Fuera de la Caja

En suma

Con la excusa de acabar con la corrupción, han dejado a la administración pública en los huesos, con lo que su capacidad de gestión es prácticamente nula.

La próxima semana se publicará el indicador oportuno del PIB, que es una aproximación (normalmente muy atinada) del valor agregado generado durante el último trimestre. Si el indicador oportuno de actividad económica publicado esta semana es igualmente certero, el crecimiento frente al trimestre anterior fue exactamente cero.

Lo habíamos comentado ya: los datos de agosto, y los pocos de septiembre, mostraban estancamiento. Algunas caídas, como en ventas de autos, pero también en producción y exportación; algunos incrementos muy pequeños, en ventas de autoservicios, por ejemplo. En el conjunto parecía que no habría avance, y eso es lo que confirman las primeras estimaciones de Inegi. El nivel de actividad económica en septiembre es prácticamente el mismo de abril, y también es muy parecido al que se tenía cuando nos fuimos al confinamiento, a la mitad de marzo de 2020. Si queremos ver las cosas de forma optimista, podemos decir que ya estamos en el nivel previo a la pandemia. Si queremos ser más serios, habrá que reconocer que hemos perdido un año y medio, que se suma al comportamiento negativo que teníamos antes de eso, producto de las terribles decisiones del gobierno.

De hecho, comparando este tercer trimestre (según el indicador oportuno) con el tercero de 2018, previo a la cancelación del aeropuerto y a la toma de posesión de López Obrador, el crecimiento económico acumulado es de -3 por ciento. Recuerde que en esto ya no pinta la pandemia, propiamente hablando. La tasa de crecimiento anual promedio, en los primeros tres años del sexenio, es de -1 por ciento. Esta columna no espera que cambie en la segunda mitad.

En términos de empleo formal, falta poco para llegar al nivel previo a la pandemia, y se han creado 137 mil empleos, comparando con el nivel de noviembre de 2018. Son poco más de 45 mil por año, que es menos de la décima parte de lo que se creaba, en promedio, cada año durante los 20 previos. Comparado con la tendencia, hay un déficit de 1.2 millones de empleos formales en la primera mitad de este gobierno, y tampoco espera esta columna grandes cambios en lo que resta de la administración.

Estos dos datos, crecimiento y generación de empleo, ilustran muy bien el desempeño del gobierno en materia económica: es un fracaso. No sólo no logró incrementar el ritmo de la economía mexicana, lo desplomó. Y lo hizo antes de la pandemia que les “cayó como anillo al dedo” para excusarlos.

El miércoles, aprovechando la publicación del reporte del World Justice Project, comentamos que en todos los indicadores de ese documento hemos sufrido una caída en estos tres años. Especialmente grave en los casos de corrupción y seguridad, que fueron las ofertas principales de la campaña electoral que llevó al triunfo al grupo que hoy gobierna. No sólo no hubo alguna mejoría, se incrementó la velocidad del deterioro.

En lo único en que parecen exitosos quienes tienen el poder es en la destrucción institucional y en la consecución de venganzas personales. No han logrado construir algún caso que parezca realmente enfrentar corrupción (que sigue creciendo, según el indicador comentado), pero sí encarcelan y persiguen enemigos políticos y personales. Peor aún, han usado la excusa de corrupción para desmantelar el abasto de medicinas, el de combustibles, el aeropuerto, las aduanas, y han dejado a la administración pública en los huesos, con lo que la capacidad de gestión del gobierno es ya prácticamente nula.

Por eso me parece que la iniciativa de reforma eléctrica desnuda al grupo en el poder. Porque en ella se resume esa oferta destructiva guiada por ideologías absurdas y resentimiento. Y por eso mi insistencia en que sólo la deshonestidad, la ingenuidad o la cobardía pueden explicar el respaldo a esa caterva de maleantes.

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