Fuera de la Caja

Crisis social y política

Para aminorar la caída, los gobiernos en casi todos los países del mundo han optado por programas económicos de emergencia, financiados con deuda.

En el mes de mayo, algunos países empezarán a reducir las restricciones a la movilidad. Alemania, por ejemplo, anuncia que lo hará a partir del día 4. Puesto que el contagio inició antes en Europa, en esta parte del mundo es muy probable que debamos esperar un mes más. En Estados Unidos, cada gobernador decidirá la fecha, pero hay una gran proporción de la población que prefiere esperar.

De cualquier forma, esa reactivación será paulatina, y no en todas las áreas de actividad. Las concentraciones no serán permitidas en un buen tiempo, con lo que gran parte del entretenimiento, la hospitalidad y la restauración, no regresarán a los niveles previos. El turismo, pues, que para México equivale al 10 por ciento del PIB, es posible que no se recupere en un par de años. Con un menor flujo de personas entre países, algo similar ocurrirá con el tráfico aéreo. Por eso la gran caída del mercado petrolero. Esto golpea regiones amplias en Estados Unidos, por ejemplo, y en México derrumbará las finanzas públicas. Con menor capacidad de gasto, todo el sistema económico se reduce.

No sabemos el tamaño de la contracción todavía, pero los datos adelantados con que contamos son los peores en toda la historia registrada. Para aminorar la caída, los gobiernos en casi todos los países del mundo han optado por programas económicos de emergencia, financiados con deuda. Para facilitar el proceso, los bancos centrales han reducido las tasas a cero, o incluso a terreno negativo.

Supongamos, para poder imaginar el futuro, que la gran caída ocurre en este segundo trimestre del año, y ronda de -25 a -30 por ciento, en comparación anual. El tercer trimestre (julio-septiembre), con mayor actividad, pero todavía limitada, podría presentar una caída de la mitad (-10 a -15 por ciento). No sigamos poniendo cifras sin antes evaluar lo que esto significa.

Durante estos seis meses, la capacidad de las economías se habrá reducido en un 20 por ciento. En promedio, eso perderán de ingreso todas las personas, pero el promedio esconde los riesgos. Mientras algunos no pierden nada (por ejemplo, funcionarios de gobierno o maestros), otros pierden todo (pequeños empresarios, turismo, economía informal). Es muy poco frecuente que alguien tenga ahorros para mantener su nivel de vida por seis meses, incluso con reducciones importantes. Durante el primer mes, o el segundo, el miedo al contagio y la responsabilidad ciudadana cuentan, pero para los siguientes, será más dura la presión económica que cualquier otra cosa.

Para evitar el estallido social que esto implica es que los gobiernos están tratando de mantener un nivel de ingreso mínimo de todas las personas. Hay programas para pagar un porcentaje del salario hasta un cierto nivel (Dinamarca, Reino Unido), propuestas de ingreso básico universal (España), repartición directa de efectivo (Estados Unidos). Todos tienen sus dificultades: el primero exige un sistema económico muy organizado, el segundo puede convertirse en la quiebra del gobierno, el tercero no cubre a todos.

De manera que debemos esperar un verano muy agitado en términos sociales, es decir políticos. En todo Occidente, porque China y Rusia harán uso de su poder autoritario, mientras las democracias conservadoras de extremo Oriente continuarán las medidas que hasta hoy les han funcionado.

Aunque seguramente habrá complicaciones serias en Europa (especialmente alrededor de migración, como ha ocurrido siempre que cunde el pánico), el centro de la transformación será Estados Unidos. Hay elecciones en ese país en noviembre, y Donald Trump llegará a ellas con la peor situación económica en un siglo. Puesto que su intento de minimizar la crisis o achacarla a estados gobernados por demócratas, no funcionó, va a estar desesperado. Si pierde la reelección, es posible que también pierda la libertad, pues tiene muchos delitos comprobados esperándolo. Acorralado, será peligroso.

COLUMNAS ANTERIORES

Marcha de la locura
Décadas

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.