Razones y Proporciones

La desaceleración del financiamiento

Manuel Sánchez escribe del menor dinamismo en el crédito y de cómo la mejor contribución de las autoridades es promover la competencia y estabilidad

Con base en la información del Banco de México, desde 2016 el crecimiento real del financiamiento total en el país ha disminuido, con lo que su saldo respecto al PIB se ha reducido moderadamente, rompiendo una trayectoria al alza de varios años.

El menor dinamismo financiero ha implicado varios trimestres de contracción de los recursos absorbidos por el sector público, como resultado del ajuste fiscal, y un ligero aflojamiento de los destinados al sector privado.

Con mucho, la principal restricción al fondeo ha provenido del freno de las fuentes externas en 2015 y su eventual retracción, asociados primero con la caída de los precios de las materias primas y, luego, con el proceso de normalización de la política monetaria en Estados Unidos.

De forma racional, las condiciones menos favorables en el exterior han conducido a un desendeudamiento del sector privado en moneda extranjera.

Además, en los últimos tres años el financiamiento interno al sector privado ha atenuado su dinamismo, lo cual ha incluido una notable ralentización del crédito a los hogares, así como cierta desaceleración en el otorgamiento de recursos a las empresas.

Como ha sido tradicional, el financiamiento interno a las personas morales ha estado asociado principalmente con el crédito, ya que el otro componente, la emisión de valores, aún representa una proporción considerablemente menor en el total.

La variación real del crédito vigente de la banca comercial a las empresas ha permanecido relativamente estable, en parte por la sustitución de pasivos externos por internos realizado por las compañías. En contraste, el crédito de la banca de desarrollo acentuó su tendencia de desaceleración durante 2016 y 2017.

La discrepancia en el dinamismo del crédito empresarial de la banca de desarrollo respecto al de la banca comercial no parece obedecer a condiciones de costo muy distintas. Por ejemplo, la tasa anual media de nuevos préstamos ha sido prácticamente la misma para ambos tipos de intermediarios, con un incremento similar asociado al apretamiento de la política monetaria en México.

Más bien, el comportamiento diferenciado entre las dos clases de instituciones podría responder a cierto deterioro de la cartera de la banca de desarrollo, como lo refleja la tendencia de ascenso gradual de su Índice de Morosidad (IMOR) desde 2013, que contrasta con la disminución de ese indicador y del ajustado por castigos de crédito (IMORA) exhibidos por la banca comercial.

Asimismo, desde 2016 el crédito a los hogares ha reducido su ritmo de expansión, aunque con cierta reactivación durante el presente año. Por una parte, la variación real anual de los préstamos hipotecarios vigentes cayó sustancialmente hasta mediados de 2017, tanto en la banca comercial como en el Infonavit.

La pérdida de vigor del crédito a la vivienda podría reflejar el aumento de la incertidumbre y la caída de los indicadores de confianza del consumidor, derivados especialmente de la elección presidencial en Estados Unidos, lo cual impulsó al alza, aunque de forma moderada, la tasa de interés promedio de esos programas.

Por otra parte, el crédito al consumo ha registrado una desaceleración más pronunciada, en especial en los empréstitos de nómina y personales. Esta cartera ha reducido su calidad, como lo muestra la tendencia de aumento en el IMORA, por lo que es probable que, en buena medida, su contención haya sido propiciada por los bancos.

El menor dinamismo de ciertos rubros de crédito ha sido congruente con la desaceleración de la economía de México durante los últimos tres años. Lo anterior parece confirmar el manejo prudente de las instituciones financieras, las cuales podrían estar privilegiando una asignación sostenible de préstamos, por encima de alcanzar, a toda costa, los objetivos planteados por el Gobierno en materia de penetración financiera.

Así, a pesar de las condiciones menos favorables, la banca mantiene estándares adecuados de capitalización, liquidez y provisiones para castigos de crédito. La perseverancia en ese enfoque permitiría a los intermediarios apoyar el crecimiento económico de largo plazo, especialmente cuando las condiciones permitan la reanimación de la inversión.

Empero, prevalecen tareas pendientes para la banca en lo que se refiere a una mayor eficiencia y calidad de sus servicios. Ante estos retos, la mejor contribución de las autoridades al desarrollo bancario no consiste en imponer metas, sino en promover la competencia y fortalecer la estabilidad financiera, mediante el control de la inflación y una regulación y supervisión adecuadas.

El autor es exsubgobernador del Banco de México y autor de Economía Mexicana para Desencantados (FCE 2006).

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