Fuera de la Caja

Revocación

El tema de la revocación de mandato es otro espejito pretendidamente democrático que el titiritero avienta al público.

El gobierno continúa con su estilo muy particular. Como ya lo comentamos en otras ocasiones, la razón por la que este grupo ganó las elecciones fue el hartazgo con la violencia y la corrupción, pero ellos lo entienden como un mandato para transformar al país de manera profunda. El grupo es, en realidad, un frente electoral conformado por distintas corrientes que tienen en común su enfrentamiento con la orientación que tuvo México durante los últimos treinta años: los priistas del nacionalismo revolucionario (especialmente echeverristas), los socialistas (ahora en versión bolivariana), los académicos social-demócratas (que creen tener una oportunidad), y la turba de bandidos que los acompañan, ansiosos de ser los cuates del nuevo capitalismo.

Por si alguien tuviese dudas, la carta que firmó el presidente como compromiso de no reelegirse es transparente. En su último párrafo, dice: "Sepan pues, señores conservadores, que abandonaré la Presidencia en el día preciso que marca la máxima ley, y que en 2024 me iré allá por Palenque. Pero también les digo con sinceridad y en buena lid, que deseo de todo corazón y con toda mi alma que lo logrado para entonces sea muy difícil de revertir y que el país no retroceda a los inmundos y tristes tiempos en que dominaba la mafia del poder."

Hasta hoy, ni seguridad ni corrupción han sido objetivos centrales del gobierno. En seguridad, no sólo se mantiene la 'estrategia' de los últimos sexenios, sino que se profundiza en lo peor que tiene (la dependencia de las Fuerzas Armadas y, por lo mismo, el riesgo con los derechos humanos) sin corregir su falla principal: escasez de recursos. En corrupción, sobran discursos, pero las acciones son incluso peores que las del sexenio de Peña Nieto, epónimo de la corrupción: compras sin respeto a las normas, licitaciones restringidas o por invitación, concentración de adquisiciones, obras sin proyecto, y lo que guste agregar.

Pero lo que ha abundado es lo que dice el presidente: destrucción de instituciones, degradación del gobierno, desaparición de programas transparentes, y especialmente concentración unipersonal del poder y compra de votos a través de política social. Lo dice en su carta, se trata de borrar los últimos treinta años, y hacer muy difícil su retorno. Y si en estos treinta años vivimos, por primera vez en la historia nacional, décadas de democracia, federalismo, competencia económica e integración global, pues está claro.

Sin embargo, lo que esa destrucción significa no es evidente, por dos razones. Primero, porque al concentrarse todo el poder en una persona, el peso de la sicología resulta relevante; segundo, porque las tres corrientes mencionadas tienen visiones diferentes del futuro, y por lo mismo de lo que debe desaparecer en el presente. Ya en otros momentos hemos hablado de los dos escenarios potenciales: la recreación del echeverrismo o la imposición del socialismo bolivariano, que corresponden a dos de las corrientes. La tercera, los académicos social-demócratas, no parecen tener el oído presidencial, ni masas que los sigan. Sin un milagro de por medio, serán arrasados por los políticos profesionales. Habrán entonces contribuido a la tragedia nacional, por una ambición sin futuro.

Creo que eso es lo importante del tema de la revocación de mandato que se ha discutido recientemente. Es otro espejito pretendidamente democrático que el titiritero avienta al público, para mantener su atención en medio del incendio que abrasa al escenario. Y, emocionados, los espectadores gritan que no ha habido devaluación, que no hay crisis, que nada de lo anunciado en las tres campañas que nos trajeron acá era cierto, que nunca fue un peligro para México.

Bienaventurados los pobres de espíritu.

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