Retrato Hablado

Faltan médicos forenses... ‘y luego sorprende que nos venza el crimen’

“Me enamoré de la función del derecho. Quise ser juez, porque mi maestro, además de un hombre sabio, era un buen juez, ejemplar, honesto y justo”, señala Zoraida García.

Los tres hermanos García fueron registrados en Guerrero –no en la Ciudad de México, donde nacieron–, porque su padre aspiraba a que alguno de ellos fuera diputado o, todavía mejor, gobernador del estado.

Los tres hermanos García estudiaron derecho porque su padre lo había hecho antes y el primogénito fue vehemente: “Es lo que nos conviene”, dijo a las dos mujeres. Sus padres no tenían recursos suficientes y leyes era una carrera de medio tiempo que les permitiría trabajar.

Los tres hermanos García prosperaron: el varón estudió en Cambridge y en el Instituto de Investigaciones Jurídicas, y se dedicó a los negocios; la menor trabaja en la oficina del abogado general de la UNAM, y la segunda, Zoraida García, es la directora de la Escuela Nacional de Ciencias Forenses de la UNAM.

Zoraida García se casó joven y joven se divorció. Todavía laboraba en la Comisión de Derechos Humanos del DF como jefa del Departamento de Seguimiento, en el área de quejas. Llegó ahí con experiencia: había pasado un tiempo en el despacho de su padre, donde se litigaban lo mismo asuntos penales que laborales o civiles. Sabino Ventura, su profesor de derecho romano y juez de lo civil, se la llevó como meritoria. “Me enamoré de la función del derecho. Quise ser juez, porque mi maestro, además de un hombre sabio, era un buen juez, ejemplar, honesto y justo”.

En el Centro de Estudios Judiciales, la escuela judicial del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México, Zoraida García fue secretaria. Por las mañanas seguía con sus estudios y aprendía francés. Después de la Comisión de Derechos Humanos capitalina, entró a la Unidad de Análisis Constitucional de la PGR, cuando su titular era Antonio Lozano. “Hice muchas opiniones del procurador y también demandas o contestaciones de demandas”. Esa oficina se escindió y Zoraida García pasó a la Unidad Especializada contra la Delincuencia Organizada, como agente del Ministerio Público. La dejó porque surgió una unidad de élite, formada por jóvenes: la Unidad Especializada en Delincuencia Organizada. “Fue cuando Estados Unidos empezó a implementar los controles de confianza. Funcionábamos por células, y yo me dediqué al Cártel de Juárez. Estaba convencida, como mis compañeros, de que estábamos haciendo el bien y combatiendo el narco”.

Después asesoró a la contralora del Consejo de la Judicatura del Poder Judicial. Genaro Góngora recién había ocupado la presidencia de la Suprema Corte de Justicia. Por ese tiempo nació la hija de Zoraida García, y decidió consagrarse al cuidado de la niña, pero, mientras aprendió corte y confección, litigó algunos asuntos y terminó una maestría. También dio clases en el Seminario de Derecho Internacional de la UNAM, hasta que volvió al área administrativa del Consejo de la Judicatura, y saltó a la Corte, con los ministros Ortiz y Silva Meza. Durante esos años culminó su tesis doctoral en investigaciones jurídicas. José Ramón Cossío la dirigió. Justo cuando estaba por terminarla, en la UNAM se abrió la licenciatura en Ciencia Forense. Cossío, que era parte de la Academia Nacional de Medicina, supo que buscaban a una persona joven para coordinar la nueva carrera de la Facultad de Medicina. “Hace diez años vine a implementar la carrera. En diciembre de 2022 se aprobó que la carrera se transformara en escuela; es decir, ya no es parte de la Facultad de Medicina, sino la Escuela Nacional de Ciencias Forenses. El siguiente nivel es facultad”.

-En buena hora, porque tenemos una crisis en materia forense…

-Crisis en materia forense siempre hemos tenido. Lo que le importa al mundo de la justicia es que haya procuradurías, formar abogados para que sean agentes del Ministerio Público, pero resulta que los policías son despreciados y los peritos también. Nuestros servicios periciales se han integrado como por casualidad. Lo más importante en la investigación de los delitos en México ha sido el Ministerio Público, un abogado, y qué clase de abogado... Hasta hace poco, para investigar un delito, contábamos con documentos públicos, confesiones y testimoniales como pruebas. Las periciales eran dactiloscopías o fotos, pero el avance técnico y científico ha sido vertiginoso, y la prueba pericial ha tomado un lugar enorme. La prueba genética tiene menos de 20 años; los laboratorios de toxicología son jóvenes, y hasta hace cinco años no había antropólogos biólogos en las fiscalías del país, indispensables para la identificación de personas.

Nos faltan médicos forenses, aquellos que realizan las necropsias o dictaminan las lesiones, sostiene Zoraida García. “¿Sabes cuántos médicos forenses formamos al año? S-i-e-t-e”.

-¿Siete? No es cierto .

-Los médicos forenses primero son médicos cirujanos. Cuando los chicos egresan y escogen la especialidad de medicina forense se enteran de que sólo hay siete plazas a nivel nacional, y en el mejor escenario ganan 30 mil pesos al mes. ¿Quién quiere ser médico forense en esas condiciones tan deplorables?

Ni siquiera porque la UNAM decidió hacer un perfil científico literalmente “inspirado en el CSI” se logra avivar el interés de estudiantes y autoridades. “El científico forense tiene conocimientos de química analítica, de toxicología, de odontología, genética, histología, antropología biológica, arqueología, psicología, victimología, criminología, análisis de imagen, delitos cibernéticos. No son todólogos, sino personas con una visión amplia de cómo la ciencia y la técnica pueden auxiliar a la justicia. El problema es que, en nuestro sistema de justicia, las áreas menos atendidas son las periciales, que son las que tienen las pruebas más rotundas en los casos de investigación. Y luego nos sorprendemos porque nos vence la delincuencia”.

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