Razones y Proporciones

La calma en los mercados financieros

La calma en el mercado cambiario y en el de bonos no significa que exista un ambiente propicio para la actividad económica.

Durante el presente año, los mercados financieros nacionales han exhibido un comportamiento favorable.

Específicamente, el tipo de cambio del peso frente al dólar ha mantenido una relativa estabilidad, con fluctuaciones moderadas en torno a un promedio ligeramente por encima de 19 pesos por dólar.

Además, las tasas de interés de mercado han tendido a descender de forma continua. Por ejemplo, en lo que va de 2019 el rendimiento de los bonos gubernamentales a diez años ha disminuido 158 puntos base, para ubicarse en 7.1 por ciento en la última semana de noviembre.

El gobierno ha considerado estas y otras tendencias financieras como señal de aprobación de su actuación por parte del público inversionista. En cambio, algunos comentaristas las han encontrado inexplicables a la luz del desempeño insatisfactorio de la actividad económica.

En efecto, la evolución positiva de estas variables financieras contrasta con el estancamiento que hasta el tercer trimestre del año ha registrado el PIB, a tasa anual ajustada por estacionalidad, el cual ha incluido una rápida desaceleración de los servicios y una profundización en la contracción industrial.

Las opiniones del gobierno y de los observadores pueden conciliarse si se reconoce que los mercados financieros parecen reflejar aspectos que son independientes de la actividad productiva. La dicotomía entre el comportamiento financiero y real es más probable en plazos no muy largos y sus determinantes pueden relacionarse, en parte, con algunas políticas económicas.

Es difícil identificar con certeza los factores que mueven a las variables financieras, especialmente en el corto plazo. No obstante, como principio general, son aquellos que afectan la demanda y la oferta de los activos en cuestión.

Estos mercados tienden a ser eficientes en cuanto que, en cualquier momento, los participantes utilizan toda la información disponible para evaluar el presente y formar sus expectativas. De ahí que los datos inesperados y las sorpresas impacten de inmediato los precios de los activos, lo que, con frecuencia, resulta en volatilidades considerables.

El tipo de cambio del peso frente al dólar y otras monedas se determina en un régimen de libre flotación. En ese sistema, las paridades tienden a reflejar, de forma prominente, la preferencia relativa del público por los distintos instrumentos monetarios.

El peso mexicano es una de las monedas con mayor volumen de operación en el mundo, superada únicamente por el renmimbi chino dentro de las economías emergentes. La mayor parte de las transacciones se lleva a cabo fuera del país, por lo que los compradores y vendedores del peso, además de ser muy numerosos, tienen un carácter eminentemente global.

Como consecuencia, los factores que influyen en el tipo de cambio pueden fácilmente rebasar la geografía del país. Una ilustración de este fenómeno lo constituye el debilitamiento abrupto del peso frente al dólar a finales de 2016, como resultado de la elección del presidente Trump, un evento que, al parecer, tomó a muchos por sorpresa.

Por supuesto, las novedades internas pueden también impactar la paridad, como se observó con la presión cambiaria de junio de 2018, la cual coincidió con la generalización de pronósticos que anticipaban la virtual victoria del presidente López Obrador.

Con base en lo anterior, la relativa estabilidad del tipo de cambio durante el presente año parece reflejar la ausencia de importantes sorpresas, así como el mantenimiento de 'fundamentos' financieros, como el compromiso gubernamental por un superávit primario en las finanzas públicas y la perseverancia del Banco de México en el combate de la inflación.

Una explicación análoga puede elaborarse sobre el descenso de las tasas de interés de mercado. Este declive ha ido de la mano de la baja en los correspondientes rendimientos de Estados Unidos, con los cuales aquéllas guardan una estrecha relación, así como los recortes casi sincronizados y en igual magnitud en las tasas de referencia de los bancos centrales de ambas naciones. Una vez más, la reducción suave de las tasas de interés en el año parece confirmar la ausencia de sorpresas significativas.

Empero, la calma registrada tanto en el mercado cambiario como en el de bonos no significa que exista un ambiente propicio para la actividad económica. El debilitamiento del consumo privado y el ahondamiento de la caída de la inversión durante 2019 confirman la necesidad de corregir el rumbo de las políticas gubernamentales para restablecer la confianza de los individuos y las empresas.

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