Retrato Hablado

'Hay que actuar, los privilegios no nos deben paralizar'

Para Laura García Coudurier el feminismo no se trata sólo de luchar por los derechos de las mujeres; es un método de pensamiento que nos puede ayudar a resolver muchos otros problemas.

"Con todo respeto, veo el tema del privilegio como algo superficial", dice, firme pero amable, Laura García Coudurier, prometedora directora de Global Greengrass Fund, un fondo que financia organizaciones que defienden el territorio y los recursos naturales del mundo.

"Los privilegios no deben paralizarnos", insiste la exdirectora de Fondo Semillas, quien transformó el sistema de esa organización, dedicada a mejorar la vida de las mujeres, precisamente porque era una forastera: "Yo podía movilizar dinero, porque el lugar del que vengo, mi educación, mi formación bilingüe y mis redes, me han dado armas para transformar ese sistema".

García utiliza sus ventajas en vez de cargarlas como fardo. "Yo tenía una enorme culpa social no trabajada emocionalmente, y esa culpa me estorbaba. Era incapaz de ver que yo sería una pieza capaz de cambiar ese sistema de privilegios. Yo no tengo la visión panorámica, profunda y cruda que tienen las activistas feministas que tienen otra vivencia personal, pero la alianza entre ellas y yo fue magnífica".

Laura García estudió Relaciones Internacionales, una pequeña rebelión frente a su familia, de estirpe en el mundo de la abogacía (su abuelo fue rector de la Escuela Libre de Derecho). Lo hizo en el Colegio de México, pero la terminó en París. "Me clavé en temas de derecho internacional y así llegué al derecho penal y al estudio de la justicia a partir de los crímenes, cómo se tipifican y cómo se hace justicia. Nunca me imaginé que crímenes de guerra y de lesa humanidad que habían ocurrido en Colombia, Guatemala, Darfur o el Congo se volvieran tan relevantes para México. Pensé que estudiaba un tema muy exótico, pero eso fue antes de la guerra contra las drogas de Calderón y la escalada de violencia. Nunca pensé ver que en México se cometerían crímenes de lesa humanidad".

Regresó a México para trabajar en la campaña presidencial de Patricia Mercado y después hizo prácticas profesionales en la Corte Penal Internacional. Pudo aplicar para quedarse, "pero no tenía la madurez emocional para manejar temas tan duros y vivir sola en un país como Holanda".

Cursó la maestría en el King's College de Londres y volvió a la Cancillería con Patricia Espinosa. La dejó pronto: "No sentí que fuera posible transformar las cosas de adentro y sí que mi llamado era trabajar junto con la sociedad civil y las activistas y el movimiento feminista".

–¿Cómo te volviste feminista?

–El feminismo me atrapó porque es una herramienta que expande tu cabeza y te hace pensar que el mundo no tiene que ser como es, que lo podemos cambiar, que hay sistemas económicos y políticos distintos. El feminismo no se trata sólo de luchar por los derechos de las mujeres; es un método de pensamiento que nos puede ayudar a resolver muchos otros problemas como la falta de justicia y la degradación ambiental en el mundo. Me inspiraron dos mujeres que admiro mucho y que fueron mis jefas: la jueza brasileña Sylvia Steiner, que conocí en la Corte Penal Internacional, una persona incorruptible, sumamente profesional y con un intelecto muy estimulante, que me enseñó cómo en los conflictos armados las mujeres son utilizadas como herramienta de guerra al ser violadas, convertidas en esclavas sexuales o utilizadas como niñas-soldados. Mi segunda mentora fue Patricia Mercado, que entendía los problemas sociales en México desde una perfectiva feminista. Me dejó una enorme sed por conocer más sobre los temas de desigualdad de género que yo empezaba a entender como los entiendo ahora.

Sin embargo, la parte crucial de su formación fue Fondo Semillas: "Me permitió recuperar la esperanza gracias a activistas feministas que están en las bases luchando y cambiando las cosas, como Marcelina Bautista (la primera mujer que organizó y defendió los derechos de las trabajadoras del hogar). Fondo Semillas fue una gran escuela para mi propia vida y para la exploración de mi libertad en todos los sentidos, y también para buscar la libertad para otras mujeres.

"El fondo me dio una perspectiva más interseccional; es decir, aprendí que lograr la igualdad de género no es posible en el vacío. Hay que trabajar en conjunto para lograr un mundo con igualdad. Por ejemplo, nuestras mujeres indígenas, por usos y costumbres, no pueden heredar ni poseer tierras; esto las conduce a un círculo de violencia y de falta de derechos. En Fondo Semillas empezamos a financiar mujeres indígenas que buscaban su reconocimiento como titulares de tierra. Inevitablemente, empezaron a defender el territorio completo y no la titularidad de su parcela porque quedaban igualmente indefensas frente a las mineras, las empresas extractivas, o lo que fuera. De la igualdad de género y de la protección de sus derechos depende que se acabe ese tipo de explotación, de desigualdad y de injusticia. No se trata solo de derribar el patriarcado; si mantienes el actual sistema capitalista de extracción, de relación colonialista con respecto de los recursos y las poblaciones, el patriarcado no se va a terminar. Es hermano del capitalismo. Si no destruyes ambos a la vez, no hay avance".

Amante del contacto con la naturaleza, cuenta García Coudurier sobre ella: "Me divorcié hace cuatro años y fue la mejor decisión de mi vida. A partir de eso, me di cuenta de que yo supeditaba muchas cosas a moldes que no me satisfacían ni me hacían feliz. Divorciarme hizo que me diera cuenta de que soy dueña de mi destino, de que vengo de un lugar de absoluto privilegio pero sigo trabajando para colocarme en otros espacios. No me interesa la clase alta mexicana, por eso me quise salir de ahí y por eso también me apasionó Fondo Semillas, que me abrió la puerta a un México que yo medio veía pero no conocía para nada, y me mostró la enorme fuerza de las activistas, que es proporcional al tamaño de nuestros problemas".

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