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Audi-toría

Paremos la extorsión empresarial, de todo tipo. Las empresas lo único que tendrían que estar haciendo es producir.

"Caray, entre amigos es posible un poco de extorsión, ¿no?". Bill Watterson, Calvin y Hobbes.

El viernes por la noche, diversos medios transmitieron la noticia sobre la presunta clausura de la planta de armado de autos de la empresa Audi, que opera en San José Chiapa, Puebla. La acción de la autoridad estuvo motivada según los reportes iniciales por un supuesto adeudo de 90 millones de pesos por "concepto de uso de suelo, predial, agua y contribuciones locales", según reportó El Financiero el 9 de octubre.

El alcalde de San José Chiapa, Arturo Graciel López Vélez, se echó para atrás, según reportó este lunes por la noche el medio local Periódico Central, después de la intervención del gobierno estatal. Argumentó que solamente se trataba de una revisión de protección civil, que de ninguna manera se trataba de una clausura.

Este es un caso que corrobora la idea expresada por esta columna en su entrega anterior, y que el Dr. Luis de la Calle ha insistido en diversos foros: México es una economía de extorsión. Si queremos que regiones atrasadas como la región de San José Chiapa se desarrollen, este tipo de prácticas no deben de existir.

Existen muchas críticas a la armadora alemana, parte del grupo Volkswagen, en medios locales en Puebla. Se les acusa (en medios como Central, pero no formalmente) de beneficios indebidos por parte del gobierno estatal, cuando lo encabezaba el hoy difunto Rafael Moreno Valle. Se les acusa de no reconocer accidentes de trabajo, quitar vacaciones a los empleados, negarse a pagar el predial y no haber pagado por su terreno.

Muy seguramente, todas las críticas a esta empresa tienen un fundamento en algún tipo de extorsión en ciernes. Seguramente hay líderes sindicales que les gustaría hacerse del contrato de trabajo de la armadora instalada en 2016. Probablemente el municipio vio en la planta ya instalada una oportunidad para apuntalar sus finanzas. Incluso es posible que los representantes de otras industrias, en actividades de más bajo valor agregado en la región, estén colgados de la lámpara por el efecto alcista que con toda certeza la armadora tuvo en los salarios locales.

Crecer duele. Pasa con los niños, y le ocurre igual a las regiones. Cuando una empresa automotriz, de altísima tecnología, se instala en un municipio marginado, tendría que detonar una miríada de acciones de política pública para generar una red de proveeduría local que abastezca todo lo que requiera el cluster recién creado. Los servicios públicos y la infraestructura tendrían que ponerse a tono con la empresa recién llegada. Esa armadora podría estar en cualquier lugar de México o el mundo; es un verdadero privilegio que esté en nuestro país.

Cierto, los gobernadores, al atraer este tipo de empresas, no deben lanzarse en una competencia para regalarle cosas a los inversionistas. Tendría que bastar con una promesa de que sus intereses y activos estarán bien cuidados. Que nadie los va a tratar de cerrar, o extorsionar. Estas señales no ayudan en lo absoluto al esfuerzo de atracción de inversiones productivas en el país.

Si sumamos los intentos de extorsión de otras áreas del sector público, por ejemplo, de la CFE, quien ha logrado neutralizar de facto a todos los órganos reguladores de su actividad y ejercer un poder monopólico que ya no le permite la ley, no debemos sorprendernos de que la inversión fija bruta esté descendiendo en México. Los datos del Inegi revelan una recuperación de la inversión de mayo a junio equivalente a 20.1 por ciento, y de 4.4 por ciento entre junio y julio. Los principales elementos que dirigen esta recuperación están en la inversión en maquinaria y equipo. Sin embargo, el nivel del índice (donde 2013=100) alcanzó un mínimo histórico en mayo (63.5) y el indicador de julio es de 79.6. Aún está muy por debajo de su valor en julio de 2019 (101), o en enero de 2020 (100.8). La variación porcentual anual, entre julio de 2020 y el mismo mes de 2019, fue de -21.2 por ciento. Perdimos la quinta parte de los flujos de inversión en un año. Suponiendo que regresamos a una tasa de incremento de la inversión parecida al crecimiento económico promedio de México de las últimas dos décadas (2.5 por ciento), nos tomará 9.6 años regresar al nivel de inversión de enero de 2019. Realmente estamos en el umbral de una década perdida.

La industria de la construcción está en la lona. La manufactura es la que podría mejorar el perfil de la inversión. Puebla tendría que haber aprendido de su historia: en 2013, la planta de motores de Volkswagen acabó en Guanajuato, cuando el lugar lógico para operar era Puebla. Mientras que en Puebla el exgobernador Marín llevó a los ejecutivos a unos terrenos ejidales polvosos donde los recibieron con palos y piedras, el gobierno de Guanajuato puso un representante en Wolfsburg y atendió cada detalle de las necesidades de la nueva planta.

Si esto ocurre a las empresas grandes, ¿qué le podrá esperar a una pobre Pyme? Paremos la extorsión empresarial, de todo tipo. Las empresas lo único que tendrían que estar haciendo es producir. Sus obligaciones deberían ser transparentes y fácil de entender. Tendrían que poder lidiar con todos los trámites burocráticos a través de ventanillas únicas y de sistemas automatizados.

Los datos del Inegi están en https://www.inegi.org.mx/temas/ifb/

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