Luis Wertman Zaslav

Prudencia

En la relación México-EU en la campaña electoral de trump "distinguir cuándo se trata de un argumento político y cuándo es una amenaza real requerirá de paciencia y talento", dice Luis Wertman.

Winston Churchill decía que el éxito era la capacidad de ir de un fracaso a otro sin perder el entusiasmo. Hace dos días entramos en un proceso político y económico que probará si esta afirmación es cierta o no.

En un mitin en Florida, el presidente de Estados Unidos arrancó su campaña de reelección de manera muy similar a como lo hizo hace tres años, salvo por una diferencia: en esta ocasión presentó a México como un aliado estratégico y no como el país responsable de todos los problemas que afectaban a los norteamericanos.

Este cambio de dirección dice mucho sobre el terreno que pisamos como país, que es el de la total incertidumbre. Pasamos, en menos de 45 días, de la amenaza de imposición de tarifas a todas las exportaciones mexicanas a ser la nación que ayudará con el control migratorio ilegal.

Es difícil encontrar un antecedente a esta situación; sin embargo, lo que queda claro es que el futuro de ambos gobiernos está más entrelazado que nunca. Sin la sociedad comercial que representa Estados Unidos nuestra economía colapsaría; pero, para asegurar un segundo periodo en la presidencia, Trump necesita los resultados en la frontera sur y las alianzas con Centroamérica que la administración del presidente López Obrador construye.

En paralelo, el gobierno acelera cualquier medida que le permita reducir su dependencia de este acuerdo e impulsar una reactivación de la economía a partir del mercado interno, la producción de combustibles, la inyección de apoyos económicos a amplios sectores de la población y hasta la siembra masiva de alimentos básicos.

Porque, como reconoció en su conferencia de las mañanas, el principal ingreso exterior sigue siendo el de las remesas de dólares que llegan desde Estados Unidos, en su mayoría, hacia las comunidades más apartadas y desfavorecidas de la República.

La misma ruta llevó la reciente ratificación del TMEC en el Senado, que blindaría en caso de un cambio de administración estadounidense, y además daría certeza a la iniciativa privada de ambos países para invertir sin que importe mucho quién ocupa la Casa Blanca. Al mismo tiempo, el presidente Trump ya inició la presión para aprobarlo inmediatamente en su Congreso, porque desea contar con una fuerte bandera electoral para los siguientes meses.

En aguas tan enrarecidas, navegar demandará mucha prudencia. México será, de una forma u otra, el protagonista de la batalla electoral en Estados Unidos. Distinguir cuándo se trata de un argumento político y cuándo es una amenaza real requerirá de paciencia y talento.

Pero no sólo eso, también necesitará que los grandes proyectos de infraestructura arranquen, que los compromisos asumidos por la iniciativa privada se cumplan, y que el Estado de derecho funcione en los hechos. Porque los vaivenes serán la constante en los próximos dos años.

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