Razones y Proporciones

El incremento en el crecimiento monetario

Algunos observadores han sugerido que el mayor dinamismo del efectivo podría ser muestra de una política monetaria laxa, la cual estaría detrás del aumento de la inflación.

Recientemente se ha observado en México una elevación en el crecimiento de los saldos de billetes y monedas en poder del público. Después de aumentar 3.6 por ciento en 2019, este agregado monetario se expandió 23.0 por ciento en 2020 y 16.8 por ciento en 2021.

Algunos observadores han sugerido que el mayor dinamismo del efectivo podría ser muestra de una política monetaria laxa, la cual estaría detrás del aumento de la inflación, que, a partir de noviembre de 2021, ha alcanzado niveles no vistos desde principios de 2001. La implicación de este señalamiento es que, de confirmarse tal relación, el Banco de México debería buscar restringir directamente la oferta monetaria.

Para horizontes largos y comparaciones internacionales, la evidencia empírica revela que existe una relación positiva entre la inflación y el crecimiento monetario, lo cual confirma que, en última instancia, la inflación es un fenómeno monetario.

Sin embargo, la asociación entre dinero y precios no es estable y puede fluctuar notablemente, sobre todo en el corto plazo, lo que convierte al incremento monetario en un predictor poco certero de la inflación.

En el pasado, los bancos centrales experimentaron esta limitación, cuando buscaron conducir su estrategia en función de objetivos monetarios. Por ejemplo, durante los años setenta e inicios de los ochenta del siglo pasado, el Banco de la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) anunció metas de crecimiento para algunos agregados monetarios, las cuales, la mayor parte del tiempo, no cumplió.

Su rigidez y escasa confiabilidad como guía para combatir la inflación hicieron que el Fed abandonara ese esquema en 1982 y lo sustituyera por uno basado en movimientos de la tasa de interés de referencia.

Además, a partir de 1990, con el liderazgo del Banco de la Reserva de Nueva Zelanda, un número creciente de bancos centrales ha adoptado un régimen de objetivos de inflación, basado en el anuncio y el compromiso de alcanzar metas específicas de inflación de mediano plazo. Las ventajas de este enfoque, que incluyen mayor transparencia y rendición de cuentas, parecen haber contribuido a la reducción de la inflación global durante las últimas tres décadas.

Tras haber publicado metas de crecimiento de la base monetaria (efectivo en circulación más depósitos bancarios en cuenta corriente en el Banco Central) por algunos años sin gran éxito, en 2001 el Banco de México adoptó formalmente un esquema de objetivos de inflación, cuya meta, desde 2003, es 3.0 por ciento.

En este marco, el Banxico busca contener la oferta monetaria de dos formas: por una parte, evita cualquier exceso de liquidez, satisfaciendo diariamente la demanda de billetes y monedas y, por otra, aplicando el objetivo de la tasa de interés de referencia que haya determinado la Junta de Gobierno. Esta tasa es el instrumento operativo del Banco Central y su nivel real ex ante refleja la postura monetaria.

El Banxico enfrenta un considerable desafío ya que la inflación se ha mantenido alta por mucho tiempo y el nivel actual más que duplica el objetivo permanente. De la efectividad de sus medidas depende su credibilidad.

Si bien contiene información útil que siempre debe vigilarse, sería poco conveniente que el crecimiento del efectivo se convirtiera en una guía de las acciones monetarias del Banxico.

Ese cambio conllevaría el riesgo de debilitar el funcionamiento del esquema de objetivos de inflación, dando la impresión de que se reemplaza por uno de agregados monetarios, que universalmente ha probado ser poco confiable.

La confusión generada sería lamentable, en especial, considerando la débil relación de corto plazo entre crecimiento monetario e inflación en México. Por ejemplo, el citado aumento porcentual de los billetes y monedas en poder del público en 2021 resultó similar al de 2015 y 2016, años en que la inflación fue 2.1 por ciento y 3.4 por ciento, respectivamente.

Finalmente, el Banco de México ha presentado, de manera convincente, argumentos estadísticos para concluir que el incremento del crecimiento de los agregados monetarios, en particular los que concentran los instrumentos más líquidos, ha sido un fenómeno mundial, el cual parece reflejar un aumento en la demanda de dinero por motivos precautorios ante la incertidumbre derivada de la emergencia sanitaria.

El ancla de la actual estrategia del Banxico son los objetivos de inflación. La tasa de interés de referencia, no el crecimiento del dinero, refleja la postura monetaria, la cual deberá adecuarse hasta consolidar la convergencia de la inflación al objetivo. Si, como podría esperarse, las alzas de la tasa de interés propiciaran un menor dinamismo monetario, ello debería interpretarse como un efecto indirecto, no como una meta.

El autor es exsubgobernador del Banco de México y autor de Economía Mexicana para Desencantados (FCE 2006).

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