Fuera de la Caja

Al infinito y más allá

La apertura de actividades económicas en México parece ser más una imposición estadounidense que una decisión interna.

El miércoles, en su ejercicio matutino de propaganda, el Presidente informó que empezaríamos a reabrir la economía. La secretaria del ramo anunció que a partir del lunes 18 podrían iniciar actividades la minería, la construcción y la automotriz. Ese mismo día, por la tarde, el subsecretario de Salud dijo que a partir de ese día 18 empezarían a algo, pero no a trabajar, porque eso ocurriría el 1 de junio. Es una muestra más del desorden al interior del gobierno, que sólo un fanático puede no ver.

Es pertinente mencionar que estos discursos del miércoles ocurrieron después de los peores datos de salud. El martes por la noche hubo mil 997 casos nuevos de coronavirus, y 353 muertes achacadas a esa enfermedad. Ambos datos, los peores en todo el registro. El mismo miércoles, las cifras no mejoraron de forma relevante: mil 862 nuevos contagios y 294 defunciones. Para darle otra comparación, en el último mes hemos tenido 3 mil 888 muertes debido al coronavirus, frente a cerca de 3 mil por homicidios, que ha sido nuestro flagelo en la última década.

En ambos días, México fue el cuarto lugar mundial en defunciones, con 6 por ciento del total mundial. El martes, por los 353 fallecidos en México, en Reino Unido fueron 627; en Brasil, 881, y en Estados Unidos, mil 703. El miércoles, 294 en México, 494 en Reino Unido, 749 en Brasil y mil 746 en Estados Unidos. Considerando la población, los otros tres países están sufriendo más que nosotros, pero eso no es consuelo para nadie.

En ese contexto, la apertura de actividades económicas en México parece ser más una imposición estadounidense que una decisión interna. Aunque esta columna sigue pensando que la definición de lo que es esencial o no fue muy arbitraria, y que podríamos tener más ramas trabajando, con medidas de seguridad sanitaria adecuadas, la fecha y la definición de qué puede empezar a trabajar y qué no, de verdad parece decisión estadounidense.

Al respecto, conviene recordar que los expertos nos han indicado que se puede abrir la economía si se cumplen algunos requisitos: muchas pruebas, seguimiento de casos sospechosos, medidas para evitar el contagio (cubrebocas). Pero el subsecretario que ha controlado todo este proceso ha rechazado hacer más pruebas y que se utilice de forma generalizada el cubrebocas. Es el mismo que ahora pospone dos semanas la apertura económica, sin ninguna explicación.

La preocupación desde el inicio ha sido el muy bajo número de pruebas que se han aplicado en México. Primero se argumentó que se debía a un método epidemiológico llamado Centinela, que después fue desechado sin mayor explicación. Pero seguimos siendo uno de los países con menos pruebas. De hecho, con los datos de ourworldindata, a partir del 8 de mayo tenemos una caída significativa. Pasamos de hacer 0.03 pruebas por cada mil habitantes (tres por cada cien mil) a apenas 0.01 en los dos días siguientes, y a menos de eso en los últimos dos. Si reduciendo pruebas tenemos ahora un récord de nuevos casos, el asunto preocupa.

Las muertes merecen un estudio aparte, que no existe. Jorge Andrés Castañeda y Sebastián Garrido publicaron un importante texto en Nexos acerca de la lentitud con la que se acumula la información de defunciones. Hay reportes de prensa acerca de la saturación de funerarias e incineradoras. No tenemos, como la mayor parte del mundo, un sistema de información que nos permita conocer, día a día, el número de fallecimientos en el país. Eso impide que podamos tener la medición más importante que hay: las muertes en exceso.

Anoche, récord de casos nuevos: 2 mil 400, y 257 fallecimientos. Así se ha decidido hacer un semaforito con el que empezará la actividad económica. Veremos qué ocurre.

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