Retrato Hablado

'La crisis en DH que vivimos, nunca la imagine'

Mariclaire Acosta considera que este país está corrompido hasta la médula.

Marieclaire Acosta es hija de padres mexicanos por nacimiento y nieta de diplomáticos. Su padre nació en París, pero lo registraron en el consulado, donde trabajaba su abuelo paterno. Su madre nació en la embajada de México en Bogotá cuando su abuelo materno era embajador de México en Colombia. Su carrera diplomática terminó en España, durante la guerra civil.

"La guerra civil estuvo muy presente en mi infancia. Mi abuela materna, una enfermera inglesa, se fue a trabajar con el Socorro Rojo y apoyó la causa sanitaria del lado republicano mientras se recibían refugiados en la embajada. Cuando lo pienso retrospectivamente, me queda claro porqué me incliné hacia los derechos humanos".

La abuela inglesa tenía un claro sentido de la historia y lo registraba todo. A escondidas, les leía a sus nietos sus memorias de la guerra. Las madres preferían olvidar todo aquello.

"Un día, mi padre decidió que estaba bueno de tanto internacionalismo, de que fuéramos tan diferentes del resto, y nos cambió de escuela. A los 11 años tuve que reinventar mi identidad y hacerme plenamente mexicana, con algunas dificultades (la sacaron de una escuela bilingüe) porque me manejaba mejor en el inglés. Como había sido educada en un sistema pedagógico diferente, fui objeto de burlas por parte de mis compañeros y de algunos profesores". La güera atarantada, le decía la maestra de gimnasia.

Eso, y sobre todo y el balazo accidental que recibió uno de sus hermanos, que vivió de milagro, traumatizaron a la niña y provocaron que su adolescencia fuera "particularmente atormentada".

Así, la Universidad Nacional fue "como tierra prometida". "La UNAM es el crisol de la nación. Yo era como todos. Además, en los 60 había una mística nacionalista. Para mi familia era importantísimo devolverle al país lo que el país te había dado".

Acosta se casó temprano, en sus veintes, y se integró como asistente de investigación al Colegio de México, con Rafael Segovia, su mentor. Segovia había emprendido una investigación sobre la forma en la que los niños adquirían la cultura política. "Veías en sus respuestas el impacto del 68 y de la violencia".

Ella había participado en el movimiento estudiantil en tareas de apoyo. Escondió a dirigentes, ofreció información a la prensa internacional, "hice trabajo de derechos humanos, sin saberlo".

En la universidad de Essex, donde estudió la maestría, Acosta conoció a Carlos Monsiváis, profesor invitado del Departamento de Literatura. "Lo frecuentaba en su cubículo. Él estaba muy solo, muy lastimado. Y yo también. Hablábamos mucho del movimiento estudiantil y su aplastamiento".

En Inglaterra, Acosta contactó por primera vez a activistas de Amnistía Internacional. El agregado cultural de la embajada de México, Hugo Gutiérrez Vega, le presentó a los activistas que buscaban información sobre presos políticos en México para instrumentar campañas de defensa y lograr su salida de prisión. "Me provocó un impacto muy fuerte pensar que había gente en Inglaterra preocupada por los prisioneros y que se podía apelar a la solidaridad internacional".

En México, la expresidenta de Comité de Participación Ciudadana del Sistema Nacional Anticorrupción se integró a Aministía Internacional México, que recién se había fundado. Desde ahí, se involucró en la búsqueda de compañeros suyos desaparecidos en el cono sur, en Chile y Argentina principalmente.

AI fue solidaria con miles de exiliados políticos que llegaban a México, recopiló sus historias, apoyó a los refugiados y se acercó discretamente a las víctimas mexicanas, "violando la propia normativa de Amnistía internacional, la verdad, porque mi gran objetivo en esa época (como presidenta de la organización), era lograr que nos ocupáramos de nuestro país. Se formó una pequeña masa crítica que permitió que se abriera una rendija y que la organización se ocupara del caso mexicano".

A finales de los 70, Acosta volvió a la universidad, aunque había abandonado cualquier pretensión de hacer una carrera académica. Lo suyo era el campo de batalla.

Unos años adelante, Rodolfo Stavenhagen –que había sido su profesor y durante la guerra sucia fue de los contados intelectuales mexicanos que apoyó abiertamiente a AI– le advirtió que perdía su tiempo en la UNAM, que se dedicara por completo a los derechos humanos. "Así surgió la Academia Mexicana de Derechos Humanos", auspiciada por la Fundación Ford. En 1988, dejó la academia para fundar la Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos, que llevó el primer informe a la Comisión Interamericana sobre las atrocidades cometidas por el Estado mexicano en Chiapas, durante el levantamiento zapatista.

Acosta militó en el PRD, pero la cansó la vida partidista. Apoyó a Vicente Fox, sin embargo, a cambio de que éste, como presidente, ratificara todos los tratados internacionales en materia de derechos humanos. "Eran los tiempos de las atrocidades de Chiapas, de Acteal, El Charco, Aguas Blancas y era evidente que se necesitaba echar mano del sistema internacional de derechos humanos y abrir este país al escrutinio internacional".

Una vez formado el gobierno, Acosta fue parte del equipo de Jorge Castañeda en la Cancillería. "Y por supuesto, me expulsaron del paraíso algunos izquierdistas. Fue durísimo porque tenía al PRI y al PRD en contra y el PAN tampoco estaba muy convencido del tema. Con todo, creo que lo más importante que logré fue abrir el país al escrutinio internacional en materia de derechos humanos. Lo que nunca imaginé fue que viviéramos la crisis de derechos humanos que estamos viviendo".

En su consultoría, Acosta trabajó y estudió la política de drogas del gobierno de Calderón. Luego fue invitada a la OEA por el entonces secretario general José Miguel Insulza.

La presidenta del consejo de directores de Justica Transicional MX y autora de La impunidad crónica de México: una aproximación desde los derechos humanos, lamenta que tras una vida fortaleciendo los derechos humanos, se haya venido todo abajo después de desgracias como la guerra contra las drogas o la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa. "Lo que ha pasado es brutal".

"Trato de mirar de frente el horror, y la verdad no sé cómo vamos a salir de esto. Desgraciadamente, con este gobierno tampoco hemos tenido mucho intercambio o interés. Está todo cuesta arriba. Este país esta corrompido hasta la médula".

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