La Aldea

Propaganda vil

No por ética ni por conciencia política, sino por respeto a una democracia que asegura defender, el presidente debe guardar silencio durante la temporada electoral.

En las más de 530 conferencias matutinas protagonizadas por el presidente de la República desde el inicio de su gestión, hemos presenciado un extenso repertorio de actos circenses. Se han consignado pecados y delitos del pasado; se ha atacado y estigmatizado a comunicadores y periodistas; se ha informado también –hay que decirlo– acerca de decisiones, planes o estrategias de gobierno; se han anunciado boletos de rifas, remodelaciones de estadios, iniciativas de ley; se han dictado clases de historia, conferencias magistrales, sermones parroquiales acerca de muy variados temas que van desde nuestro pasado como nación, hasta el bien y el mal –en la muy particular visión del mandatario–; se ha hecho énfasis en que él, caudillo, profeta, predicador y visionario, es diferente a sus antecesores aunque también dispense fallas de sus colaboradores, excesos de sus partidarios, cierre los ojos incluso ante los actos de corrupción flagrante de su propia familia. Para eso se es presidente, ¡qué caray!

Pero a la hora de aplicar la ley, esa misma que en México ha sido tan laxa, tan flexible que ha permitido a gobiernos de derecha, de izquierda, de la herencia revolucionaria adaptativa a los tiempos, cumplirla o no, según el enfoque del gobierno en turno, en eso AMLO y los suyos son muy parecidos a los anteriores.

El acto de cada mañana se convirtió –como ya hemos consignado en estas páginas– en el eje principal del gobierno lopezobradorista. Desde esa tribuna usada como púlpito catedralicio, se fustiga, se señala, se condena, se inician investigaciones, se sanciona –verbalmente– a quienes osan tener la iniciativa de hablar por sí solos –sean secretarios de Estado, diputados o senadores. AMLO convirtió la matutina en el acto central de comunicación política, de información y propaganda de gobierno. Desde ahí se fijan políticas públicas, se anuncian iniciativas, se persigue a supuestos criminales, se promueven cartillas, se venden cachitos, se exhiben adversarios.

Desde ahí nos enteramos del juicio de Lozoya, de sus revelaciones, de sus adelantos en videos y acuerdos. Desde ahí se promovió hasta la saciedad, la fallida rifa del avión que resultó en un fracaso estrepitoso, exhibiendo manipulación en la venta y colocación de los boletos. Desde ahí se promueve todos los días la hipotética transformación del país.

"Nosotros no somos como los anteriores, somos diferentes…."

"Se acabó con la corrupción, ya no existe, somos un gobierno honesto y transparente…"

"Vamos a defender a los pobres, no a rescatar empresarios; ya bastante les han dado en el pasado. Primero los pobres, es nuestro compromiso".

¿Son estas frases y enunciados informativos? ¿Hay contenido informativo en la declaración? ¿O se trata más bien de enunciados promocionales, de propaganda política y partidista? Juzgue usted, porque de estas, se repiten por docenas todos los días.

Esto se llama propaganda política, el acto de promoción de iniciativas, proyectos, planes o estrategias desde el gobierno o con la aspiración de llegar a uno, para convencer a la ciudadanía.

Se miente cuando se dice que se trata de información, no de propaganda. Es falso, de otra manera no tendríamos todos los días la promoción continua de sus ideas, conceptos, iniciativas y estrategias.

Que también contiene información el evento matutino es verdadero, pero no se trata de un exclusivo acto de información gubernamental. Si no bastaría con un vocero simplemente; la presencia del caudillo tiene sentido y razón de ser porque hay que alimentar a las huestes, hay catequizar a los simpatizantes, hay que mantener viva la llama de una transformación que seguimos esperando. Eso no lo puede hacer un vocero que informe y rinda cuentas; hace falta al líder, al iluminado, al triunfador de las elecciones, al personaje único y protagónico de la propia transformación. Eso se llama propaganda política.

Y la ley electoral la prohíbe en temporada electoral. Ley, por cierto, aprobada por estos mismos señores de Morena cuando estaban en la oposición. Cuando demandaban y exigían que el PRI –habilidoso manipulador electoral– utilizara todos los foros, espacios, recursos y programas sociales para influir en el electorado. Cuando el PAN desde el poder, se valía de los mismos métodos, y ya no le digo del PRD en la Ciudad de México que gobernó por más de 20 años consecutivos.

La propaganda y los recursos sirven para aceitar el aparato electoral.

Nadie lo sabe mejor que AMLO, que vivió de ello por más de dos décadas.

Por eso resulta insultante y antidemocrático que ahora, desde el poder, se nieguen a reconocer la ley que ellos impulsaron y votaron. El presidente debe, en respeto a una democracia que asegura defender, guardar respetuoso silencio durante la temporada electoral. Olvídese usted por ética o por conciencia política, por simple respeto al marco de derecho.

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