Opinión

Crecimiento plano

No es tan falso el debate sobre crecimiento y desarrollo, menos en un país con una amplia desigualdad en el ingreso.

Cualquier economía tiene diferentes ramas que pueden avanzar o detenerse sin depender una de la otra. Ayer, el Inegi informó que, en conjunto, las que componen la economía mexicana cayeron una décima después de una década, aunque es importante precisar que varias de los sectores que las componen tuvieron un crecimiento.

Tomemos primero las que cayeron para no lanzar ninguna campana al vuelo: la producción industrial tuvo un descenso que ya veían arrastrando de 2018, pero que el año pasado se acentuó. La incertidumbre sobre el T-MEC, las elecciones presidenciales en nuestro país, los aumentos en los índices de delitos, son algunas causas que explican casi dos años de disminución en la venta de automóviles, exportación de autopartes y maquila de productos.

Luego viene el sector de servicios, muchos impulsados por un gasto contante desde el gobierno que, al cambiar la administración, sufrió un freno muy importante que aún permanece; una situación similar ocurrió con la construcción de vivienda, particularmente en las grandes ciudades, como la capital del país.

No es tan falso el debate sobre crecimiento y desarrollo, menos en un país con una amplia desigualdad en el ingreso, aunque culpar de esta caída nada más a esa relación también resulta exagerado. Uno necesita del otro si queremos avanzar como nación.

Ahora, el reto será, como lo dijo Alfonso Romo, jefe de la Oficina del Presidente y nuevo responsable de un gabinete, que deberá fomentar la inversión, las reglas claras y un clima de negocios transparente y sin corrupción, ofrecerle a 50 millones de mexicanas y mexicanos oportunidades de crecimiento económico, al mismo tiempo que de desarrollo vital.

Porque el anhelado Estado de bienestar que buscamos demanda un equilibrio entre el crecimiento industrial –que conduce a mejores empleos y salarios–, con la posibilidad de que quienes tienen un puesto de trabajo gocen de los derechos, y hasta del tiempo, para cubrir ya no solo las necesidades básicas, sino las que aseguren una buena educación, servicios de salud de calidad y seguridad en su entorno inmediato.

La tarea luce monumental y por décadas se ha dejado a un lado por las administraciones que precedieron a la actual. Al menos, hoy hablamos de este delicado equilibrio, en un momento en que el neoliberalismo decae como modelo económico a nivel mundial y se trata de encontrar una alternativa que saque a millones de la pobreza para incorporarlos a esa idea de clase media, que no es otra cosa que vivir de manera desahogada con los elementos básicos para pensar en el futuro de nuestras familias y del propio.

Sin embargo, no podemos dejar de ponerle atención a los números y a los indicadores que hemos usado antes. Tampoco descuidar la noción de que una persona va más allá de un número y que el objetivo debe ser construir una sociedad equitativa, con igualdad de oportunidades para quien se esfuerza, y reglas claras que no fomenten favoritismos, compadrazgos y monopolios, todos rasgos de un sistema que todavía no se va del todo y que le complican mucho el día a día a quienes buscan sustituirlo por un nuevo modelo que deberá ser mucho mejor.

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