Fuera de la Caja

Democracia amenazada

El uso de consultas populares para evitar la responsabilidad y gobernar a golpe de plebiscito es un mecanismo para mantener movilizadas a las bases.

Hace algunas semanas comentábamos que, frente al gobierno que insiste en llevar a cabo un cambio de régimen, hay tres cosas que debemos hacer: impedir el fin de la democracia, frenar la destrucción institucional, y construir un discurso atractivo para las mayorías que nos lleve de vuelta al camino de crecimiento con libertad que fuimos construyendo pacientemente por tres décadas. No a la misma realidad, sino al mismo rumbo, quede claro.

Bueno, lo más importante en esto es impedir el fin de la democracia, porque sin ella no habría manera de opinar acerca del rumbo del gobierno, ni sobre su conformación o límites. Como usted sabe, el movimiento encabezado por López Obrador ha sumado a personas de muy diversos orígenes, que no tienen ni ideología común, ni prácticas políticas similares, y ni siquiera disciplina. Es un movimiento personalista. Sin embargo, en estos meses parece haberse decantado hacia los grupos menos recomendables de la coalición.

Aunque siempre han existido personas que creen que todo funciona mejor de forma autoritaria, disfrazar esa intención con el argumento de que se busca el bien común es algo relativamente reciente. Creo que debemos a Rousseau esa terrible idea. La 'voluntad general' es tan importante, que nadie puede tener una opinión en contra de ella. Hay que obligar a todos a subordinarse a dicha voluntad, y educar a los niños en ella, para que ni siquiera piensen en otra cosa. Desde entonces hemos sufrido en Occidente diversos intentos de mejorar nuestra vida, aun en contra de nuestros deseos. Por cierto, siempre le llaman a eso 'revolución'. Francesa, socialista, mexicana, bolivariana, pero siempre es una revolución que busca decidir por nosotros. Siempre acaba en lo mismo: autoritarismo y terror.

Es también significativo que quienes encabezan esos movimientos no sólo son profundamente antidemocráticos, sino que insisten (cuando no han llegado al poder) en que son discriminados y que las reglas están construidas en su contra. Por lo mismo, juegan al borde de ellas, o incluso las rompen, y apelan a la movilización para evitar el castigo. Toma de pozos petroleros, huelga de pagos a CFE, desafuero, toma de Reforma, son algunos ejemplos de nuestro caso. Estos mismos movimientos, cuando llegan al poder, modifican las reglas para evitar la competencia. Lo hacen argumentando que la democracia liberal no sirve para reflejar la 'voluntad general', y que se requieren mecanismos más directos. Lo han hecho siempre, y lo intentan hacer ahora.

La propuesta de tener una revocación de mandato, y llevarla a cabo de manera concurrente con la elección intermedia es un intento de romper el periodo de gobierno en dos tramos muy pequeños. Aunque eso parezca inocuo, no lo es, porque se puede forzar la maquinaria durante tres años para simular éxito, y con base en ello ampliar la base de poder. En el caso actual, se trata además de exprimir el carisma de López Obrador. La revocación de mandato no tiene sentido en un régimen presidencial. Si se busca algo parecido, la modificación a un periodo de cuatro años con una reelección es algo mucho menos dañino.

Por otra parte, el uso de consultas populares para evitar la responsabilidad y gobernar a golpe de plebiscito es un mecanismo para mantener movilizadas a las bases. Recuerde la definición que tenía Juan Linz de fascismo: centro único de poder, movilización permanente, ideología que atraviesa todas las facetas de la vida.

Ah, y por si fuese poco con eso, además quieren desaparecer los organismos electorales locales, concentrar todo en el INE y, no lo dudo nada, reemplazar consejeros como lo han hecho en CRE, CNH o INEE, con ignorantes serviles. Está usted avisado.

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