Luis Wertman Zaslav

Inercia de arranque

Manejar lo mejor posible la inercia económica para no provocar un accidente financiero irreparable, debe estar en la mesa de las principales preocupaciones del gobierno.

En la cuerda floja que es la posibilidad de un nuevo confinamiento y lo que significaría para la economía nacional, todos los indicadores son claros: varios sectores industriales empezaron a salir del pozo, y justo cuando comienzan a ganar impulso, un cierre de actividades sería la puntilla en un año para el olvido.

Sin embargo, también están las vidas, las más de 90 mil que se perdieron y las que seguiremos perdiendo a manos de la pandemia, que podrían provocar un colapso sanitario y a medidas restrictivas de todos modos.

El espejo europeo es sombrío y anticipa lo que podría venir para el país. El denominador común es la insuficiencia de servicios de salud (públicos y privados) en naciones que no pudieron prever una contingencia de esta magnitud.

A pesar de la reconversión hospitalaria en tiempo récord, México está en una posición todavía más vulnerable que cualquier nación de la Unión Europea, con una población predispuesta a enfermedades crónicas, mala alimentación y consumo alto de comida chatarra y bebidas azucaradas; precisamente el objetivo de esta nueva cepa de virus, de la que aún sabemos poco.

De seguir así el comportamiento de la enfermedad, el tiempo que se busca ganar para que llegue la vacuna será insuficiente para una economía lastimada y cuya inercia en este arranque para salir del barranco podría hacer que choque de frente con la pared de un aislamiento de emergencia.

Una salida es la suspensión voluntaria y desde la sociedad de los festejos de diciembre, además del uso masivo de cubrebocas y la política permanente de sana distancia y de higiene constante. Pero en el tramo final del año, una de las temporadas de mayor consumo, no sabemos cuál sería el resultado de una cuesta que ya no empezaría en enero, si no en diciembre (o antes) y duraría hasta marzo o abril, un escenario devastador en sí mismo.

Lo primero deberá ser la salud de todas y de todos. A partir de ahí, pueden venir las estrategias de mercadeo más innovadoras, sobre plataformas de tecnología, para que las ventas en línea suplan a las presenciales y podamos hacer llegar los regalos navideños, mientras brindamos a distancia por alguna de las aplicaciones de audio y video.

Porque salir a las calles en una situación como esta nos puede acarrear consecuencias impredecibles. Igual que viajar varias horas en avión (que perjudicará al sector sin remedio) o atender fiestas multitudinarias donde seguramente habrá oportunidad de contagios.

Manejar lo mejor posible esa inercia económica para no provocar un accidente financiero irreparable, debe estar en la mesa de las preocupaciones principales de la actual administración federal. Si tomamos como referencia los últimos anuncios y declaraciones, ya es el tema de conversación diario para tomar las decisiones menos dolorosas para el país.

Nosotros podemos colaborar, si queremos, con el uso permanente de cubrebocas, con limitar los contactos cercanos, y con la voluntad de no vernos en esta etapa final del año. ¿Lo lograremos? No lo sé en este momento, menos cuando ya se hacen celebraciones masivas y de corte religioso como preámbulo a las de diciembre, pero es un asunto de compromiso personal, familiar, que poco tiene que ver con que una autoridad no imponga medidas que ya sabemos que son necesarias. Miles de vidas, de familias y de empleos, dependen de que hagamos lo correcto.

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