Fuera de la Caja

El loco

Las opciones para Argentina eran entre un casi desconocido, con una personalidad dudosa, y la repetición de la gran tragedia de las últimas ocho décadas: el peronismo.

“El loco” Milei es el nuevo presidente de Argentina. No uso el apodo de forma despectiva, es el que ha tenido desde la secundaria, y del que en muchas ocasiones se ha sentido orgulloso. Desde entonces, Milei ha mostrado un comportamiento poco común, posiblemente resultado de una infancia muy difícil, en una familia abusadora. No ha podido construir relaciones afectivas duraderas, salvo con su hermana y con su perro, Conan, al que clonó antes de su muerte para contar ahora con cinco copias idénticas del ser vivo al que más ha querido. Estos detalles, y muchos otros, pueden encontrarse en el libro de Juan Luis González, El loco, que publicó Planeta hace algunos meses.

Argentina debía decidir entre Milei, un externo a la política que apenas hace unos años creó un movimiento llamado La Libertad Avanza, y Sergio Massa, último secretario de Economía (Hacienda, para nosotros) del gobierno de Alberto Fernández, el presidente saliente. Es decir, las opciones eran entre un casi desconocido, con una personalidad dudosa, y la repetición de la gran tragedia de las últimas ocho décadas: el peronismo.

Milei es economista, pero de un segmento conocido como libertarismo. Sus ideas son una combinación de la más amplia libertad posible en materia económica junto con una visión profundamente conservadora en lo social. Por un lado, propone abolir el Banco Central, privatizar y reducir el gobierno lo más posible; y por otro, se opone al aborto o al matrimonio entre personas del mismo sexo, además de considerar el cambio climático como un invento comunista. No juzgo sus ideas, pero conviene exponerlas.

El peronismo, en cambio, es el segundo populismo latinoamericano del siglo 20, después del cardenismo mexicano. En ambos se propone la primacía del gobierno, el capitalismo de compadrazgo, y una política social asistencialista y paternalista. Para quienes forman parte de estos grupos, el libre mercado es una amenaza, la democracia es un riesgo, y el país debe ser controlado por un puñado de iluminados, que son los políticos y sus socios “empresariales”. Puede usted ubicar el fracaso latinoamericano exactamente en esta propuesta, que sacó a Argentina del grupo de países desarrollados en el que llegó a estar, e impidió que México se incorporara a él. Peronismo y cardenismo difieren apenas en algunas posiciones de carácter social, que en la antigua perspectiva calificaríamos de derecha e izquierda, respectivamente. Pero en lo relevante, es decir, el arreglo económico y político del país, son muy parecidos.

Tal vez por eso puede usted ver a López Obrador, seguidores y facilitadores, despotricar contra Milei. Ha derrotado a la versión argentina de la propuesta obradorista. Abre con ello la imaginación para nosotros, y eso no puede ser agradable para nuestro propio loco. También confirma, la victoria de Milei, la racha oposicionista en América Latina: en este ciclo de elecciones presidenciales, prácticamente todos los países han optado por la oposición (salvo Costa Rica y Paraguay). No sólo eso, sino que refuerza la tendencia que hemos visto en todo el mundo desde 2015: quien es percibido por la población como externo a la política tiene ventaja. Fue el caso de Trump o Macron, pero también de López Obrador (que aunque lleva medio siglo en política, es considerado antisistema porque se pelea con todos).

Sigo convencido de que la opción que promueve López Obrador rumbo a 2024 será derrotada en las urnas. Por eso ha promovido la candidatura de Samuel García en Movimiento Ciudadano, para contar con un esquirol, y con ello reducir el porcentaje de votos que requiere su propia candidata. Pero no le alcanza, y por eso quiere minar al INE todo lo que pueda, y por eso sigue en campaña, prometiendo absurdos cada vez mayores. Lo de Milei es apodo, aquí es de verdad.

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