Fuera de la Caja

Rumbo claro

Tres de los más grandes enemigos de la democracia sufrieron derrotas considerables en 2022: Donald Trump, Vladimir Putin y Xi Jinping.

Primer día hábil de 2023: ¡muchas felicidades! Tengo dos opciones para iniciar el año: revisar lo ocurrido en 2022, o tratar de imaginar lo que pasará en éste. Y tengo también un abanico amplísimo de temas. Veamos qué logro.

Me parece que lo más importante de 2022 fue un cambio en la marea. Desde fines de 2008, la democracia liberal inició un proceso de deterioro global. El año pasado, por primera vez desde entonces, las señales fueron diferentes. Tres de los más grandes enemigos de la democracia sufrieron derrotas considerables: Donald Trump, Vladimir Putin y Xi Jinping.

El primero ha sido encontrado culpable de varios delitos, por parte de un comité del Legislativo, y ahora deberá ser procesado. Adicionalmente, se han hecho públicos sus registros fiscales, que documentan lo que ya sabíamos: es un fraude. Tal vez continúe en la vida política, tal vez sea reemplazado por alguien peor, pero los golpes que ha sufrido son relevantes porque han ido acompañados de una legitimación democrática: sus candidatos en la elección intermedia fueron derrotados. No ha terminado la ola populista en Estados Unidos, pero parece que ha empezado a detenerse.

Vladimir Putin se ha vendido como el líder macho por antonomasia. Durante más de 20 años ha fungido como zar de todas las Rusias. Hace ocho, invadió Ucrania por primera vez y la despojó de Crimea. En 2022, intentó quedarse con todo. Ha fracasado. Ucrania ha resistido, y ha logrado transformar la posición de Europa, ya muy acostumbrada a negociar con el rufián. Hoy, la democracia vale más que la energía, a diferencia de lo que se percibía en la década anterior.

Xi se ha convertido en emperador. Ha roto la regla no escrita de los 10 años, ha barrido con sus opositores, y ahora enfrenta la realidad. La estrategia sanitaria elegida por él, cero Covid, ha resultado un fracaso; la estrategia económica, que desde 2008 debió corregirse, ha dado de sí. Para el año nuevo chino, dentro de unas semanas, creo que será evidente el tamaño del problema que enfrenta el país que ya no es el más poblado del mundo.

Los tres más grandes enemigos de la democracia liberal: el populista, el zar y el emperador, han sufrido grandes derrotas en 2022. La marea que hundía la democracia liberal parece haber iniciado su regreso. Tal vez tarde lo mismo que en el ascenso, pero al menos parece ya ser diferente.

Como de costumbre, América Latina vive en otra dimensión. Hay también señales interesantes. En las últimas elecciones ha ganado casi siempre la oposición, sin importar el signo. Hay intentos de mantener la vigencia de la ley, en Perú y Argentina, pero también hay endurecimiento en Colombia y Bolivia. Hay ya una farsa declarada en México, pero también señales del cambio de marea: la ola ciudadana del 13 de noviembre.

Los tres personajes mencionados antes han sido derrotados por la realidad: porque las mentiras y fraudes de Trump superaron la credulidad de millones de votantes; porque el autoengaño de Putin acerca de su poder militar no resistió el valor de los ucranianos; porque ni en economía ni en sanidad basta con la voluntad, así sea la del emperador Xi.

En 2023, esa misma realidad terminará de destruir las entelequias obradoristas en México. Podrá optar entonces el enfermo por reaccionar como Trump, negando esa realidad; o como Putin, ampliando la apuesta hasta llegar al ridículo; o como Xi, fingiendo una estrategia para realmente corregir en lo posible. Tendrá que equilibrar el enojo de la población, la escasez de recursos, y la voracidad rabiosa de sus seguidores. No podrá hacerlo, me parece, y en el transcurso de este año nos hundiremos en el caos.

Después, seguiremos adelante.

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