Fuera de la Caja

Diciembre

Esta columna estima que, si no pasa nada extraordinario, el crecimiento de la economía estará entre -0.4 y 0.7 por ciento en 2020.

La balanza comercial del mes de diciembre resultó un poco menos mala, a primera vista, de lo que pudo ser. Las exportaciones no petroleras lograron crecer a poco más de 2 por ciento, que no es malo, mientras las importaciones sufrieron una contracción inferior a lo que habíamos visto a últimas fechas. Pero esto es así porque diciembre de 2018 fue un mal mes, y al compararse con él, parece que el de 2019 fue bueno. Nada más fue un poco menos malo.

Las importaciones, que son reflejo de la dinámica de la economía nacional, porque de nuestro ingreso pagamos esas compras, tienen una caída en el último trimestre del año de -5.9 por ciento. Las de bienes de consumo caen -1.6 por ciento, las de bienes intermedios (materia prima) bajan -6.3 por ciento, y las de bienes de capital -8.8 por ciento. Una contracción de ese tamaño, a pesar del buen comportamiento del precio del dólar, implica que a la economía mexicana, en ese cuarto trimestre, no le fue bien. Así, aunque diciembre tenga una comparación no tan mala con diciembre pasado, el trimestre fue realmente negativo, compatible con una contracción del PIB trimestral superior a -1 por ciento.

En datos anuales, la caída en importaciones totales es de -1.8por ciento, -3.1 por ciento en consumo, -0.7 por ciento en intermedios y -8.7 por ciento en capital. Con base en esas cifras, el comportamiento del PIB en 2019 habrá sido de alrededor de -0.3 por ciento. Mañana sabremos.

Ese será el punto de partida para 2020, que ya no parece que pueda ser tan bueno como esperaban muchos. Algunos bancos y agencias están ya reduciendo las estimaciones de crecimiento para este año, aunque siguen siendo positivas. Todavía algunos están por encima de 1 por ciento, pero la mayoría se encuentra exactamente en ese punto, o incluso un poco por debajo. Esta columna estima que, si no pasa nada extraordinario, el crecimiento de la economía estará entre -0.4 y 0.7 por ciento en 2020.

Lo extraordinario podría ser que Pemex efectivamente incremente su producción durante el año en 200 mil barriles diarios. Nada más el impacto que tendría eso en la industria alcanzaría para hablar de más de 1 por ciento total. Otro evento extraordinario sería que el gobierno dejara de bloquear la reforma energética, que en los hechos ya no existe. O, todavía más extraño, revirtieran las medidas que han provocado la falta de confianza de los inversionistas.

También existen eventos extraordinarios que pueden mover las estimaciones en la dirección opuesta. Por ejemplo, la aparición de un virus que por su facilidad de transmisión ponga en jaque a una de las economías más grandes del mundo (como nos ocurrió a nosotros en 2009 con la influenza). O que un candidato en Estados Unidos decida construir su campaña alrededor del ataque constante a México. Estos eventos pueden reducir el crecimiento del mundo entero (el primero) o la intención de invertir en México (el segundo).

Usted dirá cuáles percibe con mayor probabilidad de ocurrir, y por lo tanto podrá ajustar sus expectativas de forma simultánea a bancos y agencias, o a esta y otras columnas. Cabe mencionar, además, lo que comentó O'Farrill hace unos días en estas páginas: que al pasar de estancamiento a contracción, la dinámica puede retroalimentarse. Por ejemplo, las cuentas del gobierno resentirán mucho el menor o nulo crecimiento, obligarán a consumir ahorros o reducir gasto, y con ello provocarán todavía menos crecimiento. Y si las señales son de otro año malo, muchos inversionistas optarán por buscar mejores lugares para invertir, profundizando la caída.

En pocas palabras, tanto el éxito como el fracaso se alimentan de sí mismos. Aunque el gobierno imagine que las cosas van muy bien, y un alto porcentaje de población perciba que no van mal, quienes se dedican al tema no creo que tengan duda. Será otro mal año el 2020.

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