Costo de oportunidad

La salud del presidente

Más allá de los rumores y las especulaciones sobre la salud del presidente, ojalá que la situación no cause sufrimiento a ninguna de las personas cercanas a esta circunstancia.

Leo Zuckermann, en su columna de Excélsior del día de hoy, manifiesta que desea la recuperación de la salud del presidente, a pesar de sus diferencias ideológicas con él, y a pesar de que el primer mandatario privilegia el insulto y la denostación por encima del diálogo democrático con quienes piensan distinto a él.

Ciertamente, cuando se enferma alguien cercano, hay preocupación. Ojalá no haya motivo de que preocuparse para quienes quieren al presidente; su familia, sus amigos, sus colaboradores cercanos. Es importante separar las cuestiones personales de las institucionales. Más allá de los rumores y las especulaciones, esperamos que la situación y su desenlace no causen sufrimiento a ninguna de las personas cercanas a esta circunstancia, empezando por el enfermo.

Dicho lo anterior, la Presidencia de la República y el gobierno de México en general tendrían que ser mucho más vocales y precisos respecto a la salud del primer mandatario. No soy un perito en pruebas de estilo al escribir, pero el tuit del presidente, donde manifiesta que le dio covid, no se lee como algo que haya escrito él. El tuit es como un rumor o una suposición más. Si AMLO escribió el tuit, él no es médico; y si no lo escribió, no sabemos si quien lo hizo cuenta con un diagnóstico médico preciso.

Por supuesto, también son suposiciones las que lo ubican con una afectación cardiaca, aunque hay información, no veraz de ninguna forma, que ya tenía una condición delicada en ese sistema. En este sentido, el tuit es pueril, porque niega algo pero genera sospecha sobre la enfermedad real. “Mi corazón al 100″ se puede entender como ‘hay una situación cardiaca’, que de cualquier forma no sería ajena a un cuadro de SARS-Cov-2; esa enfermedad puede afectar varios sistemas de la fisiología humana.

Los vacíos de información y de poder se llenan rápidamente de rumores y de gente malintencionada. Eso no es raro. Lo raro es que la gente en el gobierno no tenga un plan de contingencia para esta circunstancia.

El artículo 84 constitucional dice qué tiene que hacerse ante la “falta absoluta” del presidente de la República. No dice nada sobre cómo se define una falta absoluta; o cómo diferenciarla de una falta relativa o parcial. La redacción del precepto constitucional en su versión actual es mucho más clara que en versiones anteriores de la Constitución de 1917. Bien ahí, Congreso de la Unión, en 1923, 2014, 2012 y 2019. Sin embargo, el procedimiento mexicano puede generar un vacío de poder de 60 días. El procedimiento de nuestros vecinos, los estadounidenses, es expedito. Lyndon B. Johnson fue jurado presidente en el mismo avión que transportaba a Kennedy con muerte cerebral. Cuando a Reagan lo operaron por el atentado que sufrió a inicios de los 80, se invocó la enmienda número 25 para que el vicepresidente Bush tomara control del Ejecutivo.

La falta absoluta puede definirse de varias maneras; no solamente a través de la muerte. Por eso es importante que los mexicanos sepamos que el presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos esté consciente y en capacidad total de tomar las decisiones propias de su encargo como primer mandatario. Quizá, la Constitución tendría que ser mucho más explícita respecto al protocolo de información que se sigue para que el público conozca la salud del presidente, para evitar rumores y vacíos de poder. En general, tendría que ser mucho más clara respecto a la obligación del gobierno de reportar cualquier cosa que pueda afectar la continuidad de sus operaciones.

Un ejecutivo del Diario de Yucatán aseguró que él vio al presidente desvanecerse. Así, ese medio dio la primicia. Por supuesto, el síncope puede deberse a muchas razones. Por ello, es fundamental que haya un informe médico serio, que comunique al público con precisión el diagnóstico del presidente, el curso actual de tratamiento y la prognosis.

Esta es una de esas situaciones en donde las instituciones tendrían que ser más grandes que las personas, y no debería haber decisiones discrecionales respecto a qué informar y cuándo hacerlo. La información tendría que estar disponible desde el momento en que la salud y conciencia del presidente estén comprometidos. El vacío de información no es un problema del presidente, ni de su partido, ni de sus colaboradores; es algo sistemático y omnipresente en las crisis de poder del Estado mexicano. El poder legislativo le haría un servicio al país si legisla mejor las reglas y protocolos a seguir para el art. 84 Constitucional.

COLUMNAS ANTERIORES

La realidad supera a la ficción
Lamento boliviano, ahora mexicano

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.