Fuera de la Caja

Miedo y política

Macario Schettino opina que, a nivel global, se derrumbó la explicación que servía de base a las sociedades, y al no tener manera de ordenar lo que vemos, muchas personas tienen miedo.

En este inicio de año he compartido con usted mi interpretación de lo que ocurre globalmente. Es bastante simple: se derrumbó la explicación que servía de base a las sociedades (occidentales, pero también era referencia para las demás), y al no tener manera de ordenar lo que vemos, muchas personas tienen miedo. El miedo nos lleva a agruparnos con los conocidos, y excluir a los demás, y por eso es tan evidente el fenómeno antimigratorio; el miedo nos hace inseguros y por eso queremos una economía más cerrada, con menos amenazas externas; el miedo nos aleja de opiniones que nos obliguen a pensar, y por eso el sesgo de confirmación crece: creemos lo que queremos creer.

El miedo, me parece, es lo que está detrás de la desaparición del centro político en todas las democracias. Desde el centro no se pueden ofrecer respuestas a quienes viven atemorizados, pero sí desde los extremos. Cuál de los extremistas logra llegar al poder, depende de muchos factores, específicos para cada país y momento, pero al final no importa. La desaparición del centro se refleja en políticas que ahora se ha dado en llamar "iliberales". Esto significa, en principio, una menor atención a los derechos humanos. Puede verse en maltrato a migrantes, en militarización de la vida diaria, en reducción de libertad de expresión y reunión, en control de elecciones. Las formas son variadas, pero la esencia es la misma: menos libertad.

Por otra parte, una vez que un extremista llega al poder, cimenta su relación con las masas que lo pusieron ahí. Puesto que, en el entorno de miedo, creemos lo que queremos creer, esa relación no tiene una base racional, sino sentimental. Por lo mismo, no hay forma de ganar una discusión al extremista en el poder, sea acerca de impuestos, de obra pública, de modificaciones legales o lo que sea. Si el extremista no logra alterar el sistema electoral, se puede intentar derrotarlo, pero esto no ocurrirá con ofertas políticas tradicionales, sino apelando a algún otro extremo. Por cierto, deje usted de pensar en términos de izquierda y derecha, que no son esos los extremos relevantes.

En este momento, tenemos un amplio surtido de "equilibrios" en este nuevo sistema. Trump, con apoyo sólido pero minoritario (40%); Andrés Manuel, sólido y muy amplio (70%); Bolsonaro, amplio pero con minoría en el Congreso. En países parlamentarios, el centro, desaparecido en Italia, está muy golpeado en España, defendido a duras penas en Francia, en proceso de derrumbe en Alemania y en Reino Unido, sostenido artificialmente por el periodo fijo. En cada caso, la fortaleza institucional da más o menos defensa a la sociedad.

Esta hipótesis implica que ninguno de estos líderes será limitado o sustituido mediante discusión pública de políticas, sino por la aparición de ofertas alternativas, también extremistas. No hay duda de que explicar esto, a primera vista, no hace sino incrementar el miedo, especialmente en los grupos que ocupan ese centro inexistente en términos políticos. Pero si no lo entendemos, las respuestas racionales al extremismo no harán sino fortalecerlo.

Lo que hoy ocurre no es sino una etapa en un movimiento cíclico que parece acompañarnos desde que aprendimos a hablar. Desde entonces, construimos sociedades cada vez más grandes, alrededor de ideas, cuando podemos, o de sentimientos, cuando esas ideas se nos vienen abajo. El fin de la etapa actual ocurrirá cuando podamos establecer una narrativa que sustituya la que llegó a su fin en 2008.

Mientras tanto, seguiremos a expensas de sentimientos, emociones, miedos, que no pueden responderse con las razones provenientes de la narrativa previa. Si usted lo intenta, enfrentará desinterés, desprecio o incluso violencia. Hay que usar las instituciones que se tengan para evitar daños severos. Y construir esas nuevas ideas.

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