Costo de oportunidad

Bulla, ciencia y tecnología

El control que Conacyt tenía sobre la comunidad de investigadores y académicos fue, probablemente, su perdición.

Quizá el diseño del Conacyt estaba condenado desde antes de la administración actual. Los investigadores competían por escaños en un sistema que premiaba las citas académicas y la actividad de publicación. Por ello, creamos un Conacyt académico, no muy práctico.

El control que Conacyt tenía sobre la comunidad de investigadores y académicos fue, probablemente, su perdición. Se convirtió en una fuente de rentas para grupos privilegiados, una fuente que podría capturarse fácilmente con alguien suficientemente motivado para destruir ese sistema.

Ese alguien fue María Elena Álvarez Buylla, actual directora del sistema. Antes, usted no podía pedir una beca de posgrado para ir a hacer una maestría en negocios o en finanzas. Para la comunidad científica era inconcebible que esas artes menores requirieran financiamiento público. Financiábamos doctores en nanotecnología que no podían trabajar en México por no existir un laboratorio suficientemente avanzado para ellos.

Ahora usted puede hacer un posgrado en medicina. En Cuba, y en un conjunto de disciplinas que no son las que necesita México. La doctora Buylla compró el cuento de que la medicina de los cubanos es la mejor del mundo. Las becas se dan a los amigos del régimen. La renta que los académicos crearon para construir conocimiento puro, la capturó sin excusas un régimen de ideólogos que cree que hay ciencia neoliberal y ciencia con sentido social, y que ellos son la atalaya de la segunda y el castigo de la primera.

En los países donde la investigación en ciencia y tecnología es exitosa, el esfuerzo lo lidera el sector privado. El Estado provee políticas públicas para que haya avance del conocimiento. Incentivos fiscales a inversiones, coinversiones público-privadas. Apuestas nacionales hacia sectores que pueden tener alto potencial futuro, dejando fuera las consideraciones políticas de salvar a sectores tradicionales. Política económica con una visión de futuro, con la claridad que los sectores viejos, tradicionales, en exceso gremiales, sindicalizados hasta la médula, difícilmente van a transformarse en nuevas industrias.

No hay mucha investigación al respecto, pero es muy posible que en el México previo al régimen actual la mayoría de los investigadores a buen nivel recibieran algún estipendio del Conacyt por su labor de publicación. La publicación académica es una fracción de la actividad científica que es ingrata, desgastante y mal remunerada. Difícilmente en el mundo los científicos pueden vivir solamente de publicar papers, como se les conoce en el argot. Sin embargo, hay un incentivo que vale más que el dinero: la fama. Por eso no es tan inteligente pagar solamente porque la comunidad de conocimiento avanzado produzca publicaciones en revistas arbitradas. Necesitamos más: patentes, modelos de utilidad, un mercado de conocimientos real aplicado a la industria y la economía.

Lo que estamos viviendo en el sistema hoy es una etapa de oscurantismo. La directora del Conacyt ha planteado casos penales en contra de investigadores que administraban las AC satelitales al sistema nacional de investigación como si fueran delincuentes de gran calado o traidores contra el Estado. Académicas octagenarias con denuncias que podrían confinarlas el resto de sus vidas en la cárcel por el pecado de ser lo más distinguido de su sector, y administradoras de las rentas estatales. Ataque contra comunidades de investigación de calidad y reconocidas por su pensamiento crítico, como el Centro de Investigación y Docencia Económicas, bajo el pretexto de que se ‘neoliberalizaron’. El presidente de la República así lo dijo. Desaparición y degradación de publicaciones académicas como ‘El Trimestre Económico’, donde estaba lo más selecto y granado de los economistas, todos ellos elegidos por sus grados y méritos en el sistema nacional de investigadores. En suma: México construyó una comunidad académica y científica cuya estructura era frágil como castillo de naipes, porque la mayoría del capital venía del sector público. A la vez creamos un sector privado empresarial que no invertía lo suficiente en innovación por pensar que los impuestos y el sector público ya lo financiaban.

En un México posterior al régimen actual de ideólogos y amedrentadores, necesitamos repensar ese sistema. Debe abocarse en que México se mueva a sectores de conocimiento, donde el valor agregado de cada peso, de cada trabajador, sea más alto. Construir un mecanismo distinto al que teníamos, que era solamente un conjunto de rentas estatales vulnerable y capturable.

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