Fuera de la Caja

El fondo de la ruptura

No es que las entidades de la Alianza Federalista quieran abandonar el pacto fiscal, es que pueden estar interesadas en abandonar la federación.

El conflicto entre algunos gobernadores y el Presidente sigue creciendo. Diez mandatarios estatales decidieron retirarse de la Conago, por considerar que no los representaba, y constituyeron una nueva asociación. Aunque muchos perciben el conflicto como un tema fiscal, creo que se debe tener una visión más amplia al respecto.

En las últimas décadas, que el Presidente considera 'neoliberales' y por lo tanto malignas, México cambió su postura frente al mundo. En 1986, decidimos firmar el GATT (Acuerdo General de Aranceles y Comercio) y con ello abandonar una cerrazón de medio siglo. Unos años después, firmamos un acuerdo comercial con Estados Unidos y Canadá, el TLCAN, y para inicios de este siglo, el GATT se transformó en la OMC. Parecen unas pocas cosas, pero la transformación que implicaron es extraordinaria. Entre otros efectos, se abrió una brecha en el paralelo 20 que seguimos menospreciando.

Ese paralelo cruza nuestro país al norte de la Ciudad de México y al sur del estado de Yucatán, de manera que nos divide en dos grupos. El del norte inicia con Jalisco, Guanajuato y Querétaro (e incluye Yucatán y Quintana Roo). Esa parte de México no era particularmente exitosa antes de 1986. No podemos comparar adecuadamente las cifras, porque tenemos dos series incompatibles para el PIB estatal, pero sí podemos darnos una idea.

En la década de los setenta, los estados al norte del paralelo 20 perdían presencia en la economía nacional. Todo indica que así siguieron hasta 1986, cuando la apertura les generó un espacio de oportunidad. En ese año, todos esos estados representaban 41 por ciento de la economía mexicana. Para 2018, superaban 49 por ciento. Obviamente, esto implicó una contracción de los estados al sur del paralelo, que pasaron de 59 a 51 por ciento.

La razón es la diferencia en tasas de crecimiento, que no son de un año en particular, sino que se mantienen durante más de tres décadas. Entre 1986 y 2018, 32 años, Campeche, Chiapas, Guerrero, Tabasco, Oaxaca y Veracruz no llegan a 2 por ciento anual promedio. Tlaxcala, Morelos, Hidalgo, Ciudad de México, Michoacán, Colima y Estado de México crecen entre 2 y 3 por ciento. Sólo Puebla logra superar la marca, con 3.1 por ciento. Son todos los estados del sur.

Al norte del paralelo 20, las cosas son muy diferentes. Los estados que menos crecen, Sinaloa, Nayarit, Durango, Jalisco, Tamaulipas, Baja California o Sonora, todos están entre 2 y 3 por ciento. Note usted que en este grupo se encuentran prácticamente todos los estados en los que Morena tiene fuerte presencia, al norte del paralelo mencionado. Son los menos exitosos.

Los demás, todos crecen más de 3 por ciento anual promedio, durante 32 años: Zacatecas, Yucatán, Coahuila, San Luis, Chihuahua, Guanajuato y Nuevo León; y más de 4 por ciento anual: Baja Sur, Querétaro, Aguascalientes y Quintana Roo.

Todos ellos han florecido gracias a la apertura comercial y a una nueva forma de hacer las cosas en México, que es justo lo que el gobierno federal quiere destruir. No es que los gobernadores nada más quieran hacer política (que seguro quieren), ni busquen nada más recursos (que sin duda desean). Es mucho más profundo que eso.

Durante dos generaciones enteras, esos 18 estados se han transformado gracias al rumbo que México había elegido. No tienen incentivo alguno para modificar esa realidad. No quieren ahuyentar la inversión, no quieren más combustibles fósiles, no requieren programas asistenciales. No quieren la transformación de López Obrador, pues.

Así que no vayan a confundir lo que está ocurriendo. No es que esas entidades quieran abandonar el pacto fiscal, es que pueden estar interesadas en abandonar la federación. Ya ayer nos recordaron Aguilar Camín y Beltrán del Río acerca de los riesgos del regionalismo. No sé si lo entienden, pero estamos al borde de una ruptura de la nación, para dejarlo claro.

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