al Partido Comunista. Luego vino la colectivización y él se convirtió en un 'mal ejemplo' para el pueblo porque no quería 'donar' sus tierras y animales. Cada cuanto venían los enchamarrados y se lo llevaban a la Securitate (la policía secreta rumana), lo encerraban en un sótano toda la noche y lo soltaban en la mañana. El abuelo llegaba a la casa, se llevaba a las vacas y las ovejas y al volver ya estaban esperándolo de nuevo los enchamarrados. Acabó por firmar".

Consultora en comunicación e investigación política, Corduneanu asegura que encuentra paralelismos entre el régimen comunista rumano y algunos sucesos recientes en México. Afirma: "De pronto me parece que la historia se repite, que ya vi esta película y que sé que acaba mal".

-¿Qué alarmas te prende el estilo de gobernar de López Obrador?

-El lenguaje de madera, que no sé cómo traducir al español; langue de bois, en francés. Es esta manera de hablar que etiqueta en lugar de nombrar hechos para hacerte creer que una realidad es la realidad. Austeridad republicana, por ejemplo, es una etiqueta. Austeridad republicana son recortes.

Corduneanu vuelve atrás: "En mi infancia, jugábamos en la calle mientras hacíamos las filas para los alimentos –hasta la fecha, no soporto hacer una fila ni para el banco– y nos formábamos un día antes. Escuchábamos Radio Europa Libre y Radio La Voz de América, pero aun así crecimos en la censura. Nuestros padres nos advertían que no dijéramos esto ni lo otro. Recuerdo a mi padre cerrando las ventanas para oír las críticas contra el régimen. Leían al aire Red Horizons, el libro de memorias de (Mihai) Pacepa, (la mano derecha de Ceausescu). Así nos enteramos de que él y su mujer tenían un baño de oro.

"Muy pequeña aprendí a manejar el doble discurso; en la escuela, donde éramos pioneros, nos referíamos a algo que decía el presidente de la República como que había dado 'indicaciones preciosas'. Repasábamos el lenguaje de madera porque teníamos que dar discursos desde los 10 años. No olvido que en alguno, un compañero citó un libro del compañero Ceausescu, que aludía al 'camino de la época de oro', es decir, el camino hacia el comunismo".

-¿Qué impacto emocional tuvo sobre ti esa falta de coherencia?

-Te enfoca, te obliga a pensar rápido y te hace duro. Por supuesto, te deprime. Cuando estalló la Revolución Rumana yo tenía 16 años; prácticamente formé mi manera de discurrir en esta duplicidad: piensas una cosa, pero tienes que decir otra en público. Usábamos mucho el doble sentido, pero no a la mexicana. En rumano usamos una palabra que se traduciría como lagartija. Las lagartijas tenían un doble sentido político. Eran pequeñas alusiones hacia el régimen, anécdotas o simplemente palabras con cierta entonación. Era una forma de resistencia, igual que las bromas políticas.

Doctora en historia por el European University Institute, en Florencia, Corduneanu concibió en su tesis, 'Historia y memoria de la minoría húngara durante el comunismo rumano', una tipología de bromas políticas, "una forma de violencia simbólica porque el líder siempre queda como tonto".

Previamente, con el objetivo de hacer investigación en historia contemporánea, se fue a Budapest para estudiar la maestría en la Central European University, que recibe fondos de George Soros, lo cual constituye, hasta hoy, un problema político con los extremistas nacionalistas de la región. "Crecí sin pasaporte, en un país con las fronteras cerradas. Sentí que de repente salía de un cerco. Abordé un avión hasta los 24 años. De hecho, el libro en el que se convirtió mi tesis tiene en la contraportada una cerca de alambre congelada".

Los alumnos rumanos que pasaban por esa universidad eran contactados a su regreso por la policía. Aparentemente, les armaban un expediente. A la postre, la universidad se mudó a Viena porque el régimen nacionalista de derecha de Viktor Orban, el premier, prohibió los estudios de género.

El amor la trajo a México, donde ha vivido los últimos 17 años. Profesora en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, sostiene la historiadora: "Reconozco la censura por más sutil que sea, desde las primeras palabras. Por eso cuando llegué aquí, entendí perfectamente el término cantinflear".

Sigue: "A los 12 años gané un lugar para ir a la Olimpiada Nacional de Literatura, y ahí conocí a la hija de un coronel de la policía política. Ella nos contó bromas que sabía de su papá, bromas por las cuales hubieran detenido, encerrado y golpeado con sacos de arena a cualquier otro, a ver si volvía a abrir la boca. Y ahí estaba la hija contándonoslas a nosotros. De regreso, en la estación de tren, le cuento a mi padre que me sé unas bromas nuevas y nos reímos con lágrimas, hasta que me tapa la boca y me pregunta cómo me las sé. Yo le respondo que fue la hija del coronel. Se quedó lívido y me advirtió: 'Nadie me va a creer que tú sabes estas bromas por ella, y yo voy a acabar en el sótano, así que mejor cállate'. Ésa fue mi primera clase de política".

COLUMNAS ANTERIORES

Alberto Lati, un nómada que explica el mundo através de un balón
‘Cantar es como cuando haces ejercicio’

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.