Fuera de la Caja

La tercera derivada

El Covid-19 no es la peste negra, o las pestes similares de siglos anteriores, que se llevaba a 30 o 50 por ciento de la población.

Muchas personas creen que el remedio resulta peor que la enfermedad. Critican la medida de distanciamiento social, argumentando que el daño a la economía será muy severo, y que el riesgo del coronavirus no lo amerita. Como muchas decisiones en la vida real, tenemos que actuar sin información completa, y es cierto que se corre el riesgo de equivocarse. Sin embargo, con lo que sabemos hasta hoy, evitar el contagio es el camino correcto.

Para entender mejor la razón, basta regresar a las cifras que han ofrecido los expertos. Ellos suponen que este virus tiene la capacidad de contagiar a 70 por ciento de la población. Aunque 80 por ciento de los contagiados tendrá síntomas muy leves, tal vez imperceptibles, el 15 por ciento requerirá ayuda médica, y 5 por ciento atención, cuidados intensivos. Durante mucho tiempo se afirmaba que la mortalidad podría rondar el 2 por ciento, pero ahora que tenemos muchas pruebas, el asunto es peor de lo que se pensaba. Con toda la información global, la tasa de mortalidad con respecto a diagnósticos positivos es de 5.2 por ciento, al sábado 4 de abril. En México, esta tasa ha crecido rápidamente (tal vez porque se hacen pocas pruebas), y el sábado llegó a 4.2 por ciento.

El Covid-19 no es la peste negra (o las pestes similares de siglos anteriores), que se llevaba a 30 o 50 por ciento de la población. Es más parecida a la influenza de 1918, que alcanzó esa cifra de 5 por ciento de mortalidad (100 millones, sobre dos mil que vivían en el mundo entonces). Repetir hoy esa tragedia implicaría la muerte de cerca de 400 millones de personas, más de cuatro millones sólo en México. Aunque esto ocurriese en el transcurso de varios años, la cantidad de muertes es abrumadora. Suponga que esas defunciones ocurriesen en el transcurso de los próximos cuatro años: estaríamos hablando de una mortalidad 40 veces superior a la que hoy tenemos por homicidios.

Entonces, no creo que deba haber duda, hay que reducir el contagio. Acerca de la forma de hacerlo, hay diferentes opciones, pero en todos los casos hay que reducir el contacto con los demás. En Corea del Sur, según entiendo, esto se ha hecho con cubrebocas y miles de pruebas diarias. En otros países que no quisieron actuar pronto, se ha tenido que implantar cuarentena. Algunas personas apuntan a Suecia, que no ha utilizado esta medida, pero la tasa de crecimiento de la mortalidad ya es preocupante también ahí.

Para tener una mejor idea de lo que ocurre, creo que hay que recurrir a la tercera derivada. Usted puede seguir el número de casos positivos para Covid-19 en diversas páginas electrónicas. En todas ellas, además del número total, aparecen los casos nuevos de cada día. Esa es la primera derivada. La segunda corresponde a la velocidad con que crecen los casos nuevos. La tercera, que es la que me parece importante, es la aceleración de los casos nuevos.

Mientras este indicador esté creciendo, todo lo demás lo hará. Y lo hace exponencialmente. Por eso, el momento en que esta tercera derivada se reduzca, se ha llegado al punto en el que las cosas empezarán a mejorar. Eso no será evidente sino un tiempo después, pero la tercera derivada no falla. Italia alcanzó el máximo en este indicador el 16 de marzo, y España lo hizo el 22 del mismo mes. Ambos países empiezan a reducir sus casos nuevos, y a gran velocidad. Estados Unidos parece haber cambiado de rumbo el día 20, pero a menor velocidad que los otros dos. En todos los casos, es posible que para fines de abril las cosas estén mucho más tranquilas. Esto no significa regreso a la normalidad, pero sí abre algo de esperanza. Por cierto, México no ha llegado al máximo en este indicador, todavía.

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