Luis Wertman Zaslav

Educación en riesgo

Con recursos limitados, falta de espacio y escenas que revelan las carencias en muchos hogares, maestras, maestros, responsables de crianza y estudiantes iniciaron el curso escolar de manera remota.

En medio de uno de los experimentos educativos más grandes de nuestra historia, forzado por la pandemia que sigue su curso, las niñas, niños y jóvenes mexicanos cumplieron dos semanas de retornar a clases virtuales y por televisión abierta.

El reto es mayúsculo para un país en donde la educación pública y privada se debate entre el acceso universal y el costo que tiene para las familias una instrucción que se percibe de mayor calidad que la ofrecida por el Estado.

Con recursos limitados, pocas herramientas, falta de espacio y escenas que, tristemente, revelan las carencias en muchos hogares, maestras, maestros, responsables de crianza y estudiantes iniciaron el curso escolar de manera remota, adaptándose a lo desconocido y a una nueva realidad que podría ser insuficiente para alcanzar los objetivos de aprendizaje.

Los resultados están por verse, pero se puede anticipar que esta etapa tendrá que ser forzosamente de transición, ya que nada puede sustituir el intercambio académico y de formación que se logra en los salones de clase y en las escuelas como centro de confianza y de convivencia social.

Por ello, el regreso a clases con todas las medidas de seguridad sanitaria y de higiene es imperativo y tendrá que acordarse con mucho cuidado entre autoridades, directivas, profesores y familias, para garantizar la protección de las y los alumnos.

Si ya en México la educación era un tema fundamental de rezago, hoy estamos ante la terrible posibilidad de dar pasos hacia atrás y quedarnos al margen de una instrucción correcta que le brinde a las y los niños, los jóvenes, los elementos necesarios para desarrollarse, enriquecer su visión del mundo y poder participar de las oportunidades que ofrecen, desde la tecnología hasta los acuerdos comerciales como el TMEC.

No sólo se trata de preparar a las y los profesionales que serán los tomadores de decisión de un futuro muy cercano, sino de elevar las competencias intelectuales y cívicas de generaciones que, por fin, podrían llevar a México a un desarrollo acorde con las ventajas y los recursos que tiene como nación.

Uno de nuestros últimos bonos demográficos es lo que está en juego, y esa apuesta llega en el peor momento de una crisis sanitaria y económica. Por lo visto, en contenido y en manejo pedagógico de los presentadores en quince días, todavía hay un largo camino por recorrer para asegurar que las clases por televisión, y a distancia, pueden reemplazar en el corto plazo a la presencia en las aulas.

Comprobarlo representa un riesgo alto y será mucho mejor diseñar, como lo han hecho otras naciones del planeta, el retorno seguro de las clases presenciales y la rutina escolar que es referente de la integración de las y los niños en la sociedad y que es indispensable para hacerlos independientes, ayudarlos en su maduración y construirles valores y principios que nos urgen para consolidar a una sociedad mexicana distinta.

Las experiencias y buenas prácticas de países europeos, que esta misma semana regresaron a las escuelas, pueden brindarnos rutas efectivas para que el ciclo escolar se recupere y esta fase remota sea un complemento útil para retornar a una nueva realidad.

Insistir en un regreso seguro debe ser una prioridad social, impulsada por la preocupación de todos por mejorar el nivel educativo nacional, contar con instalaciones públicas suficientes y en buen estado, un sistema privado de enseñanza equilibrado y productivo, que no vea a la instrucción sólo como negocio, y consolidar comunidades escolares que abran oportunidades con base en el conocimiento, los valores, el civismo y el acceso a la tecnología, que le dé herramientas a las próximas generaciones para hacer que México resurja.

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