Fuera de la Caja

Elegir estancamiento

Hasta este momento todo indica que tendremos el año de menor crecimiento desde 1996, excluyendo los choques externos, es decir, las recesiones estadounidenses.

Se cumple un mes de la decisión de cerrar ductos, de acuerdo con lo dicho por el director de Pemex, aunque el anuncio formal de la 'estrategia' ocurrió el 27 de diciembre. En ese mes, se han ofrecido diversas versiones de dicha estrategia, así como información contradictoria. Más grave aún, la página de estadísticas de la Secretaría de Energía dejó de funcionar. El próximo lunes conoceremos algo de información, con la publicación de datos de comercio exterior, pero será difícil deducir de ahí algo claro. Tal vez confrontando con información externa podamos lograr algo más. Hacía décadas que no teníamos un problema con información estadística en México.

Con los pocos datos que hay, Jorge A. Castañeda y Sebastián Garrido publicaron ayer un muy buen estudio en el blog de Nexos. Las conclusiones apuntan a que había escasez de gasolina, principalmente por reducción de importaciones de crudo, hacia la tercera semana de diciembre. Esto confirmaría, digo yo, que no cerraron los ductos por estrategia, sino porque no tenían combustible.

El efecto de las decisiones gubernamentales es ya bastante severo. Sigo sin saber si es simple incompetencia o perversidad, pero la acumulación de errores ya nos está costando mucho. En breve recuento, en octubre se anunció la cancelación de la construcción del NAIM, y se jugueteó con la prohibición legal de comisiones bancarias; en diciembre se confirmó el fin del aeropuerto y se realizó una oferta para evitar una catástrofe con los bonos emitidos para financiar su construcción; aunque el Presupuesto fue razonable, los problemas asociados con el abasto de combustible, incluyendo el transporte vía pipas en lugar de ductos, pone en riesgo las cuentas de Pemex. Ese riesgo, sumado a un mal desempeño en el viaje en búsqueda de recursos (road show), elevó el costo de la deuda de la empresa. Hacienda no ha explicado cómo estos eventos golpearán su recaudación (IEPS).

Aunque no es fácil traducir estos asuntos en números, porque no tenemos información suficiente, las agencias internacionales ya redujeron las estimaciones de crecimiento para México en 2019. Para el FMI, será de 2.1 por ciento, mientras el Banco Mundial apunta más bien al 1 por ciento. Las estimaciones en México se encuentran entre ambas cifras, pero hasta ahora con base en anécdotas de inversión privada, porque las cifras agregadas aún no existen.

En cualquier caso, hasta este momento todo indica que tendremos el año de menor crecimiento desde 1996, excluyendo los choques externos, es decir, las recesiones estadounidenses. Después de la crisis de 1995, que fue nuestra, la economía creció a un promedio de 5.3 por ciento el resto del sexenio de Zedillo. Después de la recesión estadounidense 2001-2003, el crecimiento promedio fue de 3.6 por ciento con Vicente Fox. Excluyendo la Gran Recesión 2008-2009, crecimos con Calderón 3.7 por ciento cada año. Peña Nieto no tuvo golpe externo, y en su sexenio el crecimiento fue de 2.3 por ciento (hasta octubre 2018). El peor año de Peña Nieto fue el primero, con un crecimiento de 1.4 por ciento.

En este momento tenemos muy poca información estadística de la nueva administración, pero la caída de empleo en diciembre es pésima señal. Las estimaciones del costo de la 'estrategia' de Pemex no ayudan, ni tampoco lo hace el incremento en servicio de deuda por percepción de mayor riesgo. En este contexto, el incremento de transferencias del gobierno (subsidios a grupos, precios de garantía) se convierte en una idea sumamente riesgosa, porque no incrementa el crecimiento, pero sí debilita las finanzas públicas. Si éste sigue siendo el rumbo, apueste que 2019 será el peor año desde la crisis de 1995, por voluntad propia.

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