IMCO

2020 en perspectiva

En 2020 vimos eventos sorprendentes. Una pandemia global, obvio; pero también vimos la carrera más sorprendente del mundo para producir respiradores, tratamientos, una vacuna, diez vacunas.

En 2020 vimos eventos sorprendentes. Una pandemia global, obvio; pero también vimos la carrera más sorprendente del mundo para producir respiradores, tratamientos, una vacuna, diez vacunas. También vimos el colapso de nuestro sistema de salud público, que como en otros episodios de nuestra historia, estaba sostenido por alfileres, pero se los quitaron. Si algo queda de nuestra experiencia sanitaria del 2020, es que la ciencia y la tecnología nos van a salvar de muchas complicaciones, siempre y cuando tengamos los mecanismos para financiarlas.

También aprendimos que el resultado de los agentes políticos para atacar este tipo de amenazas globales es limitado y variable. Todavía hay excesos de ideología desvelada en nuestros políticos; en México, en Brasil, en ¡Estados Unidos! Todavía hay líderes cínicos que mienten frente a un micrófono, y todavía hay quien les cree. Muchos países del mundo estamos viendo las consecuencias de haber sindicalizado, socializado y desviado al sistema educativo. Ojalá la tecnología nos pueda salvar de esa tragedia, aunque lo que veremos es que quienes tengan acceso a tecnologías educativas se desarrollarán mucho más que quienes carecen de ellas.

Vimos a la democracia estadounidense convertirse en una telenovela política latinoamericana de pronóstico reservado. Al final del año, hay reportes de hackers rusos que parecen haberse infiltrado en cada sistema importante de los Estados Unidos en el último año. Rusia lo niega; toda una novela de espías de la guerra fría. Quizá la élite de las agencias de seguridad y el Departamento de Estado de la saliente administración Trump decidieron levantar la bandera sobre este tema para lavar responsabilidades por no informar al público antes de esta situación. Mientras tanto, el presidente saliente Trump sigue pateando las instituciones democráticas de su país, vociferando un fraude del que no puede producir la más mínima evidencia. Sus seguidores, un grupo amplio que siente que sus ventajas en la sociedad americana se han erosionado notablemente, sigue orientada a la violencia y a defender el supuesto triunfo de su candidato sobre su opositor. Mientras tanto, un otoñal Joseph Biden se encamina a tomar las riendas de un país dividido, atribulado y convaleciente de varias crisis simultáneas.

México sorprendió por varias razones. Una de ellas, el número de muertos y contagiados de COVID-19. Otra, no felicitar a Biden sino hasta el último minuto. "Señor Joseph Biden", escribió, en lacónica misiva, nuestro jefe de Estado. También sorprenden las políticas de retroceso en materia energética y ambiental. La disolución de una gran cantidad de fideicomisos que contenían fondos patrimoniales del Estado destinados a diversas causas también causó conmoción. No hay políticas de alivio ante la crisis. Vimos reportes de becarios de posgrado en el extranjero que se quejaron de que el Conacyt no les depositaba sus becas. Vimos comunidades con núcleos de gente que antes era ferviente defensora del movimiento político de Andrés Manuel López Obrador, preocupados por el desmantelamiento de programas públicos que ya eran permanentes y que permitían sus actividades.

Llegar al nivel de ingreso que teníamos a mediados de 2019 puede tomar años. Nuestra economía se está reconfigurando lentamente. Este diciembre, IMCO estimó que en México todavía nos faltan 2.3 millones de empleos por recuperar después de la pandemia, de un poco más de 12 millones que se perdieron desde abril. La mayoría de esos empleos recuperados (9 de cada 10) son en el sector informal. Mujeres, jóvenes y adultos mayores son los grupos más golpeados por la situación.

En 2019, y de acuerdo con cálculos del FMI, el sector público mexicano gastaba 26.4% del PIB. Por una combinación de tipo de cambio, reducción en el PIB, y la política de gasto actual, el gasto público se ubicará a finales de este año en un 30.2% del PIB. La austeridad no es tal. Los gobiernos de nuestra federación están gastando por encima de nuestras posibilidades. En 27 años hasta 2018, el gasto público como porcentaje del PIB creció a un promedio de 0.7% por año. En estos dos años, nuestro gasto público como porcentaje del PIB ha crecido al 8.5% anual.

Sin embargo, tenemos razones para ser optimistas. Si estamos leyendo esto, estamos vivos. Contemos nuestras bendiciones, y produzcamos un 2021 mejor para todos. Hay elecciones legislativas, y hay mucho trabajo por hacer para reconstruir una economía doliente. A darle.

COLUMNAS ANTERIORES

Vivir sin trabajar
El reloj y las instituciones

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.