Fuera de la Caja

Amenaza

La deshonestidad de López Obrador es muy evidente, y su capacidad de crear problemas en donde no los hay la conocemos desde hace tres décadas.

Por más de una semana, el Presidente ha atacado diariamente a la UNAM, desde el púlpito mañanero. Por ya un mes, ha mentido continuamente acerca del tema eléctrico, inventando cifras, asegurando capacidad de generación inexistente, afirmando que bajarán las tarifas eléctricas, entre muchas otras afirmaciones inexactas o francas mentiras. La deshonestidad de López Obrador es muy evidente, y su capacidad de crear problemas en donde no los hay la conocemos desde hace tres décadas. Las conferencias matutinas son un ejercicio de propaganda política basado en la mentira, el enfrentamiento y la descalificación.

Pero es el Presidente, y eso nos coloca en una situación muy grave. Aunque parezca extraño, permítame sugerir que, en este momento, López Obrador es la mayor amenaza a la seguridad nacional. Para ello, cito la definición del concepto en la Ley de Seguridad Nacional, artículo 3: “Por seguridad nacional se entienden las acciones destinadas de manera inmediata y directa a mantener la integridad, estabilidad y permanencia del Estado mexicano”. Es decir, una amenaza es aquello que pone en riesgo la integridad, la estabilidad o la permanencia del Estado.

No dudo que muchos crean que por haber sido electo democráticamente, es imposible que el Presidente pueda ser una amenaza a la seguridad nacional, pero no hay relación entre ambos temas. Abundan los ejemplos de líderes autoritarios que llegaron al poder mediante elecciones, para después poner en riesgo a sus Estados. Los hay de derecha y de izquierda, porque esos términos no tienen mucho sentido. La verdadera diferencia, en el funcionamiento político de un Estado, es si en su esencia es democrático o autoritario. Así, aunque López Obrador haya obtenido más de la mitad de los votos en 2018, su coalición no logró superar el 48 por ciento del voto en ese año, y el 43 por ciento en la elección de 2021. No tienen un mandato incondicional de parte de la ciudadanía, y por lo mismo no pueden modificar la esencia del Estado mexicano.

López Obrador pone en riesgo la integridad del Estado con propuestas que impedirán al centro-norte del país mantener su economía funcionando. Es el caso de las modificaciones fiscales (con efectos desastrosos para la exportación) o la reforma eléctrica (que evitará el abasto confiable a precio razonable, pero además favorecerá aranceles adicionales asociados al carbono, por usar energía sucia).

López Obrador pone en riesgo la estabilidad del Estado promoviendo diariamente el enfrentamiento entre grupos, que ahora parece encaminado a una ‘revolución cultural’ maoísta, en la que universitarios, académicos, investigadores y opinadores son enemigos del pueblo, y merecen reprimendas, castigos y, eventualmente, su reeducación.

López Obrador pone en riesgo la permanencia del Estado, porque la velocidad a la que ha destruido las instituciones, la capacidad de gestión de la administración pública y los márgenes de maniobra en las finanzas públicas (con la construcción de obras absurdas, con el financiamiento a empresas públicas quebradas, con el reparto excesivo de recursos) parece ya irreversible. Estos elementos, combinados con el riesgo para las empresas exportadoras y la ‘revolución cultural’ en ciernes, prácticamente nos garantiza una seria crisis de fin de sexenio, no sólo económica.

Hacia 2024, con todo el poder del Estado, intentará colocar a su heredera en el poder, y no aceptará la derrota en las urnas. Nunca lo ha hecho, ahora menos. Esto ocurrirá durante la campaña electoral estadounidense, en la que México será un tema definitorio.

La ruta de López Obrador es la desintegración del Estado, la inestabilidad total en 2024 y, por lo tanto, una probabilidad considerable de que ese Estado no pueda permanecer. Ese Estado es el país en el que usted vive. No lo tome a broma, ni a exceso, considere seriamente la sugerencia de esta columna.

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