Razones y Proporciones

El predecible Paquete Económico de 2021

La eventualidad de que el gobierno esté subestimando la gravedad de la crisis conlleva el riesgo de que, durante el próximo año, los recursos resulten muy inferiores a los proyectados.

El Paquete Económico de 2021, enviado por el Ejecutivo al Congreso para su discusión y, en su caso, aprobación, exhibe una considerable inercia respecto a los dos ejercicios anteriores, al reflejar las premisas que han determinado el enfoque de la administración actual. Esta predictibilidad ha implicado que el programa no contenga sorpresas, ni negativas ni positivas.

Dentro de la primera categoría, destaca el rechazo al llamado de algunos observadores sobre la presumible urgencia de una reforma orientada a aumentar los ingresos del gobierno mediante un incremento de las tasas impositivas o nuevos gravámenes.

Tal medida resultaría inadecuada porque la economía se encuentra en la más profunda recesión de la historia moderna del país y la mayor carga tributaria profundizaría el deterioro.

Además, la amplificación de los impuestos, al significar la extracción de recursos productivos de los particulares, debería estar condicionada a un diseño que no desincentive el trabajo y la inversión, así como a una revisión de la pertinencia del gasto público actual. Por desgracia, ninguno de estos dos requisitos parece regir las iniciativas.

A su vez, la ausencia de sorpresas favorables se detecta, de forma indirecta, en los ingresos, pero principalmente en los egresos previstos.

Como es costumbre, las proyecciones de ingresos se sustentan en supuestos macroeconómicos cuyo grado de acierto es necesariamente desconocido de antemano. Empero, al dar la pauta a las posibilidades de gasto, ha prevalecido la tendencia hacia escenarios relativamente benignos.

El paquete de 2021 no es la excepción. En particular, el gobierno estima que el PIB aumentará 4.6 por ciento, casi dos puntos porcentuales por arriba de la mediana de los pronósticos del sector privado, y que la producción petrolera alcanzará 1.9 millones de barriles diarios, a pesar de que durante los últimos quince años esta variable ha exhibido un constante declive y, en julio pasado, se ubicó en el nivel más bajo desde 1980.

Estos y otros supuestos dieron pie a calcular una significativa expansión, en términos reales, de los ingresos petroleros y de los no petroleros tributarios, respecto a la estimación de cierre de 2020.

La eventualidad de que el gobierno esté subestimando la gravedad de la crisis conlleva el riesgo de que, durante el próximo año, los recursos resulten muy inferiores a los proyectados, lo que ejercería presión sobre el gasto y el déficit públicos.

Una consecuencia más de fondo del posible exceso de optimismo es que el gobierno no vea la necesidad de aplicar acciones que fortalezcan la confianza de los individuos y las empresas en el rumbo de la política económica.

La falta de sorpresas positivas es más evidente en el Presupuesto de Egresos. Por una parte, no hay grandes cambios respecto a la orientación del gasto a los problemas centrales derivados de la pandemia por el coronavirus.

De acuerdo con la clasificación funcional, se prevé un aumento real en las erogaciones de salud en poco más de un punto porcentual respecto al Presupuesto de 2020. Sin embargo, este moderado incremento podría no ser una guía de la prioridad otorgada por el gobierno a la materia ya que, con base en datos hasta junio pasado, el gasto público en salud se ha ubicado por debajo del programa y del nivel registrado en igual lapso de 2019.

Tampoco es claramente identificable el monto de recursos dirigidos a la población más vulnerable afectada por la recesión. Como en ejercicios anteriores, el gasto social continuará canalizándose primordialmente a través de las acciones en marcha antes del Covid-19 y la transparencia de sus reglas sigue limitada.

Por otra parte, en lugar de una reasignación del gasto hacia las necesidades más apremiantes, el Presupuesto mantiene las mismas acciones prioritarias, como la construcción de la nueva refinería, el Tren Maya, la adecuación del aeropuerto militar y los programas Sembrando Vida y Jóvenes Construyendo el Futuro. No se cuestiona la razonabilidad de tales obras ni los resultados de las mencionadas políticas.

La deficiencia en la estructura presupuestal se ejemplifica en el hecho de que, del total del gasto programable, energía absorberá 21.9 por ciento mientras que educación lo hará en 18.1 por ciento. La intención del gobierno de perseguir la 'soberanía energética', cimentada en las empresas estatales, refleja una costosa desviación de las erogaciones, en detrimento de una mayor inversión en capital humano.

La asignación ineficiente de los recursos públicos y los obstáculos gubernamentales a la iniciativa de los particulares continuarán reduciendo las posibilidades de un mayor crecimiento económico sostenido.

El autor es exsubgobernador del Banco de México y escritor del libro Economía Mexicana para Desencantados (FCE 2006) .

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