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¿Qué hacemos con la cultura y las artes?

La economía naranja es un concepto que busca convertir las ideas y el talento en productos económicos que generen un intercambio y aportación al PIB.

Pocos son los gobiernos que ponen a la cultura y las artes en un lugar prominente. El de Yucatán no es uno de ellos.

El gobernador Mauricio Vila ha priorizado a la actividad económica tradicional, como las inversiones en obra pública y la atracción de inversión extranjera. Durante la pandemia, también ha designado fuertes sumas de dinero al cuidado de la salud. La actividad cultural y artística ha estado al final de la lista de importancia.

No es tema nuevo. Hay quienes consideran que primero hay que resolver los problemas derivados de la pobreza como el hambre y la falta de una vivienda digna, antes de darle a la sociedad productos culturales. Esa es una discusión que no abordaré en esta columna. Hay mucha documentación al respecto e infinitas las voces que lo han discutido con anterioridad. Me parece más relevante ahora el encontrar las vías para que la actividad artística y cultural se sustente económicamente, de tal forma que se haga imprescindible.

La economía naranja

Es un concepto amplio que agrupa a las industrias o empresas culturales y creativas. Engloba una gran diversidad de actividades económicas, desde la creación, producción y difusión de eventos artísticos; el diseño, la arquitectura, el entretenimiento, la publicidad y la gastronomía, por mencionar solo algunas.

Se le conoce como economía naranja, porque este color se asocia con la cultura y la creatividad. Busca convertir las ideas y el talento en productos económicos que generen un intercambio y aportación al Producto Interno Bruto (PIB).

Algunas cifras de la cultura

Según el Inegi (2019), la actividad cultural representa 3.1 por ciento del PIB nacional. De ese 3.1 por ciento, la producción artística en su conjunto aporta únicamente 12.8 por ciento, dividido en la siguiente forma: artes escénicas y espectáculos aportan 5.6 por ciento; libros, impresiones y prensa, 3 por ciento; artes visuales y plásticas, 1.5 por ciento cada una; música y conciertos, 1.2 por ciento.

Es decir, la actividad artística a nivel nacional solo representa un 0.4 por ciento del PIB (el 12.8 por ciento de ese 3.1 por ciento, representa 0.4 por ciento). ¿Cómo decirle al gobierno que invierta más recursos en cultura, cuando representa un porcentaje tan pequeño?

Algunas propuestas para que la cultura sea relevante en términos económicos

1. En Yucatán al menos, no existe una cámara o asociación civil que busque representar los intereses de los artistas. Una asociación que sea parte de la agenda pública, que concentre cifras económicas, que se integre al Consejo Coordinador Empresarial y que sea contrapeso del gobierno. Un organismo así puede inclusive solicitar su adhesión al Consejo Consultivo del Presupuesto, para que cada año presente argumentos y cifras que permitan al gremio tener mayor certeza en el presupuesto estatal del año siguiente.

2. Crear un fideicomiso autónomo e independiente, tanto de la Secretaría de la Cultura y las Artes (Sedeculta) como de la Secretaría de Administración y Finanzas del estado, que genere sus recursos de una mezcla gubernamental, empresarial, de venta de boletos y servicios y de otras fuentes financieras.

3. Generar programas de capacitación e incubación de empresas culturales por parte de la Sedeculta para que éstas se profesionalicen y puedan generar mayores recursos. La CDMX tienen un programa así que bien podría funcionar como modelo.

4. Trabajar en conjunto artistas organizados y la Sedeculta, para replantear la idea de que los eventos artísticos son gratuitos. Hay que romper con ese ecosistema perverso: por un lado, los artistas han vivido por décadas del paternalismo gubernamental, al mismo tiempo que las carteleras de los espacios independientes compiten con la del gobierno. Así no es posible generar en la sociedad la necesidad de pagar por los eventos y hacer que el gremio artístico se desligue poco a poco de las becas, festivales y eventos arropados por el gobierno.

Aclaro: No propongo que se eliminen las becas y los apoyos necesarios para compensar la precariedad con la que los artistas viven; solo que no pueden ser las becas, festivales y convocatorias gubernamentales, las principales vías para que un artista encuentre su sustento.

5. Integrar dentro de los planes de estudio de la ESAY, de manera obligatoria, módulos de educación financiera, mercadotecnia y formación de empresas culturales, para que los artistas tengan mejores herramientas al momento de salir al campo laboral.

6. Integrar y contabilizar la producción artesanal del estado. A nivel nacional, solo las artesanías y su comercio significan 19.1 por ciento de ese 3.1 por ciento del PIB cultural y da trabajo a 35.1 por ciento de los que se dedican a la actividad cultural.

Cultura y turismo

Tanto la ciudad de Mérida como el estado de Yucatán deberían analizar la forma en la que estas dos dependencias trabajen de manera conjunta. Ambas actividades comparten valores y públicos meta, y sumando sus aportaciones económicas, podrían fortalecer sus posibilidades de gestión.

Conclusiones

1. Es indispensable que el gremio artístico se organice de manera formal, con el fin de defender sus intereses y ser contrapeso del gobierno.

2. El presupuesto de la Sedeculta no debe estar subordinado únicamente al Presupuesto de Egresos del Estado. Debe poder tener fuentes de ingresos adicionales y autónomos, a través de un fideicomiso.

3. Más allá de su importancia social y de crecimiento para la sociedad, la actividad artística debe ser valorada en números y asumirse como una actividad económica. Tanto el gremio artístico como la Sedeculta deben trabajar en conjunto para lograr ese cambio en el imaginario colectivo.

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