Retrato Hablado

'Desde muy joven vi lo duro de la realidad'

La vida de Fabiola Navarro tiene muchas historias duras, superadas todas, comenta María Scherer Ibarra.

Fabiola Navarro es la segunda de tres hermanas. La mayor fue operada trece veces de la columna vertebral. Su madre se consagró, como era de esperarse, al cuidado de su hija enferma. En consecuencia, Fabiola se hizo independiente muy pronto y quedó a cargo de la menor hasta que cumplió 18 años y dejó la casa de sus padres.

Estaba envalentonada. Estudiaba en el CCH Naucalpan durante la huelga de 1995. A ella y a sus amigos, líderes estudiantiles, todo les parecía fácil. Uno de ellos le prestó un cuarto de servicio. La pocilga, lo llamaban sus hermanas. Ahí vivió hasta que entró a trabajar con Bernardo Bolaños, quien era asesor jurídico del jefe de Gobierno Cuauhtémoc Cárdenas, en 1997. "Ese fue mi primer contacto con la administración pública". Asistía a las reuniones de gabinete, y se sentaba al lado de mujeres como Clara Jusidman, Rosario Ibarra de Piedra e Ifigenia Martínez.

Navarro laboró después en el Centro de Atención al Indígena Migrante, un proyecto de conversión social entre una agencia holandesa y el gobierno de la Ciudad de México. Ese tiempo le cambió por completo la perspectiva. "Descubrí que la realidad era mucho más dura".

Entonces comenzó una carrera docente que no ha abandonado hasta la fecha. Mientras cursaba su primer semestre en la Facultad de Derecho de la UNAM, daba clases de derechos humanos a reclusos, sin técnicos penitenciarios que la acompañaran. "Nunca tuve miedo, pero no por valiente. Porque así son los jóvenes. No miden el peligro".

El Centro de Atención al Indígena Migrante estaba junto al mercado Abelardo L. Rodríguez, en el centro histórico, junto a Tepito. Un día llamaron al Centro para solicitar la asesoría de un abogado. Habían matado a un joven de 16 años. Su hermano estaba grave en el Hospital Balbuena. Ambos atendían una carnicería, y una madrugada, cuando abrían, los asaltaron a punta de pistola. Los niños se resistieron y les dispararon. Unos amigos suyos, de La Merced, localizaron a la familia y buscaron a un abogado.

Recuerda Navarro: "Apareció el dueño con su abogado, que traía una pistola metida en la bota. Me dijo que era el tercer asalto que sufría su cliente en el mes. Yo, con la arrogancia de la juventud, le respondí que tenía amigos en el gobierno de la Ciudad de México y que su cliente había perdido dinero, pero que unos padres habían perdido a sus hijos. El caso se resolvió en una negociación y fue muy significativo para mí que esa familia, aunque mínimamente, fuera compensada".

Después de la huelga de 1999, a Fabiola Navarro le costó mucho volver a Ciudad Universitaria y optó por hacerse autodidacta. Había trabajado con uno de los asesores de Claudia Sheinbaum en la Secretaría del Medio Ambiente del gobierno capitalino y después en la Procuraduría General de Justicia del DF, con la subprocuradora jurídica y de derechos humanos, Margarita Espino del Castillo Barrón y su coordinador de asesores, Enrique Flota. Ahí desarrolló un proyecto para formar traductores e intérpretes indígenas y para explicar a los ministerios públicos cosas elementales como su obligación de proveerles uno a quienes iban a ser juzgados en una lengua que no comprendían. Poco después, Navarro fue promovida para el Premio al Abogado Destacado, pero renunció y se fue a litigar a un despacho. Ganó un famoso caso de competencia económica que dio la razón a Pepsi. Según ésta, Coca-Cola incurría en prácticas de desplazamiento ilegal del mercado. "Gané el caso con un argumento de derechos humanos y fue muy satisfactorio, pero el litigio no era lo mío".

En el IFE, a donde llegó en 2008, fue asesora del secretario ejecutivo, como especialista en procedimientos administrativos. Estaba por entrar en vigor el nuevo Código de Procedimientos Electorales con un fuerte componente contencioso y en el instituto había una gran preocupación porque nunca se habían llevado audiencias. Al mismo tiempo, hizo una especialidad en justicia electoral y una maestría.

Luego pasó al jurídico como directora de contratos y convenios, y conducía, entre otras, el área de transparencia. Ahí colaboró con María Marván, quien presidía el Órgano Garante de Transparencia.

En 2012, Navarro, madre ya, decidió tomarse un tiempo fuera. Lo único que no dejó, entonces ni nunca, fue su vocación académica. Tres años más adelante, se reencontró con Marván, que coordinaba la Encuesta Nacional de Corrupción y Cultura de la Legalidad y juntas trabajaron en el libro La corrupción en México: percepción, prácticas y sentido ético. Desde entonces, trabaja en el Instituto de Investigaciones Jurídicas, y desde 2018 es la coordinadora del Observatorio de la Corrupción e Impunidad.

Doctora por la Universidad de Alicante, Fabiola Navarro también es fotógrafa. Un novio ceceachero le regaló una cámara y desde entonces hace retratos. Fanática de Tina Modotti, entró a la Academia de Artes Visuales.

La vida de Fabiola Navarro tiene muchas historias duras, superadas todas. Hace unos años, la menor de sus hermanas quedó cuadripléjica. El de la mayor de las Navarro había sido un caso extraño, estudiado en los institutos nacionales de Ortopedia y Nutrición. La más pequeña manejaba, cuando perdió la visión en un ojo y, en cuestión de meses, no podía mover brazos ni piernas.

"Éramos muy unidas. La enfermedad de mi hermana fue un golpazo, y aunque nunca me he sentido víctima, me dejó una sensación de estar siempre teniendo que sortear algún obstáculo". Un tiempo después, de manera inexplicable, volvió a caminar. Años después, fue madre. "Como mi hermana mayor, fue un caso entre millones. Nadie entiende qué pasó".

La fotografía es tan indispensable en la vida de Fabiola Navarro como el derecho: "Necesito contar historias. Así le doy vuelo al sentimiento".

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