Fuera de la Caja

Ciudadanos

Ocupar el centro político es siempre muy arriesgado. Hacerlo en momentos de polarización es suicida. Tarde o temprano llega el momento de decidir.

Hubo en España un fenómeno político muy interesante. Inicia en 2005, cuando un grupo de jóvenes intelectuales de “centro” deciden organizarse para enfrentar el nacionalismo catalán. Lo hacen con el nombre de Ciudadanos, y logran tres escaños en la elección regional de 2006. Cinco años después, incrementan su presencia en el Parlamento a nueve posiciones, y empiezan a notarse a nivel nacional. El líder indiscutible del partido es Albert Rivera, que lanza una plataforma llamada Movimiento Ciudadano para hacer realidad esa presencia nacional.

En 2015 ya tienen 25 diputados en Cataluña, y logran 40 posiciones a nivel nacional. Avanzan mediante alianzas con partidos pequeños locales. Empieza entonces a notarse la complejidad de ocupar el centro político. Rivera intenta crecer asociándose con Pedro Sánchez, líder del PSOE, y las cosas no funcionan bien. Se mueve entonces hacia el PP, de Mariano Rajoy en ese entonces, y eso provoca una discusión al interior de Ciudadanos, como ya se conoce en toda España: ¿deben ser socialdemócratas o liberales de centro?

Rivera opta por el segundo camino, y con ello apunta a reemplazar al PP como la segunda fuerza política en España. La oportunidad se presenta en 2019, cuando el presidente Pedro Sánchez, sostenido en una coalición muy débil, no logra la aprobación del Presupuesto, y decide llamar a elecciones adelantadas. En abril de ese año, Ciudadanos obtiene casi los mismos votos que el Partido Popular. Como es frecuente en España, el PSOE, a pesar de ganar la elección, no cuenta con los escaños suficientes para obtener la Presidencia, de forma que Pedro Sánchez debe buscar aliados, y la opción más clara es Ciudadanos. Pero esto implicaba, para este partido, regresar a esa socialdemocracia que Albert Rivera consideraba inadecuada. Se negó a respaldar a Sánchez, quien tampoco pudo lograr suficiente apoyo de parte de Pablo Iglesias (de Unidas Podemos, el chavismo español), de manera que no pudo formar gobierno.

Se debió convocar a nuevas elecciones en noviembre de 2019. En ellas, Ciudadanos obtuvo sólo 10 diputados, frente a los 57 elegidos en abril. En 2021, el derrumbe alcanza el lugar de origen de Ciudadanos: en Cataluña obtienen sólo seis escaños, frente a los 36 de la elección anterior. En 2023, Ciudadanos no obtuvo ningún escaño en las elecciones autonómicas. Seguramente ocurrirá algo similar este próximo domingo.

Ocupar el centro político es siempre muy arriesgado. Hacerlo en momentos de polarización es suicida. La experiencia de Ciudadanos en España debería servir de ejemplo. Tarde o temprano llega el momento de decidir, porque no hay tercer camino disponible. A Ciudadanos le ocurrió eso en 2019, Albert Rivera optó por el suicidio, y lo consiguió. Un partido político que era prácticamente la segunda fuerza en España hace cuatro años, hoy es nada.

Le platico todo esto porque hay un partido en México que sigue los pasos de Ciudadanos. Aunque se fundó en 1999 con el nombre de Convergencia por la Democracia, desde 2011 se llama Movimiento Ciudadano (MC). Como el partido español, oscila entre la socialdemocracia y el liberalismo de centro, y ha ido construyendo presencia nacional con base en alianzas con grupos locales. Tal vez por coincidencia, el color que identifica a ambas fuerzas es el naranja. La abundante importación de proclamas europeas que ha hecho MC ya no parece una coincidencia.

Les sirvió de inspiración o ejemplo el nombre, el color, la estrategia, la plataforma. Han sido exitosos. En 10 años pasaron de la irrelevancia a un decoroso 7 por ciento del voto nacional. Ahora llega el momento de la decisión. Pueden formar parte del próximo gobierno o pueden regresar a la irrelevancia.

¿Optarán, como lo hizo su modelo, por el suicidio?

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