Fuera de la Caja

Origen y destino

Al polarizar, López Obrador garantizaba una mayoría a la oposición, si ésta lograba conformar un polo único. Cuando esto ocurre, con una candidata ciudadana, la derrota amenaza.

Creador o heredero de todos los conflictos sociales desde mediados de los noventa, López Obrador es un experto en victimizarse y en polarizar. No siempre le ha alcanzado con eso, pero frente a un presidente con aprobación históricamente baja, como Peña Nieto, le fue suficiente para ganar las elecciones, con la mitad de los votos. Muchos mexicanos decidieron apostar por él, que prometía terminar con la corrupción y la inseguridad casi de inmediato, además de ofrecer bienestar para todos. Algunos decíamos que mentía, que no sólo era incapaz de hacerlo, sino además mala persona, pero los votantes nos ignoraron, con justa razón. Tenían esperanza.

Para febrero de 2019, López Obrador alcanzaba más de 80 por ciento de aprobación, a pesar de que el mes anterior México había sufrido, por primera vez, escasez de gasolina. Él afirmaba que era producto de la lucha contra el huachicol, mintiendo descaradamente. Cuando murió un centenar de personas en Tlahuelilpan, producto de esas decisiones, mostró con claridad su cinismo y falta de empatía. Apenas la primera vez.

Con ese gran apoyo, López Obrador no dudó en polarizar al país. Confiando en que tenía consigo a 8 de cada 10 mexicanos, podía atacar impunemente a los dos restantes, mientras afianzaba a los suyos repartiendo dinero en efectivo. Pero su aprobación fue menguando, y se desplomó con la pandemia. Ahí se mostró de cuerpo entero: primero mintió acerca de la gravedad del problema, luego controló la vacunación, excluyendo a grupos enteros, haciendo uso de los militares para crear en la población la idea de que era a él a quien debían su salvación. Como sabemos, fuimos el país con la mayor mortalidad en exceso que pudo evitarse.

Su insistencia en descalificar a quienes no coincidían con él y los malos resultados de su gobierno llevaron a su derrota en la elección intermedia (2021). Si no hubiese sido porque Movimiento Ciudadano se negó a formar parte de la coalición opositora, ni siquiera hubiese tenido mayoría en Diputados.

Durante años, poco a poco, diversos grupos reclamaron el maltrato. No quiso recibir a nadie. Los agravios se fueron sumando, se agregaron a los malos resultados en todos los ámbitos de la vida nacional: corrupción, inseguridad, economía, salud, educación. La polarización, sin embargo, siguió siendo su estrategia, sin darse cuenta de que su polo era ya mucho menor que el opositor.

Jamás cambió la estrategia original: polarizar. Con él, el pueblo bueno; enfrente, los malvados neoliberales, los emisarios del pasado, cualquier epíteto era poco para describir al adversario (que en realidad él considera enemigo). Pero, salvo en esos primeros meses de su gobierno, nunca contó con la mayoría a su favor. Al polarizar, garantizaba una mayoría a la oposición, si ésta lograba conformar un polo único. Cuando esto ocurre, con una candidata ciudadana, la derrota amenaza.

Para evitarla, había que dividir a la oposición, y para eso promovió a Samuel García, el irresponsable que logró alcanzar la gubernatura de Nuevo León, pero que al final no pudo dejarla, porque sus trapacerías lo ponían en riesgo. Hubo entonces que proceder a un segundo plan: convencer a los votantes de que la elección era un simple trámite, y el arroz estaba cocido. Encuestas con decenas de puntos de ventaja a favor de su candidata lo lograrían. Pero no fue así: la movilización ciudadana, otras encuestas no amañadas, la evidencia de los eventos de ambas candidatas, impidieron la desmovilización.

Ahora, a una semana de la elección, el riesgo de la derrota es muy claro. No sirvió polarizar, ni logró desmovilizar. Busca aprovechar ahora la colonización del INE y el Tribunal Electoral para que la elección no salga bien, pero tampoco le va a resultar. La ola que hace seis años lo elevó a alturas insospechadas favorece hoy a alguien más.

Sembró vientos, cosecha tempestades.

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