Luis Wertman Zaslav

Ganadores y perdedores

El reto es lograr equidad y empezar a construir un auténtico piso parejo para que las oportunidades, con sus correspondientes obligaciones, alcancen a la mayoría de las y los mexicanos.

En el balance de este año de horrores, la economía mundial y la de nuestro país se adaptan a condiciones nuevas y a comportamientos antes impensables. La clave será cuánto de lo que vivimos ahora será permanente y cuánto regresará a lo que estábamos acostumbrados antes.

Bajo esa lógica, cada industria deberá calcular esa mezcla entre pasado y futuro para sobrevivir y crecer en un entorno que ya aceleró el uso de tecnologías, el trabajo remoto, las compras en línea y la urgencia de mayor espacio para vivienda, además de infraestructura pública que reduzca las distancias entre centros de trabajo, sitios de convivencia y zonas habitacionales.

Como muchos otros temas de moda, el debate sobre las "ciudades de 15 minutos" refuerza la necesidad de que no nos desplacemos más allá de ese tiempo para recuperar un tejido social roto por privilegiar las necesidades económicas personales y familiares.

Este concepto, igual que el de proporcionar una renta básica para que la gente pueda quedarse en casa o una inversión sin precedentes en el sistema de salud público para enfrentar la siguiente pandemia, gira en torno a la vulnerabilidad que desnudó este tipo de coronavirus y que también precipitó la caída de sectores económicos ya tocados por el cambio de costumbres en el consumo de las sociedades.

Sin embargo, así como vemos perdedores en los centros comerciales tradicionales, en la construcción, en la hotelería, y en los restaurantes, observaremos ganancias y a miles de puestos de trabajo trasladarse al comercio en internet, la entrega de comida o la atención vía telefónica.

Dependerá qué tanto habrán cambiado nuestras costumbres de consumo para saber cómo será nuestra vida cotidiana en el futuro. Por el comportamiento de los mercados, los análisis del futuro inmediato son una parte fundamental de la nueva economía que podría surgir una vez que superemos el riesgo de contagio y encontremos tratamientos eficaces para la enfermedad que provoca el coronavirus SARS-CoV-2.

En el lado positivo, tenemos la oportunidad de diseñar como nunca antes otros tipos de ciudades y espacios públicos para equilibrar la enorme desigualdad de nuestra vida moderna; en lo negativo, si no hacemos nada podemos terminar peor de como iniciamos en esta crisis y ampliar todavía más el desequilibrio social.

El reto es lograr equidad y empezar a construir un auténtico piso parejo para que las oportunidades, con sus correspondientes obligaciones, alcancen a la mayoría de las y los mexicanos, sobre todo en un 2021 que será de una lenta recuperación en todos los sentidos.

También valdría la pena no descuidar el aspecto social que en ocasiones no contempla la economía. De lo poco que ha traído esta crisis sanitaria es que ha identificado con claridad las necesidades apremiantes en salud, educación, protección social y seguridad, es decir, de un Estado de bienestar que estaba en el discurso, pero que ya no existía para la mayor parte de las sociedades del planeta.

Ahí, además, existen oportunidades de inversión y de negocio con un retorno social importante que empresas y empresarios no deberían ignorar, al igual que muchos gobiernos a los que la pandemia tomó auténticamente por sorpresa. Habrá ganadores y perdedores, como en cualquier crisis, lo importante es en dónde y cómo se traducirán esas ganancias en mejores condiciones de vida y no en rendimientos de minoría que sólo anticiparán menos posibilidades de supervivencia para la siguiente, y segura, contingencia mundial.

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