Desde el otro lado

Una marcha para el registro histórico

Habrá que esperar a que se publiquen encuestas sobre la aprobación presidencial, pero es poco probable que el 18F vaya a generar cambios significativos.

Anticipando la marcha en defensa de la democracia del domingo pasado, expresé en este mismo espacio mi escepticismo sobre su impacto en la realidad política actual. Era poco realista esperar que el presidente Andrés Manuel López Obrador se abstuviera de intervenir en las campañas, y carecíamos de fundamentos para creer que la marcha lograría sacudir una opinión pública cuyas posturas sobre nuestra democracia están firmemente definidas. No obstante, vislumbraba la posibilidad de que esta manifestación quedara grabada en el registro histórico como un momento crucial en la gesta democrática de México.

Casi una semana después de la marcha, resulta patente que el Presidente, en lugar de tomar en cuenta el mensaje de los manifestantes, arremetió fuertemente contra los convocantes y los asistentes, a quienes descalificó con sus acostumbradas etiquetas. Dijo que defendían una democracia de ricos, de oligarcas y de corruptos, entre otros epítetos. Incluso sugirió que detrás de la manifestación yacían no solo intereses perversos e ideologías retrógradas, sino también posiciones de clase y hasta de raza, marcadas por el color de la piel.

Tal actitud no sorprende, dado que esa ha sido la tónica de su discurso a lo largo del sexenio, motivada en parte por una estrategia de polarización diseñada para trazar líneas de confrontación, deslegitimar a la oposición y mantener cohesionadas a sus propias filas. El impacto de esta estrategia ha sido claro pues, como muestran las encuestas, las valoraciones de la gente en prácticamente todos los asuntos de interés público, están definidas por el acuerdo presidencial.

Una encuesta de TResearch, efectuada después de la marcha, corrobora esta polarización de opiniones. Por ejemplo, frente a la pregunta sobre si el voto libre en las elecciones se ve amenazado, un 85 por ciento de los simpatizantes del Presidente lo niega, mientras que un 97 por ciento de sus detractores afirma lo contrario. Para estos últimos, las principales amenazas emanan del gobierno y del crimen organizado, mientras que para los primeros, el riesgo proviene principalmente de los partidos de oposición.

Continuando con los datos de la encuesta, se observa que más del 90 por ciento de los partidarios del mandatario tiene una opinión negativa sobre Lorenzo Córdova, el 69 por ciento cree que la marcha no servirá de nada y la mayoría tiene opiniones entre regulares y muy malas sobre el INE. Las valoraciones de aquellos que no están con el Presidente difieren significativamente: califican positivamente a Lorenzo Córdova, anticipan un posible impacto de la marcha y tienen una mejor opinión de las instituciones electorales.

Aunque ambos bandos coinciden en ver la marcha como un rechazo al Presidente, y en señalar a Xóchitl Gálvez como la beneficiaria de esta, las motivaciones subyacentes difieren profundamente. Unos critican la politización de la protesta y su orientación contra el mandatario; otros, manifiestan su descontento con él y su respaldo a la candidata opositora.

Habrá que esperar a que se publiquen encuestas sobre la aprobación presidencial, pero a juzgar por esta polarización de opiniones no creo que vayan a registrar cambios significativos, como tampoco creo que los haya en mediciones de preferencias electorales. Si este es, en efecto, el caso, no habrá habido mayor impacto de la marcha en la opinión pública.

Eso no le resta importancia histórica a la que probablemente es la marcha más numerosa de protesta en contra del gobierno actual. Centenares de miles de manifestantes unidos, en principio, por el temor a que, como dijo Lorenzo Córdova en su discurso, “desde el poder” se destruya la escalera democrática que por décadas se construyó y que hizo posible la alternancia en nuestro país.

Es cierto que la oposición se montó y supo aprovechar la marcha, y que la defensa de la democracia pronto derivó en todo tipo de consignas contra el Presidente. Pero el hecho es que, para todos los que marcharon, opositores y ciudadanos apartidistas, la amenaza a la democracia proviene precisamente del Presidente. Y esa es la historia que, independientemente de motivaciones adicionales, se está construyendo para la posteridad.

Si Morena y sus aliados consiguieran eliminar la representación proporcional o mermar la autonomía del INE, tal como lo proponen algunas reformas del presidente López Obrador, no cabe duda de que las palabras de Córdova se convertirán en un referente obligado cuando se escriba el más reciente capítulo de la historia de nuestra democracia.

Habrá, por supuesto, narrativas diversas e incluso opuestas sobre esa historia, incluida la versión del Presidente, donde los manifestantes son vistos más bien como golpistas. Pero si el pasado sirve de prólogo, en esta narrativa prevalecerá finalmente la perspectiva de aquellos que se enfrentaron al poder.

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