Fuera de la Caja

Esperando un milagro

En el marco de esta contracción económica, la mayor en la historia nacional, el gobierno sigue sin entender qué debe hacer.

En los primeros días del mes tenemos alguna información económica importante, aunque casi toda ella refleja percepciones. En el primer día hábil se publica el índice de confianza de los empresarios y las expectativas que tienen, separadas por sector: construcción, manufacturas y comercio. También se publica el índice de pedidos manufactureros, que es equivalente al ISM que estima IHS Markit en muchos países.

En septiembre, las expectativas mejoraron un poco en manufacturas, pero nada en construcción y comercio. En estos dos sectores, el mejor dato fue en julio, y agosto y septiembre son un poco menores. En el indicador de confianza, las cosas son un poco mejores. Manufacturas tiene también buena respuesta, pero construcción y comercio, aunque mejoran con respecto a agosto, prácticamente quedan en el nivel de julio. En suma, ambos indicadores apuntan a estancamiento en construcción y comercio, y tal vez un crecimiento en manufacturas, siempre con respecto al segundo trimestre, que ya sabe usted que fue terrible.

El indicador de pedidos manufactureros, sin embargo, no coincide con las expectativas de los empresarios. Lo que nos dice es que septiembre está al nivel de julio, y un poco por debajo de agosto. Los tres meses están por encima de 50 puntos, que significa crecimiento, pero si recordamos que venimos del peor trimestre en la historia, eso no significa mucho.

La confianza del consumidor, reportada este lunes, sigue en niveles muy bajos. La mayoría de los hogares considera que está en un muy mal momento, y no espera mucho avance en los próximos doce meses.

La industria automotriz, que es el principal motor de las manufacturas, tuvo un excelente julio (sacaron inventarios), luego una recaída en agosto, y parece que septiembre fija el promedio. En ese mes, el crecimiento anual es -5 por ciento, y eso equivale a un crecimiento del tercer trimestre de -6 por ciento. Me refiero a producción de autos y camionetas, que son lo que más estamos vendiendo.

También tenemos datos de ventas de autos y camionetas, que caen -23 por ciento en agosto, el mejor dato desde febrero. Y, gracias a Santiago Arroyo (Ursus Energy), también datos de consumo de combustibles en septiembre, que resulta estar justo en medio del consumo de julio y de agosto, sea de diésel (-23 por ciento contra enero-febrero) o de gasolina (-39 por ciento).

En suma, salvo alguna sorpresa, el comportamiento de la economía nacional durante el tercer trimestre será mucho mejor que en el segundo (que es el peor de la historia). Hablamos de un crecimiento anual de -10 por ciento, que no es muy diferente de lo ocurrido en los primeros seis meses del año y, según las estimaciones de los expertos (reflejadas en las encuestas que hacen Banco de México y CitiBanamex), tampoco de lo esperado para el cierre de 2020.

De esto último hay todavía mucha incertidumbre, sobre todo considerando el terrible impacto que están teniendo los tratamientos contra el Covid en la pobre humanidad de Donald Trump, que decidió cancelar cualquier esfuerzo de recuperación económica, y al mismo tiempo promover vacunas todavía no verificadas. Si de por sí no era una persona brillante, en esteroides es un peligro global.

En el marco de esta contracción, la mayor en la historia nacional, el gobierno sigue sin entender qué debe hacer. No pidió prestado cuando debía ni promovió programas de contención o recuperación económica; su plan de infraestructura de esta semana es lo mismo que anunciaron en noviembre (hace un siglo, pues), y el ánimo que tienen de acabar con todo lo ahorrado, incluyendo los fideicomisos ayer desaparecidos, implica que en 2021 no tendremos nada de dónde agarrarnos.

En el peor momento, un gobierno sin visión estratégica, sin ideas, sin capacidad, sin enjundia. Sin vergüenza.

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