Luis Wertman Zaslav

Falta conexión

Vivimos en un mundo de mercados concentrados y poco competitivos, al mismo tiempo que los recursos naturales se vuelven un activo de competencia global.

Davos es un lugar frío. Ubicada en los Alpes suizos, la ciudad es la sede del Foro Económico Mundial desde 1991, un espacio al que asisten líderes empresariales, políticos, analistas y científicos, para dialogar sobre el presente y el futuro financiero del mundo. Por varios años, lo que se concluía —y se acordaba— en este cantón era la hoja de ruta del capitalismo moderno.

Sin embargo, también con el paso del tiempo el llamado ‘Foro de Davos’ fue perdiendo sintonía con un planeta que se volvió más desigual, cuando la intención del modelo económico que respaldaba era la prosperidad como nunca, vía la globalización. Este año, por ejemplo, las ponencias están marcadas por fuertes cuestionamientos, rechazo a muchas de las políticas establecidas y por un ánimo general de que no solo es la ubicación la que es fría y lejana, sino también las propuestas que tratan de comunicar sus asistentes.

Mientras el mundo avanza hacia un cambio de época todavía mayor en la forma en que produce y consume, el Foro de Davos da la impresión de estar desconectado de lo que pasa, tanto entre la población, como en el desarrollo de los acontecimientos que impulsarán al comercio en las siguientes décadas.

Creo que hemos llegado a un punto de inflexión en el que cualquier teoría económica debe poder comprobarse en el pasillo del supermercado y arrojar resultados que puedan verse y sentirse en el mostrador de la carnicería. Cualquier otro argumento está años luz de lo que realmente le preocupa a la gente y ese debe ser nuestro principal enfoque. Claro que muchos me responderán que así es como funcionan las leyes de la economía, pero pienso que no ha habido un momento en la historia en el que los ciudadanos hayan demandado más explicaciones acerca de las decisiones de sus líderes, privados y públicos, que este.

Vivimos en un mundo de mercados concentrados y poco competitivos, al mismo tiempo que entramos a un periodo en el que los recursos naturales se volverán un activo de competencia internacional y de soberanía. Necesitamos hablar de ello y de otras reformas urgentes para lograr un equilibrio financiero internacional en términos que cualquier persona comprenda y apoye, porque su fundamento es el bien común.

Hubo una época, llamada colonialismo, en la que los países arriesgaban lo que no tenían para conquistar territorios desde los que pudieran extraer todas las materias primas que necesitaban. Bueno, podríamos estar en una segunda versión de esa etapa, con un detalle adicional muy nocivo: la intervención de otros territorios para asegurar los recursos naturales que quedan disponibles.

Incluso la tecnología, promesa de este tipo de capitalismo al que nos acostumbramos, se encuentra en una encrucijada al romper todos los días fronteras que no saben hacia dónde pueden conducirnos. La inteligencia artificial, que hace menos de un año era una bendición y una amenaza, hoy está en un impasse, porque no existe todavía un acuerdo sobre sus límites y sus posibilidades a favor de la humanidad.

Es posible que lo que realmente debamos discutir es si este modelo de capitalismo continúa vigente. América del Norte y Asia son los nuevos polos económicos mundiales, mientras que Europa, América del Sur, África y Oceanía, analizan hacia dónde inclinarse. Una buena noticia es que a ninguno de esos nuevos centros económicos le beneficia una guerra comercial (y ninguna otra), por lo que hablaríamos de una etapa inédita de negociación económica internacional para surtir al mundo de nuevos productos y servicios. Solo que esto sucede mientras las montañas nevadas que rodean Davos podrían aislar a sus asistentes de estos hechos que ocurren a una velocidad también histórica.

Quitando algunas excepciones, nuestro planeta seguirá ejerciendo el capitalismo, la pregunta es si será el mismo que ha provocado desigualdad y radicalismos o uno que empate una saludable supervisión del Estado para garantizar una competencia mayor en todos los sectores y, en consecuencia, la apertura de nichos que podrían consolidar mercados internos que serán necesarios para impulsar a la economía en las décadas que vienen.

Para innovar es indispensable un entorno abierto a nuevas ideas. Sucede lo mismo con los mercados. Tal vez, es momento de que a Davos, y a otros espacios, lleguen voces que podrían parecer antagonistas, pero que en realidad son las que podrían contrarrestar la ceguera de taller que se habría apoderado de grandes sectores económicos que no se han dado cuenta de que el mundo ya giró sin ellos.

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