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Sociedad abierta

En una sociedad abierta, habría cuestiones de Estado en las cuales el gobierno no puede influir. En ellas, existiría una institución que otorgue toda la información a los ciudadanos sobre las decisiones públicas.

En el libro La sociedad abierta y sus enemigos, de Karl Popper, el filósofo reconoce a las sociedades democráticas como un avance sobre las sociedades tribales. En la tribu lo más importante es la cohesión del grupo. Normalmente esta unión se logra mediante líderes fuertes que convencen a sus seguidores alrededor de alguna idea mítica. Estas ideas no necesariamente tienen que estar ancladas en la verdad, la razón o la ciencia. Lo importante es que el grupo reconozca esas ideas como propias y las defienda. Que asocie al líder con esas ideas y por lo tanto, defienda al líder. No es raro en una sociedad tribal que el líder se constituya como gobierno absoluto.

En contraste, nos dice Popper, en las sociedades abiertas la verdad, la ciencia y los principios universales rigen por encima de las personas y sus creencias. La elección de liderazgos ocurre por competencia con base en el mérito, y se construyen instituciones fuertes, alrededor de estas ideas universales, que pesan mucho más que cualquier mito.

En una sociedad abierta, habría cuestiones de Estado en las cuales el gobierno no puede influir. En ellas existiría una institución que otorgue toda la información a los ciudadanos sobre las decisiones públicas. Esa institución tiene que poder estar por encima del capricho de los líderes si no quieren entregar información al público. En una sociedad abierta los ciudadanos deberíamos saber detalles sobre la salud del presidente. Tener todos los argumentos que llevaron a la cancelación de la obra de infraestructura más grande del siglo. Conocer cuáles son las premisas de un plan nacional de vacunación, o de un rescate de una industria, o de una conversación con el presidente del país vecino.

Asimismo, una sociedad abierta garantizaría que cualquier ciudadano o empresa pueda competir en los mercados lícitos. En una sociedad tribal, el líder le daría monopolios a sus amigos, y repartiría las ganancias para alimentar el mito fundacional de la tribu. En las tribus, los negocios y la política estarían abiertos para los amigos del régimen, defensores del pensamiento único. Cualquiera que busque subvertir ese orden, será aislado por la tribu. En una sociedad abierta, la disruptora encontrará capital, y generará una revolución del mercado que la beneficiarán a ella y al resto de la sociedad. El público decidirá qué se produce y cómo, mediante su interacción con los productores a través del mercado.

En una sociedad abierta global, no habría un cártel de 174 países liderados por la OMS para inhibir el mercado privado de vacunación anti-Covid. La política estimularía el flujo de capital privado a ese mercado, para reducir los cuellos de botella en producción y distribución. Los gobiernos gravarían las vacunas privadas y subsidiarían la vacunación de quienes no pueden pagarla. Los gobiernos más liberales convencerían a sus ciudadanos a ser solidarios con otros para alcanzar la inmunidad de rebaño.

En una sociedad tribal, las tribus dueñas del petróleo y electricidad chantajearían al Estado para evitar reformas que les quitaran sus monopolios. Sabrían que la condición para preservar sus sobreprecios es hacer artificialmente escasa a la energía. Si el público no puede pagar el precio, no importaría; el gobierno la subsidiaría. Todo el esfuerzo de sus empresas estaría enfocado en mantener el orden político que permite el saqueo de los consumidores o las arcas públicas. En los momentos de bonanza, dejarían a ese gobierno cobrar impuestos sobre la energía, y de esa manera, se asegurarían que ninguna industria consumidora se desarrollara plenamente.

En una sociedad abierta, los científicos tendrían libertad de investigación y los profesores libertad de cátedra. Las verdades no vendrían del cielo, o de un líder; se descubrirían mediante métodos científicos, se publicarían, se discutirían y de esa forma lograrían avances en el conocimiento de todos los ciudadanos.

En una sociedad abierta, si el líder quiere imponer un mito que destruya el cimiento de libertades, pensamiento científico, democracia y respeto a los que son diferentes, la sociedad lo censuraría. El Estado no estaría por encima del derecho de Twitter y Facebook de cerrarle su cuenta al líder por propalar narrativas que no tengan sustento. En una sociedad abierta, los ciudadanos construiríamos al Estado; los individuos estaríamos por encima del Estado. En una sociedad tribal, el líder nos dejaría existir solamente si coincidimos con él.

Seamos abiertos, no tribales.

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