Fuera de la Caja

Hasta ahí llegamos

La gran esperanza de la industria, o de parte de ella, está en las exportaciones, señala Macario Schettino.

Ya tenemos los datos del comportamiento de la industria durante 2020. Ayer los publicó el Inegi. La buena noticia es que diciembre todavía muestra un muy, muy ligero crecimiento frente a noviembre. La mala noticia es que hasta ahí llegamos. No tenemos aún información para enero, salvo de producción automotriz, y no fue un buen resultado: la caída contra enero de 2020 es de -13 por ciento, primera caída desde agosto. El número de unidades producidas el mes pasado es menor a enero de 2017. Cuatro años.

Para el año completo, la contracción en la industria fue de -10 por ciento, misma cifra que para las manufacturas. Minería cayó -1.5 por ciento, electricidad, gas y agua -5 por ciento, y la construcción -18 por ciento. Si vemos sólo diciembre, la industria se contrae -3 por ciento en el conjunto, con minería en -2 por ciento, electricidad en -4 por ciento, construcción en -12 por ciento, y manufacturas con un crecimiento de medio punto.

Pero, le decía, ya se le acabó la fuerza a la recuperación. En el dato desestacionalizado, la verdad es que nos quedamos igual en diciembre que en noviembre. En el dato original, hay una contracción. El nivel en el que estamos, sin embargo, es notoriamente inferior al que había en 2018, antes de este gobierno. En el conjunto de la industria, la diferencia es de -7 por ciento. Minería y electricidad reportan -5 por ciento, comparado con 2018. Construcción está en -19 por ciento, y manufacturas en -2 por ciento.

Al interior de estas grandes divisiones, puede uno encontrar contracciones muy superiores, como en obras de ingeniería civil, o servicios especializados de minería, o en ropa y cuero y calzado. Las primeras deben su caída a políticas públicas, las segundas a la pandemia (por la caída en consumo). Las dos fuentes de sufrimiento económico que hemos comentado ya.

La gran esperanza de la industria, o de parte de ella, está en las exportaciones. Gracias a eso se han recuperado más rápido que el resto de la economía, y es más fácil que haya crecimiento en nuestros clientes que al interior de nuestro país. El paquete de reactivación económica que se discute en Estados Unidos puede entonces representar un nuevo impulso para algunas de las manufacturas. Sin embargo, esto no jala a todo el sector industrial, y menos si consideramos algunos elementos que no pesaron tanto en 2020, pero lo harán ahora.

Por un lado, ya hay una decisión clara de la industria automotriz de moverse a eléctricos, como comentamos hace algunos meses. Las fechas en que buena parte de la producción será de este tipo de vehículos se han venido acercando. Ya nadie habla de 2050 o 2040, sino de los alrededores de 2030. Esto implica cambios en las plantas, que incluso pueden incluir su relocalización. Cada empresa tomará decisiones de acuerdo con su estrategia, pero le aseguro que el impacto será considerable.

Por otro lado, el ataque del gobierno mexicano a la industria energética ha crecido. La iniciativa preferente para modificar el sector eléctrico no tiene defensa alguna. Busca que produzcamos electricidad de forma menos eficiente, menos segura y menos limpia. O visto al revés, más cara, sucia y volátil. A ojos del Presidente y su equipo, se trata de un tema de 'soberanía', que en realidad quiere decir control del gobierno.

Esto significa que nuestra industria va a sufrir una aceleración por parte de sus clientes y directivos, y un retroceso por parte del gobierno. Cualquiera de estos dos movimientos sería difícil, pero la combinación será fatal.

Esta tensión que la industria nos permite ejemplificar es lo que estamos viviendo en todos los ámbitos: mientras la pandemia se convirtió en un aliciente para agilizar el cambio en casi todo el mundo, en México cayó 'como anillo al dedo' para regresarnos medio siglo. Hasta ahí llegamos.

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