Razones y Proporciones

La demanda de predicciones económicas

A pesar de su popularidad, el récord de aciertos de previsiones económicas, en cualquier parte del mundo, no es alentador, reflexiona Manuel Sánchez González.

Una tarea solicitada por el público a los economistas de forma continua y, en especial, a principios de año, es la generación de pronósticos económicos. A pesar de su popularidad, el récord de aciertos de estas previsiones, en cualquier parte del mundo, no es alentador.

Los pronosticadores profesionales suelen ofrecer cuantificaciones sobre la evolución que esperan de un sinnúmero de variables, con periodicidad diversa, incluyendo indicadores de actividad y precios agregados, así como de sectores y mercados específicos.

Aunque tales ejercicios se revisan con mucha frecuencia, generalmente las previsiones contrastan, de manera notable, con la realidad. Los márgenes de error son significativos principalmente en dos circunstancias.

Por una parte, los desatinos tienden a crecer entre más lejos en el tiempo se pronostica. Por otra, casi sin excepción, a los especialistas se les escapan los puntos de inflexión de las variables estudiadas.

En esta última vertiente, tal vez no exista un caso más comprobado de persistente error de predicción que el de las recesiones.

Por ejemplo, con base en los pronósticos del PIB para 63 países durante 1992-2014, un estudio del FMI encontró que los pronosticadores no descubrieron la magnitud de las recesiones hasta muy entrado el año en que ocurrieron. Además, las previsiones del sector privado y del oficial fueron virtualmente idénticas, por lo que la incapacidad de ambos grupos para anticipar recesiones resultó semejante.

Varias razones pueden contribuir a explicar el pobre desempeño de los especialistas. Sin duda, la más importante es la complejidad inherente de la economía. Su evolución es el resultado de millones de decisiones de seres humanos, cuya conducta es sólo imperfectamente comprendida por los economistas. A su vez, ésta se modifica ante cambios en las condiciones externas, los cuales a menudo son impredecibles.

Naturalmente, las posibles trayectorias económicas se multiplican entre más largo es el período contemplado. La complicación e incertidumbre de esas interacciones convierten el oficio de vaticinar en una actividad audaz.

Una posible segunda fuente de error es la propensión de los pronosticadores de suponer que el mundo de mañana será como el de hoy. Así, ante la gran falta de certeza, se opta por simplificar el futuro ideando una economía con escasas modificaciones.

Ello se refleja en la utilización de modelos estadísticos que asignan una mayor ponderación a la información reciente. El problema obvio de este enfoque es que, por su misma naturaleza, descarta rompimientos de tendencia, como los asociados con crisis y ciclos económicos.

Una tercera causa de fallas, relacionada con la anterior, es la inclinación de los expertos a unirse al consenso y renunciar a una posible posición de discrepancia respecto a la mayoría. En particular, contrario a los que podría pensarse, las previsiones de los diferentes analistas suelen exhibir sólo mínimas diferencias entre sí, especialmente tratándose de recesiones.

Esta preferencia hacia la uniformidad podría reflejar la existencia de incentivos inadecuados. Al parecer, en el sector privado, el costo reputacional y de remuneración pecuniaria de ser el único en descartar crecimiento cuando éste ocurre supera el posible beneficio de acertar pronosticando su ausencia.

Asimismo, en el sector gubernamental, es posible que prevalezcan conflictos de interés. Por ejemplo, las subestimaciones de las posibilidades de recesión en agosto de 1990 por parte Alan Greenspan y de los problemas del mercado hipotecario en marzo de 2007 por parte de Ben Bernanke, que difirieron drásticamente de lo observado, podrían reflejar su convencimiento de que las políticas del Banco de la Reserva Federal de Estados Unidos eran las adecuadas.

Las consideraciones anteriores sugieren una actitud de cautela en el uso de los pronósticos. Excepto en condiciones inusuales de extrema estabilidad, lo cual podría ocurrir sólo en el muy corto plazo, las previsiones económicas tienden a estar equivocadas.

El desacierto de las previsiones aumenta cuando éstas más se necesitarían: con suficiente antelación y ante cambios de dirección. Además, las fuentes de error asociadas con los posibles sesgos de los pronosticadores implican el riesgo de encontrar estimaciones no sólo desatinadas sino engañosas.

En tales circunstancias y ante la necesidad de tomar decisiones, es preferible que los usuarios de los pronósticos profundicen en los supuestos que los sustentan y los interpreten no como predicciones precisas sino como indicaciones falibles del rumbo general de la economía.

Exsubgobernador del Banco de México y autor de Economía Mexicana para Desencantados (FCE 2006)

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